La vida
es compleja pero también es muy sabia.
Muchas
veces, son los pequeños detalles los que actúan como detonante y hacen que algo
despierte dentro de nosotros.
Esto es
lo que le ocurrió a Ferdinand Cheval
en abril de 1879.
Un
cartero francés de 43 años, que tropezó con una piedra mientras hacía su reparto
diario. Cheval cogió la pequeña roca y la guardó.
Recogería
piedras similares a la que se cruzó en su camino y, con ellas, construiría con
sus propias manos el palacio de sus sueños.
Los
siguientes 33 años, el cartero aprovechó su ruta diaria de más de 20 kilómetros
para recoger piedras y llevarlas a su casa.
Al
principio las transportaba en sus bolsillos, luego en una cesta y finalmente en
una carretilla.
Los
vecinos lo consideraban una especie de ‘loco del pueblo’, pero en 1912 todos se
quedaron asombrados cuando dio por finalizado el ‘palacio ideal’, uno de los máximos
exponentes del arte marginal.
Cheval
pasó las dos primeras décadas levantando los muros exteriores del palacio donde mezcló estilos con inspiraciones bíblicas y de
la mitología hindú.
Un
palacio único en el mundo.
Su obra ha servido de inspiración para otros artistas como por ejemplo Pablo Picasso.
El Idealista
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Su obra ha servido de inspiración para otros artistas como por ejemplo Pablo Picasso.
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