Dos metáforas que nos ayudarán a tomar la mejor decisión en cada momento. La neurociencia dice que aplicar ciertos ejercicios mentales son claves para nuestro bienestar.
Nuestro cerebro posee una estructura que se llama amígdala. Y la amígdala es la encargada de responder ante cualquier estímulo que sea identificado como una amenaza para la supervivencia.
De manera que cualquier situación que sea considerada acertada o no, como un peligro, pondrá en alerta a todo el sistema.
Y esas trampas derivadas de nuestro cerebro emocional, son las que a menudo nos abocan a padecer bloqueos que nos estresan, nos angustian, nos limitan, nos entristecen o nos provocan cólera.
De manera que cualquier situación que sea considerada acertada o no, como un peligro, pondrá en alerta a todo el sistema.
Y esas trampas derivadas de nuestro cerebro emocional, son las que a menudo nos abocan a padecer bloqueos que nos estresan, nos angustian, nos limitan, nos entristecen o nos provocan cólera.
La metáfora de la moto, la clave del bienestar
Acudir a la metáfora para neutralizar las interpretaciones engañosas de nuestra amígdala, puede ayudarnos a fortalecernos a través de la actitud con la que afrontamos nuestras decisiones, también las que parecen más sencillas o neutras.
Las metáforas constituyen un recurso muy eficaz para comunicarnos con el mundo emocional de las personas, y lo hacen porque este recurso ayuda a vernos desde el exterior, con perspectiva.
Si por ejemplo, nos imaginásemos como si fuéramos en una moto, siempre con prisa y sin percatarnos de por dónde pasamos, es muy probable que el cuerpo nos pase factura, nos caigamos de la moto o la vida nos diga que con tanto viaje, las relaciones con las personas se enfriarán.
Y nuestra respuesta será querer parar la moto y valorar cómo queremos viajar.
“Si usamos esta metáfora en nuestro mundo emocional, es probable que cuando vayamos muy acelerados o estresados, nos venga a la mente la imagen de una moto con nosotros montados en ella, despeinados y nerviosos y en ese momento, podamos decidir bajarnos de ella y buscar una mejor manera de hacer las cosas, en definitiva, de vivir”.
Según las experiencias y vivencias de cada uno, solemos reaccionar en función de impulsos. La neurociencia sugiere que nuestra biología es permeable a nuestro comportamiento y es importante aprender a identificarlo y actuar siempre a través del "yo decido”. Será la manera de convertirnos en personas capaces de comprender nuestras emociones sin tener que reprimirlas ni vivir presos de ellas.
Acudir a la metáfora para neutralizar las interpretaciones engañosas de nuestra amígdala, puede ayudarnos a fortalecernos a través de la actitud con la que afrontamos nuestras decisiones, también las que parecen más sencillas o neutras.
Las metáforas constituyen un recurso muy eficaz para comunicarnos con el mundo emocional de las personas, y lo hacen porque este recurso ayuda a vernos desde el exterior, con perspectiva.
Si por ejemplo, nos imaginásemos como si fuéramos en una moto, siempre con prisa y sin percatarnos de por dónde pasamos, es muy probable que el cuerpo nos pase factura, nos caigamos de la moto o la vida nos diga que con tanto viaje, las relaciones con las personas se enfriarán.
Y nuestra respuesta será querer parar la moto y valorar cómo queremos viajar.
“Si usamos esta metáfora en nuestro mundo emocional, es probable que cuando vayamos muy acelerados o estresados, nos venga a la mente la imagen de una moto con nosotros montados en ella, despeinados y nerviosos y en ese momento, podamos decidir bajarnos de ella y buscar una mejor manera de hacer las cosas, en definitiva, de vivir”.
Según las experiencias y vivencias de cada uno, solemos reaccionar en función de impulsos. La neurociencia sugiere que nuestra biología es permeable a nuestro comportamiento y es importante aprender a identificarlo y actuar siempre a través del "yo decido”. Será la manera de convertirnos en personas capaces de comprender nuestras emociones sin tener que reprimirlas ni vivir presos de ellas.
La metáfora de los tres cajones
Hay otra metáfora que puede ayudarnos a comprender qué motiva nuestras actuaciones, sobre todo las que nos hacen sentir mal y cómo podemos aprender a gestionarlas.
Se trata de la “metáfora de los tres cajones” y consiste en imaginar los diferentes argumentos que nos llevan a actuar de una u otra manera para reconocer nuestros actos y aumentar nuestro bienestar.
