Perdemos los nervios, nos dejamos arrastrar por el estrés que alimentamos cada día por darle más importancia de la que tienen a muchas cosas.
Nos enfocamos en pedir y se nos olvida lo que hemos recibido.
Muchas veces confundimos dedicarnos tiempo a nosotros con comportarnos de forma egoísta.
Es necesario dejar de predicar y poner en práctica lo aprendido.
En los actos cotidianos veremos la grandeza de cada Ser.
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