4 de febrero de 2014

RECUPERAR EL SONIDO Y LA VIBRACIÓN PARA SANARNOS.



Estoy escribiendo este artículo tumbado en la hamaca que le compré a un artesano de San Jacinto, un pueblito rural de Colombia en un maravilloso viaje de autoconocimiento. 
He pedido permiso al majestuoso pinar que hay detrás de mi casa para colgar mi hamaca multicolor en la que me encuentro calentándome con el sol y escuchando a los pájaros e insectos a mi alrededor. 
Dejo que mis manos escriban la información que me va llegando…

Antiguamente, los seres humanos vivíamos más conectados con la Madre Tierra. 
Teníamos claro que ella nos proporcionaba el alimento, el oxígeno y los recursos necesarios para vivir. 
Pachamama cuidaba de nosotros junto con el Sol, que nos calentaba y hacía crecer y florecer con su luz una infinidad de árboles y plantas de todo tipo de formas y colores.

Aunque aún quedan algunas tribus de pobladores en nuestro bello planeta que siguen conectados a la Naturaleza amándola, respetándola y fluyendo como un elemento más de ella, la mayoría de los humanos vivimos desconectados de ella, de la Vida y de nuestro Ser Interior.

Cada vez vivimos más afectados por un estrés emocional continuado que se manifiesta a nivel psíquico, físico y energético, fruto de una lucha diaria por adaptarnos a un entorno cada vez más absurdo y desnaturalizado que está destruyendo nuestro planeta.

El sonido y la música eran ampliamente utilizados por nuestros antepasados, a los que menciono en el comienzo de este artículo, como herramienta de conexión, expresión, sanación y crecimiento personal. Desde los aborígenes australianos hace treinta mil años soplando el didgeridoo, a los cuencos tibetanos, pasando por los gongs chinos, los tambores chamánicos en América y la voz cantada, usada en todo el planeta como expresión del alma.
En mi trabajo tengo la suerte de presenciar cada día como la vibración de estos instrumentos ayuda a las personas a desconectar de su programación mental y conectar con su Ser Interior para escuchar sus verdaderos anhelos y necesidades. Desconectar del estrés y conectar con el aquí y ahora, es decir, la presencia. El sonido nos ayuda a liberar emociones atrapadas que nos restan libertad en nuestra toma de decisiones. Nos ayuda a escuchar a nuestra intuición que no es más que el Universo susurrándonos con cariño lo que más nos conviene para lograr la dicha.

Cada día compruebo como la mayoría de las dolencias que padecemos tienen un componente emocional importante que se va manifestando a nivel físico, ya que nuestro cuerpo bajo estrés no es capaz de realizar correctamente sus funciones para recuperar el equilibrio, la homeostasis y adaptarse a las circunstancias externas.

Una de las herramientas que más utilizo son los cuencos tibetanos. Unos preciosos instrumentos dorados fabricados artesanalmente a golpe de martillo sobre una aleación de diferentes metales. El sonido de estos cuencos nos ayuda a alcanzar otros estados de conciencia más sanos. Cada cuenco es un objeto irrepetible con algo que contarnos sobre nosotr@s mism@s y sobre la Vida. Este sonido está en realidad compuesto por muchos sonidos: una nota grave, a la que llamamos fundamental sobre la que cabalgan los armónicos y parciales, que son frecuencias cada vez más agudas.

En mis terapias de sonido voy colocando cuencos de distintos tamaños en contacto con el cuerpo del cliente y haciéndolos vibrar. Se trata de una terapia holística ya que las diferentes frecuencias van armonizando nuestro cuerpo físico, emocional y mental. Las frecuencias más graves son más densas y mueven energía física que se puede sentir como un suave masaje que relaja a la vez que estimula las funciones naturales de equilibrio propias de nuestro cuerpo. Las frecuencias más agudas son menos densas, por lo que son las que armonizan nuestros cuerpos sutiles y apaciguan nuestra mente y nuestras emociones.

Podríamos decir que los sonidos graves nos conectan con la Tierra y los agudos con el Cielo. Las dos polaridades: yin y yang. Energía femenina y masculina. Hoy más que nunca necesitamos recuperar estas conexiones y afinarnos con la Vida para formar parte de ella y fluir.

La música y el sonido han sido y siguen siendo una herramienta muy importante en mi propio proceso de despertar y sanar mis lastres emocionales, aprendiendo a conocerme, reconocerme y quererme para así poder conocerte, reconocerte y quererte. Un proceso de ir diciendo adiós a mis miedos, que son el opuesto al amor.
Guy Gómez Álvarez.

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