25 de agosto de 2014

EL CHAMÁN QUE VINO DEL GRAN HIELO. ANGAANGAQ.




Parte I
Angaangaq es un hombre muy cálido para venir del frío ártico. Cuando me lo presentan, me recibe con un cariñoso abrazo de oso y no deja de reír durante toda nuestra conversación.
Encima de la mesa está su tambor de chamán, que lo acompaña a todas partes puesto que es el líder espiritual de las tribus esquimales de Groenlandia.
Además de esto, Angaangaq representa a los pueblos árticos en Naciones Unidas y su gente le ha encomendado una misión que va más allá de cuidar de la salud de los suyos como chamán.
Recorre el mundo enviado por los más ancianos de su cultura para hacernos llegar un mensaje: el Gran Hielo se derrite y nadie debería permanecer impasible.
¿Cuál es la misión de un chamán en el siglo XXI?
Volver a traer las ceremonias. 
Hemos perdido la celebración de la vida. 
Mi abuela me decía que la vida es una ceremonia en sí misma y que merece la pena celebrarla cada día. Pero cuando las ceremonias pierden su espíritu, se convierten simplemente en rituales. 

Y el mundo está lleno de rituales. Cuando miro Europa, incluyendo España, veo que la gente hace cosas porque así deben hacerse. 
En todos esos rituales vacíos, el espíritu hace mucho tiempo que se marchó. La responsabilidad del chamán en el siglo XXI es recuperar las ceremonias para todo el mundo, que es una gran responsabilidad. 
Con las ceremonias conseguimos que vuelva la sonrisa al corazón y, de esa forma, tu cuerpo vive, tu espíritu florece y se hace más fuerte. 
Debemos vivir y celebrar la belleza de nuestras vidas. Cuando miras con el corazón, eres capaz de ver esa belleza increíble.

¿Qué ceremonias podemos hacer nosotros, que vamos por la vida siempre acelerados?

En mi mundo, en invierno, el sol no sale, desaparece, y cuando por fin vuelve, vamos a las montañas todos nosotros y hacemos un pequeño fuego en el suelo porque nos calienta y nos recuerda que la oscuridad se acaba. 
Entonces, la luz del sol empieza a acariciarnos y podemos ver la belleza. 
Los más ancianos dicen que El Más Grande de Todos, el Sol, ama a las personas porque nos da la oportunidad de contemplar la belleza a nuestro alrededor y a cada uno de nosotros. Una ceremonia que se puede hacer en casa es abrir las cortinas y dejarse extasiar por el amanecer, porque ese es el reflejo de tu propia belleza. 
Desde tu corazón piensa que eres hermosa porque el sol es hermoso. Puedes hacer esta ceremonia cada día... y, después de esto, te tomas una taza de café. 

Usted viaja por el mundo con un mensaje de los más ancianos de su cultura. 
Hace muchos años que voy por el mundo dando conferencias en muchas partes. Y he hablado muchas veces del cambio climático. 
Mi responsabilidad es llevar el mensaje de los más ancianos de mi pueblo. Yo soy su portavoz. 
Y cada vez que hablo en esas grandes reuniones ante diez mil personas, todos aplauden y mi ego se hace enorme. Entonces vuelvo a casa y lo cuento. 
Pero en mi pueblo me preguntan: “¿Han escuchado tu mensaje”. “Sí, me han dado una ovación tremenda.” Y de nuevo preguntan: “¿Pero han escuchado tu mensaje?” Y me doy cuenta de que no ha sido así. 
Me quejo a mi madre y ella me dice: “Sabes, hijo, vas tener que cambiar la forma de dar ese mensaje”. Y ella cierra sus ojos, me coge las manos y, con los ojos cerrados, me dice: “Hijo, vas a tener que aprender a derretir el hielo del corazón de los hombres. Solo así tendrán una oportunidad de cambiar y podrán utilizar su conocimiento sabiamente”.
Los políticos no es que no puedan pararlo, es que hacen oídos sordos. ¿Y cómo se consigue derretir el hielo en nuestros corazones?
El Gran Hielo de donde yo vengo es muy grande. 
A menos de cuarenta grados, cuando tocas el hielo la huella de tu mano se queda ahí en un minuto. Es una reacción química sencilla, porque hay 77 grados de diferencia con el calor de tu mano. 
Y esa es la forma en que se derrite el hielo en la tierra. 
El hielo más difícil de derretir es el del corazón de los hombres, pero solo así tenemos una oportunidad de cambiar y de utilizar el conocimiento sabiamente. 
Mira Europa. Todo el mundo conoce el cambio climático, pero nadie se está preparando. La temperatura de la Tierra sigue subiendo, el gran océano crecerá y muchos lugares ahora habitados estarán bajo el agua. Pero nadie piensa en ello. 
Sabemos que el Gran Hielo de Groenlandia desaparecerá, y el del Ártico, y también la Antártida. Cuatro metros es un muro de agua, es más alto que tú y que yo, ¿qué hacemos? 
En Londres se han gastado 16 mil millones de euros en construir un dique; en Venecia, gastaron cien mil millones de euros para salvar la vieja ciudad, pero solo lo han construido un metro de alto. 
Y científicamente sabemos que el agua puede llegar a crecer en este siglo cuatro metros. Tenemos muchas cosas que cambiar. 
Nuestros políticos no van a poder pararlo, ni nuestra economía. O sea que ¿qué nos queda por hacer? Cambiar aquí [se señala el centro del pecho], derretir el hielo del corazón.
La responsabilidad está en ti, en cada uno de nosotros.
Ellos no van a cambiar nada.
Di una conferencia en la Universidad de Cornell, en Nueva York, había muchos profesores y les dije que es muy bueno enseñar a usar sabiamente el conocimiento de los más ancianos, pero los profesores me dijeron: “No podemos hacer eso, nuestra responsabilidad es que los estudiantes pasen los exámenes”. ¡Esa es la universidad!
No estamos enseñando a nuestros estudiantes la verdadera sabiduría.
Así que tenemos que derretir nuestro hielo interior y entender al ser humano en su espíritu.
Continuará ...
Montse Cano.

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