La escritora Elizabeth Debold ha analizado el papel del principio arquetípico femenino, o de lo divino femenino, en una posible transformación del mundo. Es una revisión de lo divino femenino, con sus luces y sombras, lo que podría generar un nuevo espacio donde se dé otra forma de cooperación entre hombres y mujeres. Pero para ello se necesita un esfuerzo que, por su importancia y necesidad, debe ser considerado como sagrado.
Según Debold, en los últimos veinte años, algo profundo se ha empezado a agitar en el interior de las mujeres, una intención de cambiar la cultura desde sus raíces. El objetivo: generar un nuevo contexto espiritual y ético que equilibre la situación planetaria a través del culto a lo femenino sagrado, que ha sido identificado por diversos grupos de mujeres de distintas maneras.
Algunos de estos grupos definen lo femenino divino como únicamente relacionado con el rol biológico de la madre. Otros, hablan de un “principio femenino” dinámico de la psique humana. Por último, otros grupos reclaman la recreación de rituales de culto a antiguas diosas, para que la divinidad femenina se vuelva más visible y consciente.El elemento común a casi todos estos grupos, es la sensación de que lo sagrado no debe encontrarse en un dominio trascendente, sino que es inmanente a la vida. Por tanto, estas formas de espiritualidad celebran el propósito humano de unificarse con la naturaleza y con los demás, por lo que a menudo festejan el cuerpo, la sexualidad y las relaciones.
De esta forma, se está desarrollando un fenómeno sin precedentes: nunca antes en la historia de Occidente las mujeres habían insistido activamente en que la dimensión sagrada de la vida era un reflejo de su propio género.
Y es que muchos de los males del mundo actual proceden de la radicalización, desarrollada en la modernidad, de algunos de los aspectos de lo masculino, como la separación, falta de empatía, la competitividad, la jerarquización del poder sobre los demás, etc. Pero, ¿qué significaría que lo femenino fuera la solución?, se pregunta Debold.
Y es que muchos de los males del mundo actual proceden de la radicalización, desarrollada en la modernidad, de algunos de los aspectos de lo masculino, como la separación, falta de empatía, la competitividad, la jerarquización del poder sobre los demás, etc. Pero, ¿qué significaría que lo femenino fuera la solución?, se pregunta Debold.
Demasiado fácil resultaría volver a caer en una nueva polarización, en la que señaláramos lo masculino como “malo” y lo femenino como “bueno”.
Evidentemente, existe el deseo común de ir más allá del patriarcado y evolucionar como comunidad humana, e incluso vivir como tal gracias a la aplicación de nuevos valores sociales. Pero la cuestión es: ¿cómo crearemos esa cultura post-patriarcal y qué relación tendría ésta con el principio femenino?
Jung estableció la teoría de que toda la humanidad comparte un área psíquica denominada inconsciente colectivo, y que lo femenino y lo masculino son principios ontológicos tan profundos y arraigados en esa área, que tienden a ser vistos como inherentemente sagrados.
Por tanto, la posible solución podría ser desarrollar una conciencia que incluyera la herencia biológica y cultural y que también la trascienda, es decir, un espacio cultural nuevo y libre de relación en el que se catalice una cooperación entre hombres y mujeres.
Las sombras y las luces de lo divino femenino se convertirían en una nueva expresión de lo femenino divino que quizá pudiera equilibrar la situación del planeta, contrarrestar los abusos derivados de la hiper polarización de la modernidad.
Evidentemente, existe el deseo común de ir más allá del patriarcado y evolucionar como comunidad humana, e incluso vivir como tal gracias a la aplicación de nuevos valores sociales. Pero la cuestión es: ¿cómo crearemos esa cultura post-patriarcal y qué relación tendría ésta con el principio femenino?
Jung estableció la teoría de que toda la humanidad comparte un área psíquica denominada inconsciente colectivo, y que lo femenino y lo masculino son principios ontológicos tan profundos y arraigados en esa área, que tienden a ser vistos como inherentemente sagrados.
Por tanto, la posible solución podría ser desarrollar una conciencia que incluyera la herencia biológica y cultural y que también la trascienda, es decir, un espacio cultural nuevo y libre de relación en el que se catalice una cooperación entre hombres y mujeres.
Las sombras y las luces de lo divino femenino se convertirían en una nueva expresión de lo femenino divino que quizá pudiera equilibrar la situación del planeta, contrarrestar los abusos derivados de la hiper polarización de la modernidad.
Dada la importancia del principio femenino para la transformación del mundo, este esfuerzo en sí mismo debiera ser también considerado como sagrado.
Tendencias 21.
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