¿Por qué se aconseja no
definirnos?
Porque cada definición es un acto de obediencia.
Cada vez que decimos “yo soy…”, estamos siendo fieles al destino impuesto por
nuestros antepasados. También nuestra sociedad nos encasillará y
clasificará en función de esas definiciones que hagamos.
¿Qué hay de malo en ello?
Cada definición es una etiqueta que nos coloca la
familia: para formar parte de un clan, para convertirnos en víctimas o en
salvadores, para justificar cualquier acto, etc. Definirnos es limitarnos, es no
darnos la oportunidad de cambiar. A cada instante mutamos, lo que éramos hace un
minuto, ya no lo somos y lo que somos cambiará en el minuto siguiente, ¿por qué
ese empeño en fosilizar lo que somos?
¿Y qué hago si necesito ideas o creencias
que me den estabilidad?
Cada vez que nos
aferramos a una idea envejecemos, las ideas deben ser como las camisas que
retiramos cuando ya no nos son útiles. Cada vez que nos describamos, podemos
sustituir “soy…” por “en tal circunstancia pensé, sentí, deseé, hice...”
Si no puedo definirme ¿cómo averiguaré
quién soy?
¿Quién soy? es la
única pregunta que vale la pena formularse y la única que no tiene respuesta. En
cualquier caso, parece ser que el mundo es el reflejo de nuestra propia alma.
Podemos ver quiénes somos por aquello que criticamos en los demás, ya que son
aspectos propios que no podemos ver en nosotros mismos. Lo que admiramos en los
otros también son aspectos nuestros en positivo.
¿Qué somos?
Lo somos todo en potencia. Evitemos las
repeticiones, cortemos los lazos que nos atan al pasado y dejamos
de proyectarnos en el futuro. Tenemos que desprendernos de “máscaras” y aceptar
lo que somos en este preciso instante.
Ese será nuestro punto de partida para
empezar a crecer y a desarrollarnos.
Alejandro Jodorowsky.
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