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14 de noviembre de 2012
EL PRESENTE DEL AMOR PRESENTE.
Frente a cualquier problema o desafío, por grave que sea, es necesario focalizarse en el presente, en las condiciones que se manifiestan realmente ante nosotros. El pasado siempre será tema de juicio o experiencia personal, y cada testigo con pleno derecho lo percibirá a su manera.
Es común proyectar siempre la energía negativa hacia el pasado y la positiva hacia el futuro (aunque eso de cualquier tiempo pasado fue mejor se cita por algo). Los ideales no realizados y los sueños siempre están delante. Sólo a medida que vamos superando la dualidad mental y caminamos por una senda de unidad, el pasado y el futuro se caen de la noria.
En el ahora todo está vivo, los temores y proyecciones desaparecen, sólo queda la realidad desnuda.
En el presente todo es un regalo, las situaciones aunque dolorosas se vuelven apasionantes, y sin calendario ni agenda personal el miedo se disuelve. Incluso ante una situación extrema la pregunta debe dirigirse a este instante: ¿está todo en orden ahora?
Mira hacia dentro, siente el aliento, la energía, el palpitar. Y lo increíble es que la conciencia del cuerpo y de los ritmos vitales crea otra realidad ahora, como si manejásemos la magia de un gran maestro. Todo es función de ir más allá, no sólo del tiempo, sino también del espacio, para alcanzar ese estado de unidad con todas las cosas que nos permite vivir una expansión de la conciencia, como en un momento de meditación profunda.
En ese estado se puede vivir tan intensamente una vida que para el sujeto es como la experiencia condensada de unas pocas horas, y en estos momentos esa activación puede realizarse de manera natural.
Se dice que el amor está detrás de todo lo humano e incluso que condiciona su percepción sensorial, tanto externa como sutil. Sin pasado ni futuro alcanzamos una realidad en la que el amor es la base del cambio y la comprensión. Una realidad que se comenzará a manifestar en las relaciones personales y amorosas, en el trabajo y la amistad, e incluso en la relación con nosotros mismos.
El amor fluye de dentro a fuera, siempre intenta encontrar la manera de salir y sobre todo no debe dejar de circular. Cuando por fin se realiza ese enlace profundo del amor incondicional entre dos personas ya nunca puede desaparecer, porque está fuera del tiempo.
Es el máximo nivel de amor que podemos disfrutar mientras permanecemos encarnados. Y cada vez que lo experimentamos surge con más facilidad en la vida cotidiana. De repente sin saberlo, amamos a alguien sin ninguna razón y no es fácil integrar esta situación con las creencias sociales. Según sentimos este amor con más fuerza y nos atrevemos a experimentarlo, todo irá cambiando, incluso nuestro cuerpo.
En las cuatro direcciones, cada vez hay más gentes con un contrato sagrado, que se esfuerzan sin descanso por adelgazar el velo de la ilusión e incluso por atravesar al otro lado para volver a ser dobles y recuperar nuestra verdadera identidad.
Gracias a ellos, pertenecientes a la primera y segunda oleadas de ascensión (especialmente el primer grupo de los tres que constituyen esta segunda oleada, que llegó hacia 1975), hemos alcanzado un nivel vibratorio superior al que logramos en otros tiempos en lemuria y la atlántida.
Emilio Fiel. Miyo
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