La navidad tiene muchos significados según el entorno cultural, pero el solsticio de invierno, ese momento en que el recorrido del sol
dibuja su arco más pequeño sobre el cielo, constituye un evento único.
El ciclo de la naturaleza en nuestro hemisferio, marca con el invierno el
momento del año menos luminoso, frío y con menor actividad.
Precisamente por esto, la celebración del solsticio con luz y abundancia, es un punto de inflexión en estos meses que invitan al recogimiento.
Sin
embargo, las actuales fiestas navideñas se han convertido en todo lo contrario
y son un derroche desenfrenado que dura más de un mes.
La
desnaturalización campa a sus anchas en un período del año caracterizado por el consumo excesivo.
Felicitar sin dañar el entorno
No hay mejor felicitación de navidad posible que la del compromiso con nuestros
seres más queridos de reducir nuestra cuota de contaminación.
Nuestra civilización se ha alejado de los ciclos naturales y el invierno se
vive con gran frenesí consumista. El resultado salta a la vista y lo prueba que el 20% del consumo anual se centra en
esta época llamada navidad.
Podemos celebrar unas fiestas más auténticas,
en armonía con el propio ciclo invernal de la naturaleza y fomentando las
relaciones humanas y cercanas.
Buscar la Paz con nosotros y nuestro entorno social y ecológico en este ciclo
del año de reposo natural debería ser lo auténtico.
Experiencias en lugar de consumo
Las fiestas navideñas se caracterizan por la compra de regalos y productos con el objetivo de escenificar la felicidad.
Pero toda esta supuesta
felicidad y la oferta de consumo
parece que no es tan real como nos hacen creer.
La felicidad humana está más arraigada en las experiencias que en la
posesión de bienes materiales. Regalar una experiencia puede ser una buena opción.
Navidad vivencial
El período navideño se inspira en las fiestas de la luz, en honor al solsticio
de invierno, que durante siglos y antes del cristianismo, se celebraba en toda
Europa.
La interiorización a la que conducía vivir los días más cortos del año
era celebrada con el ayuno de la luz.
Hoy esta tradición está prácticamente
olvidada.
El ayuno, en determinados momentos del año, era uno de los grandes
secretos, no sólo para purificar el cuerpo y curar muchas enfermedades, sino
también para depurar la mente. El Solsticio de invierno era y
debería ser un momento del año para mirar dentro de nuestro corazón.
Sería fantástico convertir la celebración del cambio de año en un
compromiso por un estilo de vida más frugal.
Las fiestas
navideñas deberían servir para tomar conciencia de la responsabilidad de cada
uno con el medio ambiente y de las mil posibilidades que tenemos para no dañarlo.
La llegada del Año Nuevo es una invitación a los nuevos propósitos
que contribuirán a convivir en un espacio más armonioso, solidario y
saludable.
Un buen año es aquel en el que somos ricos en la quietud, felices con
el silencio, libres y sabios observando el entorno.
Resumiendo...
• Recordemos que el valor de las fiestas está en poder celebrar un año más con quienes comparten nuestro camino
• Es bueno escuchar y seguir el ritmo de la naturaleza que nos invita al recogimiento y a vivir como invitados responsables de este planeta.
• Racionalizemos el consumo a la hora de comprar regalos y comida, pensemos en la posibilidad que nos brinda compartir experiencias.
• Es un buen momento para plantearse objetivos personales y colectivos para ser más sostenibles, armoniosos y saludables.
Jordi Miralles.
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