No estoy hablando de la que aparece en los titulares y se expresa cada día a través de un millar de actos de violencia de un extremo al otro del planeta.
Esta es para mi una barbarie o monstruosidad.
Estoy hablando de la pequeña maldad diaria, de lo banal y que flota en el aire todos los días.
Es el chisme pérfido, el que está en cada esquina, el de las cosas hirientes, demasiado numerosas, que están en nuestro entorno.
Actúa como una especie de virus contra el que no hay ninguna vacuna.
Lo asombroso es que damos todo tipo de excusas para ello, por ejemplo: "es humano", "nadie es perfecto" o "estoy en mi derecho".
Ante su presencia, muchos lo aceptan como algo inevitable y que es normal vivir con ello, sin ninguna necesidad de que sea removido, como hacemos con la maleza del jardín.
Personalmente, admito que esta actitud, ante el mal pernicioso que ha alcanzado nuestra especie, siempre me ha hecho reaccionar.
No puedo acostumbrarme a él...
Siempre me he preguntado, en general, por qué no se hace nada en nuestra sociedad para frenar su desarrollo y buscar una cura para que, este veneno interno, no siga extendiéndose.
¿Dará alguna satisfacción difundir chismes y calumnias?
¿Dá satisfacción mentir y manipular situaciones?
A veces me pregunto si esta pequeña maldad no será el resultado de estar arraigada en la cultura, en la sociedad, desde hace mucho tiempo.
Una cultura que nos convenció, a unos más que a otros, que la vida es una lucha constante en la que están justificados, todos los disparos.
Se habla de cambiar la consciencia, de transmutar la mayor parte de nuestra especie y del planeta, se habla de una nueva era y de una inevitable revolución en las actitudes, incluso algunos hablan de que nos espera una ascención...
Todo esto está muy bien, pero ¿Seguir hablando de las mil pequeñeces cotidianas que tendríamos que hacer o no hacer para ser mejores seres humanos, cuando muchos están más centrados en sus necesidades, ayuda?
Es la purificación de nuestro ser interior y social lo que más urge en esta encrucijada en la que nos encontramos hoy.
¿Por qué la maldad?
¿Por qué continuar con este juego?
Tal vez, sólo podemos admitir individualmente que hemos entrado en un callejón sin salida colectivo, que no hemos explorado suficientemente y que ahora, es el momento de leer la vida de otra manera.
No con nuestros reglamentos o leyes sólo para nosotros, sino a través de las leyes del equilibrio.
¿Desafiante?
Es posible, pero estoy convencido de que no tenemos otra opción.
La creación de un mundo mejor no sólo es responsabilidad de los gobiernos que elegimos o aceptamos pasivamente.
Es sobre todo, nuestra, es nuestra la decisión de limpiar nuestro universo interior.
Extraer nuestra mezquindad, lavar nuestras almas, recordar nuestro destino original y regenerar la simplicidad de la sonrisa es nuestro desafío.
¡No es cuestión de creencias, es cuestión de sentido común!
Por mi parte, no me interesa, contrariamente a lo que algunos puedan creer, probar la existencia del alma o de los mundos invisibles.
Mi compromiso real es diferente.
Creo que necesitamos desinfectar nuestro interior.
Es por esto por lo que trabajo y me expreso porque, lo cierto es que así como está el mundo, nunca podrá reflejar lo que somos.
¿Esperamos paz, alegría de vivir, amor, abundancia y felicidad?
Pues empecemos a sembrar esas semillas con nuestras palabras y acciones.
¿Y si también empezamos a hablar de bondad?
La palabra bondad, es una palabra rara y su significado hoy en día, lo es aún más, incluso en el entorno de quienes se hacen llamar espirituales.
¿Queremos que este mundo cambie?
¿Queremos sembrar la bondad en nosotros y en nuestro entorno?
¡La pelota está en tu tejado!
Daniel Meurois
Traducción: Semillas Solares
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