Que la destrucción precede a todo nuevo renacimiento.
Morir y renacer parece la gran ley que ha prevalecido hasta el momento.
Sin muerte no ha existido nueva vida, sin haber derribado lo antiguo nada nuevo ha sido jamás construido. Es la muerte de nuestra imagen aparente, de lo que hemos llegado a ser por fuera, de la falsedad que reflejamos la que debe acabar, para ser de verdad nosotros mismos.
Basta de blanduras y auto satisfacción, de comodidades y puestos vitalicios, cada una de estas situaciones pone en peligro el camino del alma.
Antes o después llegamos a la desesperanza, donde ya no podemos seguir por más tiempo anclados, estamos cansados de sufrimientos y de soledad.
Y entonces dejamos de desear, de exigir cosas a la vida y comenzamos a mirar por la ventana hacia lo desconocido.
No se trata de un fugaz momento de conciencia, sino de procesos acumulativos que cavan cada vez más profundo hacia el misterio inexplicable.
Fuerza, calma en el corazón, y especialmente una confianza inquebrantable en el espíritu y en la diosa.
Así nuestra naturaleza sutil va despertando y el camino se hace paso a paso, sin programas preconcebidos ni discursos mentales.
Emilio Fiel.
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