Cada día hay un fuego distinto que apagar y las soluciones de ayer pueden ser inútiles para hoy. Es necesaria la confianza para no rompernos bajo el azote de algún huracán.
Ser flexible implica adaptarse a nuevas situaciones y a otros puntos de vista, aprender con rapidez y no aferrarse al mundo conocido. Fluir con el viento, adaptarnos a las pruebas cotidianas y a las personas con las que compartimos el viaje, con humor y desapego.
La mente rígida
Ya en el siglo XIX, se apuntaba que “no es la más fuerte de las especies la que sobrevive, sino la más adaptable a todos los cambios”.
Ante la necesidad, la humanidad ha sabido reinventarse. Ha sido capaz de abandonar la selva, cultivar alimentos y construir hábitats para protegerse.
Por el contrario, “la mente rígida se resiste a cambiar comportamientos, creencias y opiniones, aunque la evidencia y los hechos le demuestren lo contrario”.
La rigidez no solo no ayuda a adaptarse a las nuevas situaciones, sino que nos aleja de la felicidad. Y quien padece de rigidez, a menudo no es consciente de ello, ya que acostumbra a atribuir todos sus males al exterior.
¿Cuáles son los síntomas de la rigidez?
• Creencia de que existe una sola verdad aceptable.
• Necesidad de tenerlo todo bajo control.
• Cambiar es visto como una debilidad.
• Insistencia en lo que se piensa, siente o hace, aunque la realidad demuestre lo contrario.
• Todo es blanco o negro, no se tienen en cuenta los matices.
• Extrae conclusiones rápidamente.
• Cree más en la razón que en la evidencia.
• No profundiza ni escucha las voces disidentes.
• Piensa que quien no está a su favor, está en su contra.
• Necesidad de tenerlo todo bajo control.
• Cambiar es visto como una debilidad.
• Insistencia en lo que se piensa, siente o hace, aunque la realidad demuestre lo contrario.
• Todo es blanco o negro, no se tienen en cuenta los matices.
• Extrae conclusiones rápidamente.
• Cree más en la razón que en la evidencia.
• No profundiza ni escucha las voces disidentes.
• Piensa que quien no está a su favor, está en su contra.
El arte de cambiar de opinión
Acostumbrados a pensar de determinada manera, no resulta fácil “cambiar de chip”, como se dice vulgarmente. El cambio de mentalidad es propio de los primeros años de vida, ya que después, a la mente le cuesta mucho virar con facilidad. El motivo es que desarrollamos puntos de vista y opiniones muy sólidas y resistentes al cambio.
Si miramos las biografías de los emprendedores que, partiendo de la nada, han dejado huella, veremos que la flexibilidad a la hora de cambiar de planteamiento y dirección, ha sido uno de sus secretos.
Es el caso de Richard Branson, creador del imperio Virgin. Empezó vendiendo discos en el maletero de su coche, se atrevió a grabar un trabajo tan singular como Tubular Bells, de un entonces desconocido Mike Oldfield, que había sido rechazado por todos los sellos discográficos. Era el principio de una carrera meteórica.
Pero Branson no se detuvo en el negocio música. También fundó la compañía aérea Virgin.
Preguntado sobre cómo conseguía llevar a cabo todos sus proyectos, Branson comparte sus cinco reglas:
Seguir las pasiones Si te fascina volar, trabaja en una línea aérea.
Mantener lo sencillo Deshacerte de todo lo que no usas, simplifica y sabrás dónde está cada cosa y mantendrás el enfoque en lo que es importante.
Buscar gente afín a ti
Reinventarse
Jugar Ríete, disfruta... la vida es un juego, no te lo tomes en serio.
La paciencia del bambú
Un inspirador texto oriental nos habla de algo muy especial que sucede con el bambú japonés y que lo convierte en algo no apto para impacientes.
El agricultor siembra la semilla, la abona y se ocupa de regarla constantemente, pero durante los primeros meses no sucede nada visible. De hecho, no ocurre nada con la semilla durante los primeros siete años, hasta el punto que un cultivador inexperto puede pensar que ha comprado semillas estériles.
Quizá por la misma impaciencia, muchos de los que buscan resultados a corto plazo abandonan justo cuando estaban a punto de conquistar la meta.
Hasta que, de repente, durante el séptimo año, en solo seis semanas la planta de bambú crece... ¡más de 30 metros!
¿Tarda solo seis semanas en crecer? Noooooo. La verdad es que se ha tomado siete años para crecer y seis semanas para desarrollarse. Durante los siete primeros años en los que no parece moverse, este bambú hunde en la tierra largas raíces para sostener el crecimiento que vendrá después.
El bambú japonés nos enseña que, en la vida, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos inmediatos, sin entender que el éxito es el resultado del crecimiento interno y siempre requiere su tiempo.
Del mismo modo, en los momentos de aparente estancamiento, cuando la dificultad parece eternizarse, nos encontramos a menudo frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo. Esto pone a prueba nuestra paciencia. Cada vez que eso suceda, debemos recordar la lenta maduración del bambú japonés. Nos enseña que no hay que abandonar porque no veamos aún el resultado esperado, ya que sí que está sucediendo algo dentro de nosotros: estamos creciendo, madurando.
Por eso, si somos flexibles y pacientes como el bambú, los resultados acabarán llegando.
Francesc Miralles.
Twittear
Twittear
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Quieres comentar sobre el Blog?