¿Cuándo fue la última vez que te reíste a carcajadas?
¿O que pasaste la noche sin dormir tocando la guitarra, bailando sin parar? ¿Cuándo fue la última vez que diste un abrazo que durase más de ocho segundos?
¿O que pasaste la noche sin dormir tocando la guitarra, bailando sin parar? ¿Cuándo fue la última vez que diste un abrazo que durase más de ocho segundos?
Qué lejos queda aquella sensación de estar vivos, como la que teníamos cuando éramos niños y podíamos pasar horas jugando.
Pero no hace falta remontarnos tanto, porque también parece muy lejos el pasado verano, nadando en la playa, sintiendo en los pies el tacto de la arena, durmiendo pocas horas y queriendo aprovechar cada minuto con los amigos sin mirar el reloj…
“Cuando éramos niños nos enseñaron a caminar y a hablar, para luego pedirnos que nos estuviésemos quietos y callados”.
Nos han enseñado a ganarnos la vida pero no a vivirla. Trabajamos para poder viajar, aprender, experimentar… pero muchas veces somos como pájaros dentro de una jaula, encorsetados entre corbatas y tacones o presos de un reloj.
Sentados durante horas delante del ordenador, vamos perdiendo la ilusión, y atrofiando muchas capacidades innatas como sonreír, cantar, saltar o correr.
Dejar que esta dinámica social nos absorba es darnos por vencidos.
A veces esperamos a que termine la semana para que sea viernes, el año para que sean vacaciones y la vida para ser felices…”.
La vida de las personas protagonistas, de las que toman decisiones, no es una vida menos complicada pero es una vida que se transforma a medida que la vives, que se comprometen desde su pasión, su motivación y sus ganas de vivir y ofrecer lo mejor en cada momento.
Una vida en la que sabes que la energía que inviertes en tus sueños, la recuperas multiplicada en forma de satisfacción, más ilusión, más felicidad, relaciones más auténticas y más alegría de vivir.
Beatriz Arisa
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