23 de mayo de 2014

¿QUÉ APRENDÍ DESPUÉS DE UN AÑO SIN DUCHARME?



Ya ha pasado un año desde la última vez que me duché. 
Sí, sé que suena muy mal, y sé que hace un año a mí me habría parecido igual de extraño. 
Lo cierto es que me he estado duchando con asiduidad durante los 26 primeros años de mi vida. Vale, quizás no todos los días, pero prácticamente todos.
La pregunta es: ¿cómo una persona puede estar 365 días sin ducharse? 
Todo empezó con un larga excursión en bici por América para promover la sostenibilidad y una vida respetuosa con el medio ambiente. 
Me comprometí a cumplir una serie de reglas para motivar a más personas. La norma que establecí para el agua, era que sólo podría obtenerla a través de fuentes naturales o grifos con fugas. También llevaba la cuenta exacta de lo que gastaba con el objetivo de demostrar lo poco que necesitamos para vivir.

Pasé los primeros cien días de viaje en bici sin ducharme, tal y como me había propuesto. Pero como todo iba tan bien, decidí seguir con el ciclo antiducha por más tiempo. 
Me propuse llegar a los seis meses, y cuando llegó ese día, me di cuenta de que podría estar un año entero sin ducharme.
Así que aquí estoy, un año más tarde, contándote la historia de mi año sin duchas.
Me imagino que todos estáis pensando que doy asco, ¿verdad? Que huelo como el monstruo de la ciénaga o algo así...
Lo cierto es que no. 
Cuando digo que no me he duchado en un año no significa que no me haya bañado.  
Me bañé en lagos, rios, cascadas, bajo la lluvia y hasta en alguna ciénaga.
He aprendido que llevando una vida natural no necesito productos cosméticos. 

Solo he utilizado algo de jabón ecológico, pasta de dientes natural y aceites esenciales, y he descubierto que funcionan perfectamente. 
En cambio, antes usaba colonias, desodorante, champú, cremas y muchos otros productos plagados de compuestos químicos que he comprobado que no los necesitamos.

¿Sabéis una cosa más? ¡Sigo teniendo amigos!
Nadie tenía la impresión de que yo oliera mal. En realidad, me sorprendí a mí mismo de lo limpio que estaba, igual de limpio que otras personas.

Me di cuenta de que el agua no tiene por qué salir de un cabezal de ducha o de un grifo.
Cuando no había fuentes naturales disponibles, encontraba otros lugares en los que lavarme sin necesidad de producir ningún impacto negativo en la naturaleza. 
Por ejemplo, en Brooklyn, en una boca de incendios que goteaba.
Aprendí que puedo secarme al aire libre sin utilizar toallas, lo que supone un menor gasto en lavandería y un mayor ahorro de agua y productos de limpieza, la mayoría, contaminantes.
Mis momentos de ducha se convirtieron en una forma de conectar con la naturaleza. 
Han pasado a ser mi parte favorita del día, es cuando puedo desconectar del estrés cotidiano y apreciar todo lo que me rodea.

Me enteré de que los estadounidenses gastan, de media, casi 380 litros de agua al día. 

Y en cambio, yo era capaz de vivir con menos de 8 litros al día en lo que duró mi viaje en bici (sin contar las fuentes naturales de agua en las que me bañaba).
Lo más importante es que aprendí a aprovechar hasta la última gota.
Porque el agua nos da la vida, el agua es Vida.

Cuando acabé mi aventura en bici y llegué a casa, volví a mi vida de antes, pero me las apañé para usar entre 40 y 50 litros de agua al día, lo que supone 5 o 10 veces menos de lo que gasta un ciudadano medio estadounidense. 
Ahorré casi 19.000 litros de agua y entretanto me lo pasé muy bien. 
Descubrí que, en realidad, no hace falta dejar de ducharse para ser parte de la solución. 
Hay muchas formas de ahorrar agua y algunas son muy sencillas.
Por ejemplo, puedes:
- Tirar de la cisterna  del baño con menos frecuencia.
- Darte duchas rápidas o cerrar el grifo mientras te enjabonas.
- Poner menos lavadoras y llenarlas siempre.
- Cerrar el grifo en los tiempos de espera mientras te cepillas los dientes o lavas los platos.
- Lavar de forma eficiente y ecológica, sin tantos productos innecesarios.
- Instalar cabezales de ducha y en los inodoros que hagan un uso eficiente del agua.
- Reparar las fugas de agua.
- Crear tu propio huerto en lugar de plantar tanto césped.
- Almacenar el agua de lluvia.
¿Por cuál vas a empezar hoy? 
Puedes elegir uno de estos consejos y, con el tiempo, seguir con los demás. 
Descubrirás que no es tan difícil llevarlos a cabo.
Rob Greenfield.
Traducción: Semillas Solares





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