Tiene fama de ser capaz de identificar karmas y mostrar el camino adecuado para cada uno.
Confiesa haber estado completamente loco en algún momento de su vida, haber muerto en un accidente y regresado a su cuerpo.
Expone cuáles son los problemas y temores que se repiten
entre quienes le consultan y comparte sugerencias para encontrar la felicidad.
Tom
Heckel lleva casi 50 años ejerciendo como consejero psíquico.
Nació en Estados Unidos y para no ir a la guerra de Vietnam, se fue a viajar por el mundo.
Cuenta que peregrinó por varios países, entre ellos India, donde vivió por largo tiempo con anacoretas y tuvo que mendigar para alimentarse. Intensas vivencias místicas le provocaron un estado de iluminación que lo llevó a desarrollar la capacidad “de ver el alma de las personas".
Cuenta que después de haber recibido parte de la formación tradicional de los anacoretas hindúes y la sabiduría de diferentes maestros, emprendió un segundo peregrinaje hasta una caverna de Los Himalayas donde sobrevivió al frío, al hambre y a las fieras antes de volver a la civilización.
Nació en Estados Unidos y para no ir a la guerra de Vietnam, se fue a viajar por el mundo.
Cuenta que peregrinó por varios países, entre ellos India, donde vivió por largo tiempo con anacoretas y tuvo que mendigar para alimentarse. Intensas vivencias místicas le provocaron un estado de iluminación que lo llevó a desarrollar la capacidad “de ver el alma de las personas".
Cuenta que después de haber recibido parte de la formación tradicional de los anacoretas hindúes y la sabiduría de diferentes maestros, emprendió un segundo peregrinaje hasta una caverna de Los Himalayas donde sobrevivió al frío, al hambre y a las fieras antes de volver a la civilización.
¿Cuáles son los problemas más frecuentes que la gente trae consigo
cuando te visitan?
La gente viene con
problemas de salud física, cáncer, depresión; en busca de orientación
espiritual o de cómo encontrar paz y felicidad en su vida. Los miedos más
frecuentes tienen que ver con inseguridades sobre el futuro. La gente llega también con miedo al abandono, al
fracaso.
¿Qué
tipo de estrategias les propones para resolver esos conflictos?
Mis soluciones apuntan a
lograr avances que se pueden conseguir sin grandes cantidades de dinero. Una
persona sin ningún tratamiento podría obtener beneficios con solo preguntarse:
¿qué quiero hacer que no estoy haciendo? Decirse a sí misma: “Siempre quise
pintar o bailar y quiero romper la rutina para lograr hacerlo”. Muchas personas
dan la disculpa de la falta de tiempo, pero el tiempo hay que inventárselo,
porque si no tienes tiempo para vivir de verdad ¿qué estás haciendo en el
planeta?, ¿qué sentido tiene seguir acá?
Deme un ejemplo concreto de cómo le muestra una solución.
A una paciente que tenía
deseos de caminar una vez al día, le dije que se ahorrara un autobús, que
hiciera a pie dos o tres paradas en la ruta a la casa y en ese tramo se fuera
meditando, observando; una terapia gratuita que, incluso, le haría ahorrar
dinero. No necesitas años de sicoanálisis para modificar esas pequeñas cosas,
son pequeños cambios para escapar de las
penas, las tristezas, las frustraciones, los abandonos. En cambio,
la tensión permanente puede terminar en cáncer.
¿Cuáles son sus mayores logros?
Veo la vida desde una
perspectiva diferente: creo que las enfermedades, las depresiones, los
problemas físicos, emocionales o espirituales son un impulso para que podamos
evolucionar a un nivel más puro de la conciencia. Veo la vida como un baile entre
las potencialidades de la persona y las oportunidades reales que se le han
presentado en su vida. Este baile está orquestado desde ciertas creencias y
miedos y yo intento despojarlos en lo posible, de sus temores más arraigados
para que puedan tener una existencia más plena.
