El sol se refleja en el tejado de la iglesia de Schönau (Alemania). Peter Hasenbrink, párroco de esta ciudad de 2.523 habitantes en la Selva Negra, se muestra orgulloso del tejado del templo que “ha vuelto a hermanar a todos”.
Se trata de una gran estructura de placas solares. “Durante años aquí hubo un pueblo dividido por la electricidad, esto es la prueba de que se ha superado”.
“Si en un pueblo conservador como es éste, pudimos deshacernos de los monopolios, la Re-Evolución se puede llevar a todos sitios”.
Es un pueblo de 15 kilómetros cuadrados de extensión que consume 18.670 megavatios hora (MWh) al año. Todo empezó en 1991, cuando tocó renovar el contrato con la empresa que les suministraba energía. La compañía no garantizaba el suministro limpio, ofreció unos 54.000 euros al Ayuntamiento a cambio de prolongar su contrato 20 años. Aquello disparó la maquinaria. También pesó el accidente de la central nuclear de Chernóbil.
En el país de Merkel hay casi mil cooperativas que generan su propia energía y cientos de pueblos que se autoabastacen, y que incluso gestionan su red. Este es un movimiento que va a más. Ocho millones de ciudadanos en el país producen luz con placas solares. La mitad de la energía limpia que se produce está en manos de particulares y el 11% de ganaderos. Los grandes consorcios energéticos solo poseen el 5% de las instalaciones. “Esto evidencia que los ciudadanos pueden tomar parte activa en el crecimiento de las renovables y pasar a ser autosuficientes”
Belén Kayser.Es el momento de la reconversión energética y los alemanes lo tienen claro: el 90% de los ciudadanos apoya la transición. El objetivo nacional para 2030 en materia de renovables es disminuir el 55% de los gases de efecto invernadero y garantizar que la mitad del consumo eléctrico se base en energías limpias.
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