Su propia búsqueda de sentido la llevó por diversas sendas, desde los estudios más formales en psicoterapia hasta pasar diez años en India como alumna de varios maestros. Comprendió que el problema era la manera de mirar: "Toda nuestra educación está enfocada sólo hacia lo externo. Honro profundamente a los hombres, pero no al patriarcado: una manera de interpretar nuestra existencia. Debemos aprender a pensar de forma visceral y llevar nuestros pensamientos al corazón. Todos somos nutridores cuando nos abrimos a lo femenino, pero debemos empezar nosotras". Ejerce de chamana trabajando con grupos de mujeres.
¿Qué nos pasa a las mujeres?
Que hemos perdido nuestro auténtico poder. Durante milenios hemos seguido el modelo de la sumisión.
Eso ya pasó.
Estamos en el mundo cultural, económico y político, pero imitando y actuando desde el poder reconocido, que es el inmaduro masculino.
Defíname inmaduro masculino.
En su necesidad de dominar y controlar, consecuencia del miedo que surge de la desconexión de su femenino -que es la tierra, lo intuitivo, el cuerpo emocional, lo profundo, lo sagrado...-, ha despreciado la conexión con los sentimientos y las emociones. Los hombres temen a las mujeres porque temen su propio femenino.
Ahora muchos hombres son tiernos y se ocupan de su hogar. La época moderna desacredita al macho. La mujer se ha masculinizado y el hombre se ha feminizado, pero su modelo es el del niño tierno, no el del hombre que cuida.
¿Nadie está en su lugar?
Hace milenios que no experimentamos el auténtico arquetipo masculino y femenino en su madurez. El sufrimiento que estamos viviendo (crisis económica, ecológica, política, social...) se debe a la imposibilidad relacional entre lo femenino y lo masculino.
Hábleme de ese femenino maduro.
El poder femenino auténtico se consigue a través de la reconexión y el despertar del útero. En las antiguas tradiciones, las mujeres sabían que su útero era su centro de poder creativo a todos los niveles.
¿Dónde nos coloca esa desconexión?
Actuamos con miedo, y desconocemos nuestro verdadero poder erótico y sensual. Si no estás anclada, eres como una cometa a la deriva, y eso nos deja en una situación de sumisión o de rebeldía ante el poder masculino inmaduro. Al no estar enraizadas, nos sentimos inseguras y mantenemos la falsa creencia de que necesitamos pertenecer a un hombre para ver en él el reflejo del amor que somos.
Queremos que nos quieran, lógico.
¿A qué precio?..., acallando las emociones. La cultura patriarcal ha desacreditado el poder femenino. La menstruación se ha visto como algo impuro que las propias mujeres esconden, cuando en realidad es la sangre de la vida, no está relacionada ni con la enfermedad ni con la muerte. Mediante ese proceso cíclico -preovulación, ovulación, premenstruación y menstruación- se accede a los auténticos arquetipos femeninos.
¿De qué se trata?
El ciclo femenino equivale a las cuatro estaciones, que son el proceso de muerte y resurrección. No puede haber creación sin muerte. Si las mujeres entráramos en la sabiduría innata de nuestros cuerpos, sabríamos que durante la premenstruación y la menstruación nos liberamos de nuestras sombras, lo que nos permite crear desde una nueva perspectiva. Es como una desintoxicación física y psíquica.
¿Y qué ocurre con las mujeres que no tienen útero o están en la menopausia?
Durante los años fértiles las mujeres vivimos en un estadio de aprendizaje de nuestro poder. Cuando llegamos a la menopausia somos ese poder: la mujer sabia, la bruja.
A la que se teme y se aparta.
Como mujeres estamos condicionadas a temer mostrar nuestro auténtico potencial (a menudo inconscientemente) para no herir al hombre y que nos abandone o agreda. Y físicamente nos sometemos a una crueldad de belleza (operaciones estéticas y demás) para aparentar eterna juventud, una falsa imitación de la auténtica belleza.
¿Cuál es esa auténtica belleza?
La fuerza del amor es lo que irradia una mujer cuando está conectada con el latido de su útero y que, independientemente de la edad, la hace permanecer jugosa y sensual.
¿Jugosas y sin un hombre al lado?
Sin un hombre al lado ya lo estamos aunque tengamos maridos, novios y amantes. Recuperar el poder femenino es la llave para salir del aislamiento colectivo.
¿De qué poder me habla?
Del amor bien entendido: intuitivo, erótico, tierno y feroz, a través del cual el hombre podrá verse reflejado y recuperar su dignidad y presencia; únicamente desde ahí se puede establecer el puente creativo y alquímico que auténticamente hay entre los dos.
Eso de amor feroz suena agresivo.
Es eso que tanto temen los hombres, esa necesaria furia femenina que dice las verdades, que reta a la masculinidad inmadura fruto del miedo a su propio femenino. Ese miedo, que los desconecta de las emociones y los deja en el mundo de las ideas, los despoja de su dignidad y los llena de vergüenza y culpabilidad por estar utilizando un poder que no está al servicio de la vida.
¿Cómo conectar con nuestro útero?
Poniendo la atención en esas partes (útero y vagina) abandonadas a la ciencia y al hombre, entramos en una maravillosa aventura de despertar de lo que ya intuíamos.
¿Pero cuál es la vía?