¿Cómo hace el seguimiento a esos cambios?
Veo a la persona solo una
vez al año y en ese encuentro –a través de las visualizaciones– le entrego un
borrador de su vida. Luego le resumo lo que veo: “naciste con estos desafíos,
estás en esta situación por estos motivos, estos son los conflictos y aquí está
la solución”. Con esto dibujamos un mapa y estudiamos caminos frente a cada
problema y la persona sale de mi consulta con tareas que hacer consigo misma y
con los demás. El lapso de un año me permite apreciar procesos de cambio
imposibles de verificar de un día para otro.
¿Y las personas que le piden orientación, asumen esa
responsabilidad o pretenden que sea como un guía o un gurú en sus cambios?
El viejo refrán: “puedes
llevar un caballo al agua pero no puedes obligarlo a beber” se aplica aquí.
Pero uno puede aumentar su sed para que termine bebiendo. No estoy tratando de
vender un sistema de creencias o una filosofía. Solo quiero orientar correctamente en cualquier dirección que él quiera caminar en la vida.
Recurren
a usted pacientes con cáncer. ¿Cuál es su mirada sobre esa enfermedad?
Según mi percepción, el
cáncer tiene un alto componente sicológico emocional por algo que no fluye.
Cuando hay una resistencia crónica, la vida se vuelve muy difícil, se pierde el
sentido y la persona decide inconscientemente morir. Eso
es cáncer desde mi perspectiva: un deseo subconsciente de morir. Es una
enfermedad que en gran medida se la fabrica la persona. Pero no todas las
personas son iguales: alguien con cáncer se puede plantear el no querer morir,
pero sin saber con claridad por qué quiere vivir y otro, que
tiene hijos aún pequeños por ejemplo, puede recuperarse.
El problema es que la mayoría de la gente no se compromete con la vida.
¿Qué detalles de las personas son importantes
cuando le consultan?
La intuición empieza a
operar desde el momento en que abro la puerta, motivado por la compasión y por
el deseo de ayudar. Al no tener ningún entrenamiento formal en este campo,
confío en ese sentimiento interno que se activa al escuchar a cada paciente con
compasión. Escucho con mi corazón. Cierro mis ojos, digo una oración y un tipo
de sueño o video aparece en la pantalla interior de mi conciencia. Solo digo a
la gente lo que estoy visualizando. Realmente no puedes esperar de un síquico
una explicación racional de cómo funciona el proceso, pero te puedo asegurar
que con mis 48 años navegando en este laberinto paralelo, he conocido mucho del
alma humana.
¿Y qué es lo que ha visto del alma humana?
Tengo
la impresión de que cada vez hay más almas encarnadas en el enfoque
humanitario, compasivo y espiritual. La generación más joven parece ser que está menos centrada en la
seguridad material y más alineada con una seguridad interior y en lo que pueden
hacer para ayudar a crear un mundo mejor. Están explorando un paradigma
alternativo basado en el compartir, en la cooperación, en lugar de ceder a la
obsesión competitiva, agresiva e individualista que ahora está destruyendo
nuestro planeta y civilización. Creo que esta estructura política, social y
económica se está derrumbando porque está enferma y hay una gran fragilidad en
los equilibrios ambientales que sostienen al planeta. Pero, en compensación,
tenemos una nueva afluencia de almas listas para recoger los pedazos de esa
civilización y crear de manera sustentable y pacífica, un futuro compasivo para
la humanidad.
¿A qué
conclusiones ha llegado respecto de los seres humanos?
Si tenemos personas más felices,
tranquilas, amorosas que ayudan a los que sufren, que establecen una relación
sostenible con la naturaleza y el medio ambiente, que mantienen una actitud
positiva hacia el futuro y celebran la vida en este planeta que nos
cobija, estamos caminando en la dirección correcta.
