Vivimos tiempos en que los cambios están al orden del día. A algunas personas nos llegan a través de circunstancias que quizá no esperábamos, a otras nos llegan por consecuencia de las decisiones que tomamos.
¿Qué diferencia hay? Técnicamente ninguna. A menudo la vida te presenta la opción de cambiar y tu eliges, en otras ocasiones el cambio viene y es mejor asumirlo. Pero en definitiva, la adaptación a ese cambio es pieza fundamental en ambas situaciones, se haya elegido o no.
La primera consecuencia de un cambio en nuestra vida es la incertidumbre.
Se nos mueve el piso, se desmonta aquella estructura sobre la cual nos apoyábamos y que nos permitía estar cómodos.
Las preguntas “¿qué voy a hacer?” o “¿cómo voy a seguir adelante?”, aparecen.
Se nos mueve el piso, se desmonta aquella estructura sobre la cual nos apoyábamos y que nos permitía estar cómodos.
Las preguntas “¿qué voy a hacer?” o “¿cómo voy a seguir adelante?”, aparecen.
La incertidumbre, alias “la duda”, nos empuja a conectar con esas zonas personales que no desean cambiar. Nos hace vibrar más bajo, y no nos permite enfocarnos hacia aquellas actitudes, intenciones y energías que nos permitan adaptarnos y superar ese cambio.
Si bien dudar es humano y está ligado a un aspecto de supervivencia (sin la duda o cierto miedo seríamos unos locos sin sentido del peligro), un exceso de ello produce una parálisis en nuestra acción, nos despista del objetivo, nos aleja de nuestro cometido.
En la película AFTER EARTH, el protagonista dice a su hijo esta frase:
“El miedo no es real. El miedo solo puede existir en nuestros pensamientos del futuro. Es producto de nuestra imaginación, causando que le temamos a cosas que en el presente no existen y que quizá nunca existirán. Eso es casi una locura, Kitai. No me malentiendas. El peligro es muy real. Pero el miedo es una decisión. Todos nos estamos contando una historia”.
El mundo está inmerso en una época de grandes cambios. Todos tenemos en nuestro interior ciertas estructuras aprendidas, por la educación recibida o sociales, que nos impiden tomar decisiones que las puedan poner en peligro.
Hacer lo que nos gusta, dedicarnos a aquello que nos ilusiona y nos motiva, estar con las personas que queremos estar… no siempre conjuga con nuestra vida actual; y el cambio no es fácil pues a menudo necesitamos ayuda.
Sea como sea, este momento que estamos viviendo nos pide que tomemos el camino que realmente queremos tomar. Si es por decisión propia, deberemos adaptarnos al cambio de manera activa, y si es impuesto pues debemos encontrar nuestro mejor punto personal, aquél nivel de vibración que nos ayude a generar todo lo que necesitamos para seguir adelante, para ser felices y para obtener recursos.
Adaptarse al cambio, en muchas ocasiones significa no resistirse a él. La adaptabilidad consiste en fluir con la vida, y intentar integrar lo nuevo en ella. Es más difícil cuando esos cambios no son elegidos voluntariamente pero el momento por el que pasamos, la gran transformación que vive el planeta -y nosotros con él-, nos lleva a buscar esa vibración que necesitamos, ese optimismo para seguir adelante, para fluir con lo nuevo y para sacar el máximo partido de todo ello.
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