Imaginemos una cómoda con tres cajones. En el primer cajón estarían las respuestas basadas en el “me gusta o me apetece”, dominado por la búsqueda de recompensas o pensando solo en uno mismo; el segundo sería el cajón “del debo o tengo que” buscando la aceptación de los otros y el tercero sería el cajón del "yo decido”, que simboliza nuestra diana y es el área donde la persona gana seguridad, bienestar y felicidad.
El problema reside en que una misma acción puede estar en distintos cajones y tener distintas consecuencias.
Pero, si pasamos todos los “debo” o los “me gusta” al cajón del “yo decido” obtenemos un cambio de actitud, acumularemos memoria emocional positiva porque nos sentimos más dueños de nuestra vida. Y solo las decisiones derivadas de un “yo decido” libre, independientemente de que nos equivoquemos o no con nuestras decisiones nos aporta bienestar.
Hay otra metáfora que puede ayudarnos a comprender qué motiva nuestras actuaciones, sobre todo las que nos hacen sentir mal y cómo podemos aprender a gestionarlas.
Se trata de la “metáfora de los tres cajones” y consiste en imaginar los diferentes argumentos que nos llevan a actuar de una u otra manera para reconocer nuestros actos y aumentar nuestro bienestar.
Imaginemos una cómoda con tres cajones. En el primer cajón estarían las respuestas basadas en el “me gusta o me apetece”, dominado por la búsqueda de recompensas o pensando solo en uno mismo; el segundo sería el cajón “del debo o tengo que” buscando la aceptación de los otros y el tercero sería el cajón del "yo decido”, que simboliza nuestra diana y es el área donde la persona gana seguridad, bienestar y felicidad.
El problema reside en que una misma acción puede estar en distintos cajones y tener distintas consecuencias.
Pero, si pasamos todos los “debo” o los “me gusta” al cajón del “yo decido” obtenemos un cambio de actitud, acumularemos memoria emocional positiva porque nos sentimos más dueños de nuestra vida. Y solo las decisiones derivadas de un “yo decido” libre, independientemente de que nos equivoquemos o no con nuestras decisiones nos aporta bienestar.
¿Qué es un bloqueo emocional y cómo abordarlo?
Cuando el sistema emocional da señales de alerta, es como si el resto del cerebro se pusiera a sus órdenes. Y es en este estado cuando sufrimos lo que se denomina bloqueo emocional: nos desmotivamos, nos angustiamos, caemos en la apatía, pensamos que no valemos y generamos creencias de identidad negativas y caemos en conductas defensivas que dificultan nuestro día a día.
Podemos observar estas conductas defensivas de origen emocional muy a menudo en nuestra vida diaria.
Dado que la amígdala también está implicada en la consolidación de la memoria, la neurociencia sugiere que si vamos generando un archivo de recuerdos positivos estaremos apaciguando los rasgos y hábitos que nos hacen sufrir.
Cuando explicamos nuestras reacciones diciendo “es que soy así” en realidad deberíamos decir “es que he aprendido a comportarme así”.
Actuar fijándonos en nuestro mundo emocional, no en el racional. Porque apelar a la racionalidad cuando lo que hay detrás es una cuestión emocional no da resultado.
“Somos conscientes de la reacción pero no de lo que nos lleva a tenerla”.
María Garrido Foto: Getty
Cuando el sistema emocional da señales de alerta, es como si el resto del cerebro se pusiera a sus órdenes. Y es en este estado cuando sufrimos lo que se denomina bloqueo emocional: nos desmotivamos, nos angustiamos, caemos en la apatía, pensamos que no valemos y generamos creencias de identidad negativas y caemos en conductas defensivas que dificultan nuestro día a día.
Podemos observar estas conductas defensivas de origen emocional muy a menudo en nuestra vida diaria.
Dado que la amígdala también está implicada en la consolidación de la memoria, la neurociencia sugiere que si vamos generando un archivo de recuerdos positivos estaremos apaciguando los rasgos y hábitos que nos hacen sufrir.
Cuando explicamos nuestras reacciones diciendo “es que soy así” en realidad deberíamos decir “es que he aprendido a comportarme así”.
Actuar fijándonos en nuestro mundo emocional, no en el racional. Porque apelar a la racionalidad cuando lo que hay detrás es una cuestión emocional no da resultado.
“Somos conscientes de la reacción pero no de lo que nos lleva a tenerla”.
María Garrido Foto: Getty
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Quieres comentar sobre el Blog?