Revisando
su biografía uno puede ver que no ha actuado con miedo: ha viajado, ha vivido experiencias límites, ha recorrido el mundo.
No tengo miedo de la vida. Tuve un grave
accidente volando en parapente, pero un año antes el
instructor me había advertido que no podía volar, precisamente porque no tenía
miedo: “se necesita una cierta cantidad de miedo para tomarle respeto a este
deporte”, me dijo. Pero yo, porfiado, lo hice.
Entre
sus conocidos se cuenta como un milagro el que volviera a caminar luego de ese
accidente.
Cuando me accidenté los médicos me
dijeron que nunca más volvería a caminar. Todas las radiografías y escáners
decían que era imposible por el estado de mi columna y los especialistas
querían operar de urgencia, a lo que me negué. Seguí una práctica que aprendí de
un chamán en Guatemala. Él decía que a veces, en ciertos accidentes, hay trabas
que se producen por el hecho mismo y en la medida que pasan los días, el cuerpo
se libera de ellas y puede recuperarse y volver a la normalidad. Empecé, en
cama hospitalizado, a visualizar el accidente hasta que un día durante la
visualización, choqué con la tierra y sentí algo en mi cuerpo: perdí el miedo
acumulado en la caída. Así fue como recuperé la capacidad de caminar.
OASIS HUMANOS
La esencia de toda terapia es ayudar a
la gente a liberarse del sufrimiento escuchando y comprendiendo con compasión.
Creo que siquiatras, sicólogos y diferentes profesionales utilizan variadas
formas de sanación y todas tienen su valor. Sin ir más lejos, en este momento
el 20 por ciento de mis pacientes son sicólogos, siquiatras y médicos. Ellos
también saben que la medicina no tiene todas las respuestas y la gente cuando
enfrenta una enfermedad mortal, caso frecuente en mi consulta, busca por todos
lados.
¿Aparte
de su formación en el hinduismo, tu enfoque terapéutico es cercano a alguna otra escuela?
Mi enfoque es producto de 50 años de
ayudar a la gente a vivir una existencia más significativa y contenida. No lo
aprendí en un aula, sino en el gran teatro de la vida. Si tiene un fuerte
enfoque espiritual es porque veo que la humanidad ha perdido el rumbo en el
camino evolutivo. En nuestra prisa por entender las cosas, desde una
perspectiva física y racional, olvidamos que hay una base sagrada en todo.
Cuando lo reconocemos, a través de nuestros pensamientos y acciones, estamos
una vez más en el camino correcto.
Si
tuviera que darle un consejo al conjunto de la sociedad de cómo estar
mejor, ¿Cuál sería?
Podemos pensar que siempre nos falta
algo: felicidad, dinero, poder, salud y enfocarnos en lo que no tenemos. Esa
obsesión nos produce depresión, frustración y adicciones. Mi perspectiva, en
ese sentido, es que uno se tiene que centrar en lo que tiene, en lo que quiere
dar, buscando aliviar el sufrimiento de otro ser humano. Hay 7 mil
millones de habitantes en este planeta y no es muy difícil comprender que el 90
por ciento de las personas puede estar sufriendo más que tú.
Pero el
egoísmo es también inherente a la especie.
Hay que cambiar el eje de la mirada. No
vivir en función de lo que quieres recibir, sino de lo que quieres dar. Hay
actividades, como hacer trabajo voluntario dos veces a la semana, por ejemplo,
que pueden cambiar la vida de la persona. Al dar, uno recibe la energía y el
amor del que estás ayudando. Si siembras penas, cosechas penas, si
siembras ayuda y alegría, eso es lo que cosechas. Una de las recetas que doy es buscar gente menos ambiciosa, que esté en una actitud
servicial, tratando de subir el ánimo, explorando en su capacidad de ayudar a
sanar. Es preciso encontrar el oasis en ciertas personas que están creyendo y
buscando lo mismo que tú.
Fragmentos de Vicente Parrini
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