Para mí, la vía más rápida es a través de una danza que nos conecta al movimiento espiral y cíclico del universo, y que nos permite conectar con nosotras mismas y poseer la sabiduría necesaria en cada momento. La observación de nuestro proceso cíclico nos permite despertar los arquetipos femeninos y sanar la herida y la desconfianza entre nosotras herencia del patriarcado.
Que hemos perdido nuestro auténtico poder. Durante milenios hemos seguido el modelo de la sumisión.
Eso ya pasó.
Estamos en el mundo cultural, económico y político, pero imitando y actuando desde el poder reconocido, que es el inmaduro masculino.
Defíname inmaduro masculino.
En su necesidad de dominar y controlar, consecuencia del miedo que surge de la desconexión de su femenino -que es la tierra, lo intuitivo, el cuerpo emocional, lo profundo, lo sagrado...-, ha despreciado la conexión con los sentimientos y las emociones. Los hombres temen a las mujeres porque temen su propio femenino.
Ahora muchos hombres son tiernos y se ocupan de su hogar. La época moderna desacredita al macho. La mujer se ha masculinizado y el hombre se ha feminizado, pero su modelo es el del niño tierno, no el del hombre que cuida.
¿Nadie está en su lugar?
Hace milenios que no experimentamos el auténtico arquetipo masculino y femenino en su madurez. El sufrimiento que estamos viviendo (crisis económica, ecológica, política, social...) se debe a la imposibilidad relacional entre lo femenino y lo masculino.
Hábleme de ese femenino maduro.
El poder femenino auténtico se consigue a través de la reconexión y el despertar del útero. En las antiguas tradiciones, las mujeres sabían que su útero era su centro de poder creativo a todos los niveles.
¿Dónde nos coloca esa desconexión?
Actuamos con miedo, y desconocemos nuestro verdadero poder erótico y sensual. Si no estás anclada, eres como una cometa a la deriva, y eso nos deja en una situación de sumisión o de rebeldía ante el poder masculino inmaduro. Al no estar enraizadas, nos sentimos inseguras y mantenemos la falsa creencia de que necesitamos pertenecer a un hombre para ver en él el reflejo del amor que somos.
Queremos que nos quieran, lógico.
¿A qué precio?..., acallando las emociones. La cultura patriarcal ha desacreditado el poder femenino. La menstruación se ha visto como algo impuro que las propias mujeres esconden, cuando en realidad es la sangre de la vida, no está relacionada ni con la enfermedad ni con la muerte. Mediante ese proceso cíclico -preovulación, ovulación, premenstruación y menstruación- se accede a los auténticos arquetipos femeninos.
¿De qué se trata?
El ciclo femenino equivale a las cuatro estaciones, que son el proceso de muerte y resurrección. No puede haber creación sin muerte. Si las mujeres entráramos en la sabiduría innata de nuestros cuerpos, sabríamos que durante la premenstruación y la menstruación nos liberamos de nuestras sombras, lo que nos permite crear desde una nueva perspectiva. Es como una desintoxicación física y psíquica.
¿Y qué ocurre con las mujeres que no tienen útero o están en la menopausia?
Durante los años fértiles las mujeres vivimos en un estadio de aprendizaje de nuestro poder. Cuando llegamos a la menopausia somos ese poder: la mujer sabia, la bruja.
A la que se teme y se aparta.
Como mujeres estamos condicionadas a temer mostrar nuestro auténtico potencial (a menudo inconscientemente) para no herir al hombre y que nos abandone o agreda. Y físicamente nos sometemos a una crueldad de belleza (operaciones estéticas y demás) para aparentar eterna juventud, una falsa imitación de la auténtica belleza.
¿Cuál es esa auténtica belleza?
La fuerza del amor es lo que irradia una mujer cuando está conectada con el latido de su útero y que, independientemente de la edad, la hace permanecer jugosa y sensual.
¿Jugosas y sin un hombre al lado?
Sin un hombre al lado ya lo estamos aunque tengamos maridos, novios y amantes. Recuperar el poder femenino es la llave para salir del aislamiento colectivo.
¿De qué poder me habla?
Del amor bien entendido: intuitivo, erótico, tierno y feroz, a través del cual el hombre podrá verse reflejado y recuperar su dignidad y presencia; únicamente desde ahí se puede establecer el puente creativo y alquímico que auténticamente hay entre los dos.
Eso de amor feroz suena agresivo.
Es eso que tanto temen los hombres, esa necesaria furia femenina que dice las verdades, que reta a la masculinidad inmadura fruto del miedo a su propio femenino. Ese miedo, que los desconecta de las emociones y los deja en el mundo de las ideas, los despoja de su dignidad y los llena de vergüenza y culpabilidad por estar utilizando un poder que no está al servicio de la vida.
¿Cómo conectar con nuestro útero?
Poniendo la atención en esas partes (útero y vagina) abandonadas a la ciencia y al hombre, entramos en una maravillosa aventura de despertar de lo que ya intuíamos.
¿Pero cuál es la vía?
Para mí, la vía más rápida es a través de una danza que nos conecta al movimiento espiral y cíclico del universo, y que nos permite conectar con nosotras mismas y poseer la sabiduría necesaria en cada momento. La observación de nuestro proceso cíclico nos permite despertar los arquetipos femeninos y sanar la herida y la desconfianza entre nosotras herencia del patriarcado.
Ima Sanchís.
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