Felicidad callada.
Un viejo amigo me habla de Manzanera, al que considera un bodisatva", es decir, un maestro de la compasión.
La verdad es que transmite serenidad y alegría. Ya no es monje budista. Ser monje budista fue un episodio de su aprendizaje que no se detiene. Me insiste en que la meditación no se aprende en libros: es una práctica, un modo de ejercitar la mente en la atención y la lucidez. Me asegura que las experiencias y preguntas en talleres de meditación le han enseñado más que sus años de monacato.
Desde cuándo medita?
Desde que tenía 22 años, hace ya 32 años.
¿Cuántas veces al día?
Al levantarme, por la tarde, antes de acostarme.
¿Y para qué sirve?
Para sentir dentro de mí un fondo en el que me siento seguro.
¿Seguro ante qué?
Ante el miedo, el enemigo de la felicidad.
¿Miedo a qué?
A no cumplimentar deseos, a estar solo, a ser rechazado... A no existir.
Es verdad: eso da miedo.
¡Y por eso inventamos religiones, ideologías, hermandades y clubs de fútbol!
¿Para sentirnos arropados?
Sí. Pero meditar enseña que no hay de qué tener miedo: descubres que en tu fondo esencial ¡todo está en paz, todo!
Qué estupendo sentirse así, ¿no?
Es la felicidad callada. No depende de comprar o tener cosas. La llevas dentro. Y la meditación te ayuda a recordarla.
¿Es la meditación una tecnología de la felicidad, pues?
Sí: te ayuda a ser lo que eres en tu fondo. Se conoce desde antes del budismo, hace miles de años. ¡Y la ciencia ratifica que funciona!
¿Cómo opera este método?
Enseñándote a focalizar la atención.
¿Focalizarla en qué?
En vez de hacerlo en lo que nos provoca sufrimiento, ansiedad o depresión, se trata de focalizar la atención en lo que proporciona serenidad, satisfacción y plenitud.
¿Es fácil?
Si perseveras, en menos de un año notarás los efectos benéficos.
¿Me garantiza felicidad?
Si padeces una depresión... aprenderás a no identificarte con tu depresión.
¿Cuál es la clave de la felicidad?
Dan la pista los estudios de la psicóloga Laura King: "Lee menos libros de autoayuda y ayuda más a otros". ¡Es la clave!
¿Por qué?
¡Es el modo de salir de uno mismo! Estar demasiado atento a tu ego, pendiente de uno mismo... ¡es un atajo a la infelicidad!
¿Cómo llegó usted a la meditación?
Aprobé todas las asignaturas de primero de Ingeniería, algo muy difícil, pero en segundo curso me sobrevino una crisis galopante.
¿Qué pasó?
Un amigo que terminaba la carrera... cayó en depresión e intentó suicidarse. Me pregunté: "¿Para qué todo este esfuerzo?"
¿Encontró respuesta?
No. Me colgué una mochila y me lancé al camino por Europa, recogiendo fruta... Al cabo de año y pico así, decidí irme a India.
¿Qué buscaba allí?
Llevaba dos años moviéndome, buscando un sentido a todo. Y al llegar a un monasterio cerca de Katmandú, me detuve. Sentí que allí podía encontrar un sentido.
¿En qué se basó?
En la serenidad del lama Yeshe y el lama Zopa. Me enseñaron a meditar. Volví a España y viví en la única comunidad budista que había. Les traje al primer lama... y luego me ordené monje budista en India.
¿Conoció al Dalái Lama?
Sí. Su sola presencia es transformadora.
¿En qué se parecen el monje cristiano y el budista?
En la austeridad, en el celibato, en el estudio, en la oración. Y el monje budista indaga acerca de qué es la realidad, y medita.
¿Y qué le aportó ser monje budista?
Ahondar en el conocimiento de mi esencia.
¿Cómo se alcanza eso?
¿Qué hay en ti que siempre está?
La vida.
¡Muy bien! Esa es la experiencia perenne. Siempre está. Puedes decirte: "Soy la vida".
¿Yo no soy yo?
¿Qué es yo? Trasciéndelo: está la vida.
¿Ha vencido el miedo a la muerte?
Es el cuerpo el que tiene miedo a morir: sentiré miedo si me identifico con mi cuerpo. Pero no si siento que morir es volver a casa.
¿Le ayudó el lama Yeshe?
Mucho. Cuando murió, se reencarnó en el pequeño lama Osel Hita.
Aquel niño de la Alpujarra granadina.
Entre una serie de campanas, ¡reconoció la del lama Yeshe! Fui su preceptor en India.
¿Qué edad tenía el niño?
Unos seis años. Era muy normal, juguetón... Yo le hacía estudiar, disciplinarse...
¿Qué ha sido de Osel?
De adulto lo dejó todo, estudió cine, vive en España y hace años que no nos vemos...
¿Y qué hizo usted?
Siendo niño, el lama Osel me preguntó un buen día algo que me descolocó, que me cambio mi paradigma de monje...
¿Qué le preguntó?
"Tú, Juan, ¿cuánto me quieres?"
¿Y?
¡No supe contestarle, nunca nadie me había preguntado eso en toda mi vida de monje! Dos años después, colgué los hábitos.
¿Y eso?
Sentí que me había estancado.
¿Y qué hace ahora?
Imparto talleres de meditación en España.
¿Cuál es la enseñanza primordial?
Que la felicidad es un estado mental. Y que vale la pena cultivarlo..., sin abdicar de una gratificante vida laboral, social, material... Explico que se trata de "darse cuenta".
¿Darse cuenta de qué?
Sin el "de qué": ¡darse cuenta! Sólo ser consciente del instante presente. De la vida.
Víctor M. Amela
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