Es una práctica de raíces budistas pero sin sus connotaciones religiosas.
Consiste en tomar consciencia del momento presente, atendiendo a las emociones.
Niños y profesores lo practican después del recreo.
Cuando los alumnos de 3º de Infantil regresan del recreo, se sientan en el suelo del aula formando un círculo.
Adoptan la postura del loto, cierran los ojos, respiran hondo y elevan las palmas de las manos al estilo hindú mientras cantan un mantra.
En la pizarra digital, una flor abre y cierra sus pétalos. Tienen sólo cinco años, pero mantienen la concentración como yoguis experimentados.
En la pizarra digital, una flor abre y cierra sus pétalos. Tienen sólo cinco años, pero mantienen la concentración como yoguis experimentados.
Llevan tres cursos utilizando esta herramienta, la de tomar consciencia del momento presente, atendiendo a pensamientos, emociones y sensaciones corporales con una actitud de curiosidad, interés y aceptación. Sin juzgar. Disfrutando del aquí y ahora. Aceptando la realidad tal cual es.
Estudios científicos aseguran que los meditadores tienen mayor densidad neuronal, son más felices y menos propensos a sufrir depresión.
Desde hace unos pocos años, el mindfulness también se pone en práctica en algunos colegios e institutos españoles, tanto públicos como privados.
El Gobierno de Canarias ha sido pionero al implantar por primera vez este curso una asignatura obligatoria y evaluable que se llama Educación Emocional y que incluye mindfulnessen al plan de estudios.
Su objetivo es que «el colegio sea un espacio de calma, de sosiego» donde los niños dejen a la entrada los problemas que puedan traer de casa. Antes formaban un grupo «muy movido» en el que había niños con «un comportamiento muy difícil por sus circunstancias personales, familiares, sociales o económicas». Pero, tras la puesta en marcha de un proyecto de transformación en el que se ha introducido el mindfulness, entre otras herramientas, la situación se ha dado la vuelta de forma significativa.
«Los niños dicen que se sienten más a gusto y que, después de esta actividad, están más tranquilos para realizar el trabajo. El momento de la relajación se ha convertido en un momento de placidez y de mirarse a sí mismos. Aprenden a respetar al otro. Les ayuda a tomar los aspectos positivos del silencio y de la paz. Algunos trasladan lo aprendido a sus casas, y también a su vida».
Lo que dicen las investigaciones, en síntesis, es que los estudiantes mejoran su concentración y su atención; regulan sus emociones; disminuyen la ansiedad, el estrés y la fatiga; refuerzan la autoestima y sus habilidades sociales; potencian la empatía, y adquieren mayores destrezas académicas.
«El mindfulness se puede aplicar en cualquier situación, en momentos en que se exige concentración o cuando hay un conflicto en clase. Con ejercicios cortos es suficiente».
«Si logramos que los niños, desde edades tempranas, aprendan a vivir de un modo más consciente, estaremos educando a personas libres y responsables, más capaces de ser dueñas de su propia vida y de ser felices».
«Es una herramienta muy potente para que los niños empiecen a tomar consciencia de lo que les pasa. Ayuda a regular las emociones y a entrenar la atención. Una profesora me contó que hacía cinco minutos de meditación antes de empezar la clase. En una ocasión faltó al colegio y los niños, que ya habían cogido el hábito, tenían tantas ganas de hacerlo que se organizaron para que la meditación la dirigiera ese día una de las alumnas».
Pero, ¿por qué necesitan meditar los niños? ¿Tan estresados están?
«Han cambiado mucho las expectativas que tienen los padres en relación a sus hijos. Valoran más que saquen buenas notas que el hecho de que aprendan a resolver un conflicto o a saber disfrutar de lo que están haciendo. Los niños están hiperestimulados y estresados, son un reflejo de los padres. Estamos viendo que en las aulas se muestran muy inquietos. Hay que hacer cambios para que todos estemos mejor. ,Es importante introducir momentos de paz, enseñar a que se puede estar en silencio sin hacer nada».
¿Y cómo se hace?
El mindfulness es meditación, pero también más cosas. Los niños se dan masajes por turnos para relajarse y para «aprender a cuidar unos de los otros».
También llaman al guerrero: un alumno se pone las manos en la tripa y sopla fuerte hacia fuera, con los ojos cerrados. Así expulsa la rabia y es consciente de ella.
Los niños de hoy en día, con tantos móviles y vídeojuegos, están expuestos a miles de estímulos que alteran su concentración. Tienen demasiada información y no aciertan a procesarla bien. Muchos son chicos multitarea que hacen varias cosas a la vez: desayunan mientras ven la tele; se lavan los dientes mientras chatean con sus amigos. Les falta disfrutar sin más del momento presente.
Está también el famoso saboreo, la actividad que más les gusta a los niños.
La profesora reparte monedas de chocolate.
Se trata de descubrir la textura, el olor y el sabor del dulce y no pensar en otra cosa más que en las sensaciones que transmite. Primero tocan la moneda con los ojos cerrados, aprecian la forma y la rugosidad del envoltorio. Después la huelen, se la acercan a la boca... Se concentran en lo que están haciendo. Mordisquean un trozo y notan cómo se va volviendo más blando. El proceso puede durar una eternidad: cinco minutos. Cuando la música cesa, estos niños de 10 años hablan de lo que han sentido. «Habéis comido chocolate miles de veces, pero ¿a que no habíais sido conscientes antes del sabor que tenía?», les pregunta la maestra.
Todos los alumnos coinciden en que es el mejor chocolate que han probado en su vida.
Olga Sanmartín
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