¡No me grites que no te escucho!
Es frecuente darse cuenta de que en el mundo de la
comunicación, ocurren hechos muy sorprendentes.
Tomemos por ejemplo cuando uno le dice algo a otra
persona y esta reacciona de una manera totalmente distinta a la esperada.
Es como si diese la sensación de que en medio de la
comunicación entre dos seres humanos, algo invisible y potente, interfiriera y
generase todo tipo de distorsiones, cómo el mensaje que se quiere comunicar
se emite y, cómo este se recibe en el otro lado.
Todo el potencial creativo que encierra nuestro
cerebro está muy influido por la situación emocional que experimentamos en cada
momento.
Si nos sentimos alegres, entusiasmados, apasionados
por algo, la creatividad tiende a fluir. De hecho, las personas creativas, en
líneas generales, suelen poner una gran pasión en lo que hacen.
Por el contrario, cuando nos llenamos de miedo o de
ira, se produce como una especie de tapón en ese «grifo» de la creatividad y
esta deja de fluir.
El problema y el desconcierto surgen en la forma en la
que las personas informamos a los demás de que nuestras necesidades no están
cubiertas y de que necesitamos ayuda.
Es aquí donde el fallo ocurre, ya que no hemos sido
entrenados para manifestar esta petición de una manera que realmente
ayude.
¿Mejor hablar que callar?
La falta de un canal adecuado para expresar nuestro
sentir parece obvio si observamos la gran tensión que se genera en muchas de
nuestras comunicaciones y que distancia por igual a padres y a hijos, a marido
y mujer, a amigos y a compañeros.
Por unas u otras razones, hemos aprendido desde
pequeñitos que era mejor callar nuestro sentir que expresarlo.
Nos hemos vuelto unos expertos a la hora de mandar
algunos de nuestros sentimientos como la ira, el miedo, la frustración y la
desesperanza al sótano de nuestra casa y hemos pensado que se quedarían allí
quietecitos y sin protestar.
Como desde el piso de arriba no oímos sus golpes ni
sus protestas, no nos damos cuenta de que nuestra casa retumba por
doquier.
Sin embargo, llega un momento en que esas emociones se
escapan del sótano y salen como un torbellino, mientras arrasan todo lo que
encuentran a su paso.
La falta de destreza en la gestión de nuestras
emociones es una de las principales causas por las que enfermamos.
ACYV
Twittear
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Quieres comentar sobre el Blog?