Matti Hemmi, el autor del vídeo «¿Te atreves a soñar?», con más de cuatro millones de visitas en internet, es afable, divertido, y como no, un soñador nato.
Su planteamiento vital, es ayudar a la gente a conseguir sus sueños.
«¿Sabes con qué sueñan tus hijos? ¿Les ayudas a conseguirlo o, por el contrario, les desanimas?» Piénsalo por un momento... », «Mi recomendación es que dejes a tus hijos hacer lo que a ellos les apasione. No quiero decir con esto que les dejes estar todo el día tirados en el sofá viendo la televisión o jugando con videojuegos. Hay unos límites mínimos de desarrollo que estoy seguro que sabrás encontrar.
Se trata más bien de educar a los hijos para que funcionen desde la autonomía. Pero lo más importante es que vayas descubriendo cuál es su pasión para dejarles que la cultiven, de exprimir al máximo su potencial», explica.
—Usted en su libro empieza hablando de que todos tenemos una «misión» en la vida. ¿Puede explicar esto?
—Lo primero es saber que hemos llegado a este sitio redondo y azul que se llama Tierra, y tenemos dos metas: una identificar nuestra misión, y otra calcular cómo y cuándo podremos llegar a ella.
¿Para qué hemos venido aquí? En un plano absolutamente práctico, no en plan místico ni religioso, deberíais preguntarnos... ¿qué me sale de dentro, cuál es mi esencia? ¿que podría hacer en la vida que fuera lo que me permitiese ser más feliz?
Esa misión tiene que ver con la vocación, con la pasión, o con esa pulsión interior que no sabemos muy bien de dónde viene pero que nos hace ser más felices.
A su vez para conseguir la misión (o ese destino final) tenemos que tener visión, o lo que es lo mismo, saber cómo y donde quiero estar yo dentro de equis tiempo.
Para mí una obligación fundamental de los padres a la hora de educar sería ayudar a sus hijos a descubrir cuál es su pasión, y ayudarles a confiar en sí mismos para conseguirlo.
—¿Qué recomienda a los padres para que sepan ayudar a los niños a descubrir su pasión?
—Verles jugar, ver qué es lo que más les gusta, cuando disfrutan más, preguntarles... A mi hijo mayor le encanta pintar, y cuanto más le ayudamos a que dedique tiempo a dibujar, más crece su autoestima, más reconocido se siente.
No es tan importante la actividad en sí, si no lo que él siente sobre sí mismo, la imagen que él tiene sobre sí mismo, la autoestima, cómo se percibe.
Y uno de los problemas que tenemos en España y en las culturas judeocristianas es la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Estamos entrenados para que nos machaquen, para buscar al culpable...
—La letra con sangre entra...
—Venimos de un sistema en el que hasta hace poco no se ha entendido la importancia que tiene la educación en el crecimiento del individuo.
Me explico: ya no es que te digan o te dejen de decir, es que tu cuerpo segrega de manera química en función de lo que recibes.
Si te están machacando todo el día, tu generarás una situación de estrés crónico, indefectiblemente crearás una personita machacada que va a tener predisposición a sentirse así.
En cambio si ayudas a esos niños a sentirse bien con lo que hacen, a entender que un error solo significa que no ha salido como esperabas, a que tienen que confiar en sí mismos, generarán endorfinas, dopaminas, serotonina, y sustancias que harán que tengan un cóctel sanguíneo que les hará sentirse bien.
Ya no es un tema solo psicológico. Es que la química o la neurociencia ha demostrado que todo es química en sangre.
Por tanto, si queremos que sean creativos, usen su talento, y pongan la mejor versión de sí mismos a disposición de su propia vida, que sean sus protagonistas, necesitamos ayudarles a segregar en sangre cosas sanas. Aunque suene muy pragmático.
—¿Cuál es su opinión del actual sistema educativo español?
—El sistema no está entrenado para entender la diferencia.
Los niños tienen diferentes estilos de aprendizaje, diferentes formas de posicionarse en las relaciones, pero el profesor se instala en la suya porque no tiene suficiente desarrollo y solo trabaja desde ahí.
Deberíamos mirarnos en el sistema inglés y en lo propugnado por Sir Ken Robinson: Haz que el niño experimente.
Si le vas a enseñar el Congreso, haz que «actúen» en el Congreso. Aunque sea con los clicks. En España primero se enseña la etiqueta, la teoría, y solo a veces se explica para qué vale. No tenemos experiencia.
—¿Qué podemos hacer los padres en casa para no frenar el potencial de nuestros hijos?
—Sobre todo ayudar a que tu hijo experimente lo que aprende en el colegio, que conecte con algo que no son palabras.
En la vida no vas con un libro de teoría debajo del brazo, solo se aprende experimentando. No criticarles cuando hagan cosas diferentes, que te expliquen sus porqués.
Y aceptar como padre que tus hijos tienen su propia forma de ver la vida.
Aceptar que su forma de ser y de hacer no tiene por qué ser la tuya.
Además yo recomiendo hacer siempre ecuaciones positivas. Afirmaciones positivas sobre su «ser» y "hacer" y negativas sobre su «hacer» cuando toquen.
No es lo mismo decir esto lo has hecho mal a decir eres un torpe. Lo segundo es machacarle. También es muy sano que el hijo entienda que tiene que haber un objetivo.
Que las cosas no son automáticas, si no que hay que dedicarles un tiempo, trabajar por ellas. Y enseñarles que además se pueden equivocar.
Que muchas veces no va a ocurrrir lo que ellos quieren, pero que tienen que perserverar. Para esto sería bueno ayudarles a desarrollar la psicología de la resilencia, que es la capacidad de un metal para estirarse y aguantar el golpe.
Para aceptar lo que no esperamos. Para aceptar la dificultad sin convertirnos en unos sufridores.
Pero lo realmente fundamental es enseñar a nuestros hijos a generar alternativas, opciones para llegar, y para pensar en situaciones de conflicto.
Te hará pensar.
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