25 de mayo de 2015

POTENCIAR LA ARMONÍA EN EL HOGAR.

El Feng Shui es una disciplina tradicional china que aboga por la existencia de un aliento vital o energía (Chi), cuyo flujo se ve modificado por una serie de factores que inciden en el espacio. Entre ellos destaca la orientación de las casas, las estancias y los objetos, la forma y disposición de los elementos de la vivienda y los cambios que ocurren en el entorno. 
Las palabras Feng y Shui significan, respectivamente, "viento" y "agua", dos elementos que deben estar en equilibrio. Así, su aplicación en los hogares crea espacios armónicos que contribuyen a mejorar el ánimo y la salud de sus habitantes.

A lo largo de la historia, todas las civilizaciones han creado mecanismos para adecuarse al territorio, desde habitar en zonas protegidas por montañas y próximas a ríos hasta la construcción de núcleos urbanos en los que predominan criterios geográficos y estratégicos.
En la antigüedad surgió el Feng Shui, una disciplina nacida de la filosofía taoísta que estudiaba la relación entre el ser humano y su entorno para mantener un equilibrio energético en una realidad de cambio permanente. 

Sus conocimientos se fueron transmitiendo de forma oral de maestro a discípulo durante generaciones; el maestro guiaba al alumno en la observación de la naturaleza para que este llegara por sí mismo al auténtico conocimiento.
La teoría tradicional del Feng Shui comparte principios con la medicina tradicional china y algunas artes marciales, como el tai-chi y el qi gong (chi kung). 
Sus principios son tres: el chi, o la circulación de energía universal; el principio cósmico del yin-yang, que se corresponde con la visión dual de la realidad; y los cinco elementos o estados en los que se manifiesta la energía (fuego, tierra, metal, agua y madera). 
Todos ellos simbolizan los procesos naturales de cambio constante en todo lo que nos rodea.  
Tras siglos de observación, detectaron que variables como los ciclos del tiempo, las formas naturales y la ubicación espacial incidían en el comportamiento humano. 
De la misma manera que un árbol nace y crece adaptándose al medio en el que vive, en el que inciden factores como la luz, la cercanía del agua o su posición con respecto a otros árboles, el feng shui considera a las viviendas como organismos vivos con capacidad energética propia, sujetos a cambios y evoluciones. 

El ser humano está afectado al influjo de los constantes cambios cósmicos: por ejemplo, a la inclinación del eje de giro de la tierra y al movimiento de rotación alrededor del Sol que dan lugar a las estaciones del año. Otros cambios energéticos son los producidos por la Luna, que afecta a las mareas.
Los cambios naturales no pasaron inadvertidos a los antiguos maestros chinos, quienes los sintetizaron en complejas combinaciones matemáticas que describen la evolución energética del paso del tiempo. Los espacios construidos, considerados como seres vivos, también están afectados por la evolución temporal; de ahí que se pueda estudiar la energía de una ciudad, un edificio o una estancia tomando como referencia su momento y lugar de creación.
A una vivienda proyectada según el feng shui se accede a través de un recibidor o espacio protegido que hace de filtro entre el mundo exterior y el interior. 
El distribuidor da acceso a las zonas públicas de la vivienda, como la sala de estar o el comedor, tras las cuales se sitúan las más resguardadas, como los dormitorios. 
Una cocina que muestra alimentos naturales y que permite la reunión de la familia en torno a una mesa sólida, se considera una garantía de buena alimentación y salud. 
La dualidad yin-yang está presente siempre en la concepción de un hogar: la sala de estar es el lugar más luminoso, abierto y comunicativo, mientras que en los dormitorios predomina una energía más introspectiva y tranquila. 
Esta energía debe plasmarse tanto en el uso y las formas como a través de los colores, muebles y complementos.
La ubicación de una vivienda se determina en relación a diversos factores. 
El edificio se alimenta de la energía que recibe la fachada principal; por lo tanto, será necesario que esta se abra a un paisaje agradable. Por el contrario, la parte posterior debe estar resguardada para ofrecer protección a sus habitantes. 
Además, se tiene en cuenta la energía de la Tierra, evitando que haya flujos eléctricos o magnéticos naturales, y también la energía del cielo, procurando que la vivienda se bañe tanto de luz solar como de luz de luna. 
Otro factor considerado son los vientos dominantes, ya que el aire que circula debe llenar la estancia de energía positiva. 
La relación con los edificios vecinos, por su parte, debe estar equilibrada respecto a altura, geometría y proyección de sombras. 
Se evita, asimismo, la posible incidencia de formas puntiagudas o agresivas en el entorno que emitan ondas de forma violentas hacia el edificio.
En el Matsya Purana, un texto hindú del s. III a.C., se narra una antigua disciplina hinduista que estudia la influencia en las personas de los distintos aspectos que intervienen en la construcción de edificios, como la orientación, la distribución de los espacios, las dimensiones y los materiales. 
Todos ellos pueden contribuir a la vida armoniosa o, por el contrario, impedir que la energía fluya y repercutir de forma negativa en el bienestar de sus habitantes.
A través de la historia, la cultura occidental también ha aportado saberes relacionados con la influencia del entorno y la arquitectura sobre el ser humano. 
La geomancia, entendida en un sentido amplio, sirvió a los constructores para analizar la intensidad vital de un lugar y relacionar la energía natural de la Tierra con las influencias astrológicas del cosmos para determinar cómo afectan al ser humano. 
Este método, que incluye análisis geométricos, cosmológicos y topográficos, se ha utilizado desde la antigüedad, por ejemplo, en la ubicación de menhires y dólmenes, o para determinar la posición y localización de las grandes catedrales europeas.
La Pachamama es una deidad andina que representa a la Madre Tierra. Su veneración protege a los seres humanos, los abastece de alimentos y posibilita su vida favoreciendo la fertilidad. 
La Tierra, por lo tanto, es considerada como la gran proveedora de cobijo, vida, salud y prosperidad. La Pachamama, o energía de la Tierra, se concentra con más intensidad en ciertos lugares, como manantiales o montículos o valles.
La neuroarquitectura es una disciplina que estudia el modo en que afectan las características del entorno a la conducta del ser humano. 
Mediante pruebas con diversos aparatos, demuestra cuáles son las respuestas psicológicas de los individuos frente a diversos estímulos espaciales. Así, detecta cambios físicos (presión sanguínea, segregaciones hormonales, etc.) en los sujetos expuestos a espacios con variaciones de colores en las paredes, de las proporciones geométricas de los espacios o de la incidencia de la luz para confirmar que las características de los espacios que les rodean alteran o afectan a su biología. 
Sin embargo, la arquitectura no solo debe garantizar una mejora física respecto a los factores climáticos, sino que también debe responder a las necesidades psicológicas de los habitantes de un espacio. 
Existen relaciones claras entre los estados de ánimo de los moradores y las características físicas de un lugar. 
  • Vivir en espacios amplios y ordenados proporciona una serenidad visual que se materializa en una tranquilidad mental y buena salud. El orden y la limpieza permiten que la energía fluya libremente.
  • En cambio, los lugares desordenados y lúgubres transmiten inseguridad y malestar a sus usuarios, bajan sus defensas y se activa el mal humor, la apatía y posible depresión.
  • Atresmedia.


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