El suelo del palacio Ateneo de Lisboa,
está ocupado por lechugas, calabazas y frutas.
Una impresionante lámpara de cristales ilumina el salón. Esta frutería no es una cualquiera.
Una impresionante lámpara de cristales ilumina el salón. Esta frutería no es una cualquiera.
El viejo palacio es el lugar escogido para
vender frutas y verduras que iban destinadas a la basura.
Hace poco más de un año se creó una cooperativa de consumo que compra a los agricultores sus productos que, por tamaño o estética, no entran en lo establecido por la ley y le llamaron "Frutafeia" (Frutafea) y su eslogan es: La gente guapa come fruta fea.
Hace poco más de un año se creó una cooperativa de consumo que compra a los agricultores sus productos que, por tamaño o estética, no entran en lo establecido por la ley y le llamaron "Frutafeia" (Frutafea) y su eslogan es: La gente guapa come fruta fea.
“Un tío mío me contó que el 40% de la
cosecha de sus peras, ni las recogía”. “Se tiran porque simplemente, no alcanzan
el diámetro legal o por su aspecto. Los supermercados dejan de comprar porque
ven que el consumidor, siempre escoge la fruta y la verdura por su apariencia”.
Casi la mitad de la producción agrícola va
a la basura.
El desperdicio alimentario de los países
industrializados asciende a 1.300 millones de toneladas al año, suficiente para
alimentar a toda la población mundial.
Esta cooperativa ha salvado de la basura
71 toneladas de frutas y verduras en un año de actividad. “Desde el primer día
quedamos desbordados. Pensábamos contar con 40 socios y se apuntó un centenar.
Ahora son 480 y en lista de espera hay 2.000 más”.
Joana, de 65 años, es una de las primeras
socias de Frutafeia. “Llevo un año y estoy encantada; el producto es fresco y a
buen precio”. Cada semana se lleva ocho kilos, por siete euros. “Vengo desde
lejos en metro, pero me compensa”. “Los productos son siempre de temporada, se
producen en la proximidad y han sido desechados del mercado por cuestiones
estéticas”.
“Todo lo hemos recogido del campo
esta mañana; lo traemos hasta el punto de entrega, que nos ceden gratuitamente”.
“No hay un perfil dominante. Pensaba
que se apuntarían jóvenes y alternativos, pero no es así. Está totalmente
mezclado, por clases sociales, por géneros y edades, sin que destaque ninguno”
Tristram Stuart, practica desde su
adolescencia el freeganismo: “Cuando acabé el instituto
comprendí que podía vivir de la comida que tiraban los supermercados”, escribe
en el prólogo de Despilfarro, el escándalo global de la comida.
Los agricultores que les venden su cosecha
han aumentado de cuatro a casi cuarenta en este tiempo. “Están encantados.
Vamos a recogerles la cosecha, les pagamos en el acto y cada vez les pedimos
más. A eso se añade un factor moral: el agricultor ve que no va a la basura el
fruto de su trabajo, que no deja de ser algo frustrante”.
A su manera han salvado de la
extinción a 62 tipos de manzanas que crecen en la región y cuyas semillas
guardan. Nacidas en su entorno natural, la herencia genética las hace más
resistentes a enfermedades y plagas que la manzana industrial, pero,
por su tamaño, no llegan al mercado. “Estas manzanas se recogen en otoño y
aguantan en el cesto hasta la primavera. Sin necesidad de frigorífico”.
Javier Martín.Twittear
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