Considera que todos somos como “una madre y su hijo”, y el hijo, es ese niño interior que todos llevamos dentro y como madre, podemos decidir cuidarlo o no, es nuestra elección.
Considera que ese “niño” lleva en su memoria todas las creencias y limitaciones que como humanidad, vamos aceptando como “verdad” y que nos difiultan ser nosotros mismos.
Pidiéndole permiso, le acaricia, le dice lo mucho que le quiere y lo feliz que le hace que forme parte de él.
También le pide perdón por lo poco que le ha hecho caso, por no estar más atento y por los pensamientos que le hemos inculcado como humanidad.
Una práctica muy amorosa y liberadora para poner en práctica.
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