Conectar con la naturaleza y tener un diálogo con ella está impreso en nuestro ADN.
Eva Julián recoge sonidos naturales por todo el mundo para utilizarlos en terapias y recordarnos ese lenguaje olvidado. Nos metemos en su universo sonoro.
Eva Julián es música, compositora, etnomusicóloga, diseñadora de ambientaciones sonoras terapéuticas y sonidista especializada en bioacústica. Su trabajo la convierte en experta en la valoración del estado de los ecosistemas a través del análisis del paisaje sonoro. Realiza trabajos de investigación en bioacústica y en la incidencia del sonido en seres vivos desde 1985.
Las estepas siberianas, las llanuras de la sabana o los bosques tropicales son los escenarios en los que Eva Julián recoge sonidos que pueden cambiar nuestro estado de ánimo. Unos sonidos que los científicos del departamento de Investigación de Tecnodiscap, Universidad de Zaragoza, ya utilizan para mantener sus niveles de concentración.
“La física del sonido es la responsable de nuestro bienestar cuando estamos en la naturaleza”,explica Eva. “El ecosistema que nos rodea emite un campo vibratorio y cada ser humano, a su vez, emite un campo electromagnético que vibra. Cuando ambos se encuentran, interaccionan entre sí y se equilibran”.
La frecuencia por la que nuestras neuronas se estimulan, oscila entre 5.000 y 15.000 Hz, que es como se alimenta nuestro campo magnético.
En los amaneceres de todo el planeta, los pájaros emiten una frecuencia de este rango. Según Eva, la reproducción de este sonido en casa es idóneo para mejorar tu estado de ánimo si te encuentras apático, con cierta depresión o atravesando un proceso gripal. “Es una ley física: todo lo que hay en el universo vibra, por lo tanto suena”.
Frecuencias conectadas
El mundo también tiene su propio sonido, inapreciable, que fluctúa entre 7,05 Hz y 12 Hz (frecuencia de Schumann) y es el que activa nuestro hipotálamo. Si parara, la vida se detendría. Por eso, cuando hacemos viajes largos en tren o en avión, nos sentimos extraños, porque estamos lejos del pulso de la Tierra. “Los sonidos los recojo en solitario con mi equipo de grabación y no se pueden manipular ni editar”, “cualquier lugar influye en nuestro estado de ánimo. La naturaleza sabe cómo ayudarnos, pero nosotros hemos olvidado cómo escucharla”.Sin embargo, nuestro campo magnético siempre percibe de forma inconsciente, pero certera, la frecuencia en la que los demás emiten. Esa es la razón por la que nos afecta entrar en un lugar en el que la gente emite energía negativa.
“La explicación es puramente física”, asegura Eva, “los planetas que emiten en el mismo rango se atraen y amplifican su frecuencia exponencialmente. Por eso es tan importante pensar en positivo: lo que piensas emite una vibración y los demás la captamos”.
También cuando nos enamoramos nuestro corazón emite un sonido, exactamente a una frecuencia de 1,01 Hz, la misma frecuencia del campo magnético terrestre. Para Eva Julián, nada es cuestión de azar: “De la misma manera que un ecosistema tiene reacciones fisiológicas inmediatas en nosotros, nuestra frecuencia también puede cambiar las reacciones en el ecosistema. Todo está conectado”.
Soundandlife.com
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