¿Alguna vez te has preguntado cuántas decisiones tomamos al día? Es prácticamente imposible saber la cifra exacta, porque son muchas aunque no seamos conscientes de ello.
La gran mayoría se realizan de forma inconsciente, ya que el cerebro toma las decisiones en “piloto automático” en función de todo el historial de la persona. ¿Y por qué lo hace? Para evitar el volvernos locos.
¿Es necesario este piloto automático? Sí, para pequeñas acciones mecánicas (lavarnos los dientes, conducir, escribir…), pero no para todas las decisiones.
¿Alguna vez te has preguntado qué hubiera pasado si en lugar de haber hecho X hubieras hecho Y? ¿Te has arrepentido de no haber tomado la decisión contraria? ¿Has dado gracias por haber tomado la decisión correcta y haberte librado de algo peor?
Cada día tomamos pequeñas decisiones que aparentemente no nos afectan en nada: dar un paso justo al frente, o girando un grado a la derecha. En este preciso momento no apreciamos la diferencia, pero si trazamos una línea vertical que continúe en la misma dirección de nuestros pasos, poco a poco las líneas se irán separando. Y en un tiempo, la línea del paso al frente estará a kilómetros de distancia de la del grado a la derecha. Por tanto, una pequeña decisión puede determinar que llegues a Londres o a Ámsterdam.
¿Pero qué pasa si en lugar de girar un grado, doy un giro de 90º? Que en lugar de llegar a Londres, llegaría a Túnez. Y eso sí que es una diferencia abismal. ¿Es mejor o peor un destino que otro? Todo depende de lo que tú quieres y del estilo de vida que te hace feliz.
Las decisiones que tomamos son la causa directa de nuestra felicidad o infelicidad.
Pero la mayor causante de infelicidad es la ausencia de decisiones en nuestra vida. No hay nada que genere mayor sufrimiento que la duda, porque la duda nos mantiene estancados. Si nos estancamos, no avanzamos. Si no avanzamos, dejamos de crecer. Y si dejamos de crecer, comenzamos a morir. Es por ello que lo mejor es que comiences a tomar decisiones.
Y si quieres ser feliz, sólo tienes que asegurarte de tomar BUENAS DECISIONES. ¿Y cómo podemos tomar buenas decisiones? Teniendo clara tu meta final. Si no sabes a dónde vas, puedes ir por la vida como un pollo sin cabeza y quedarte dando vueltas en el mismo sitio. Pero si no quieres quedarte estancado, tendrás que avanzar en alguna dirección. Así que lo primero de todo, DEFINE A DÓNDE QUIERES LLEGAR. Para ello responde a la siguiente pregunta:
¿Dónde quiero estar dentro de 5 años? Cierra los ojos e imagínatelo con todo lujo de detalles:
- ¿Dónde vives?
- ¿Con quién?
- ¿A qué te dedicas?
- ¿Cuáles son tus aficiones?
- ¿Cuánto dinero ganas?
- ¿Cuál es tu estado de salud?
- Una vez que lo tengas definido, grábate esa imagen a fuego en tu cabeza. Y cada vez que tengas que tomar una decisión, pregúntate ¿Ésta decisión me acerca a mi objetivo o me aleja de él?
Te aseguro que funciona y que, al tener en cuenta el resultado a largo plazo, comienzas a tomar BUENAS decisiones. Quizás en este momento no te apetece hacer ejercicio, comer sano, tomar tus vitaminas, etc, pero si en 5 años te quieres ver con salud, tomarás la decisión de levantarte del sofá y hacer lo que haga falta para conseguirlo. Quizás tengas que decidir hacer ahora un trabajo que no te gusta, porque ése trabajo te va a permitir tener el dinero suficiente para realizar tu trabajo como artista en el futuro.
Cuanto más grande y motivadora será tu visión, mayor será el disfrute.
Sara Fernández.
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