Todos tenemos un sinfín de personajes dentro de nosotros.
A veces somos simpáticos y agradables y otras no hay quien nos aguante.
En ocasiones parece que nos vamos a comer el mundo; y en otras, queremos que el mundo nos olvide un rato y encerrarnos como ermitaños.
Y si nos preguntáramos, ¿quiénes somos nosotros?
No creo que siempre tengamos una respuesta clara.
El motivo es: nos identificamos con el personaje que hemos ido creando (el más exitoso, el sufridor, la divertida, la que dice a todo que sí…) y no nos damos cuenta de que somos algo más.
En la medida que conozcamos nuestros personajes, podremos dejar de identificarnos con ellos y podremos gestionarlos para sentirnos mejor.
A veces somos simpáticos y agradables y otras no hay quien nos aguante.
En ocasiones parece que nos vamos a comer el mundo; y en otras, queremos que el mundo nos olvide un rato y encerrarnos como ermitaños.
Y si nos preguntáramos, ¿quiénes somos nosotros?
No creo que siempre tengamos una respuesta clara.
El motivo es: nos identificamos con el personaje que hemos ido creando (el más exitoso, el sufridor, la divertida, la que dice a todo que sí…) y no nos damos cuenta de que somos algo más.
En la medida que conozcamos nuestros personajes, podremos dejar de identificarnos con ellos y podremos gestionarlos para sentirnos mejor.
Nacemos sin personajes pero con el paso del tiempo, vamos construyéndolos, porque creemos que de ese modo vamos a agradar a otros o vamos a protegernos.
Así van surgiendo, de un modo inconsciente.
Para ser queridos por nuestros padres, nos hacemos “don perfectos”, nos produce alergia el fracaso o, simplemente, intentamos congelar nuestras emociones.
Y de este modo “conseguimos estar en paz con los hombres pero en guerra con las entrañas”. Pero no olvidemos algo importante: Nuestros personajes forman parte de nosotros, pero nosotros somos mucho más que nuestros personajes.
Así van surgiendo, de un modo inconsciente.
Para ser queridos por nuestros padres, nos hacemos “don perfectos”, nos produce alergia el fracaso o, simplemente, intentamos congelar nuestras emociones.
Y de este modo “conseguimos estar en paz con los hombres pero en guerra con las entrañas”. Pero no olvidemos algo importante: Nuestros personajes forman parte de nosotros, pero nosotros somos mucho más que nuestros personajes.
Este proceso tiene un sentido.
Nace para responder a las expectativas de los demás. Sin embargo, nos perdemos muchas cosas por el camino.
Movernos con un único personaje es como estar sobre un carril de un único sentido.
Desde ahí, no vemos el paisaje que nos rodea y el mundo de posibilidades que existe más allá de ellos.
Los personajes nos hacen miopes.
Por ejemplo, buscamos aparentar ser los más listos y esto nos impide descansar en el maravilloso espacio del no saber.
Nace para responder a las expectativas de los demás. Sin embargo, nos perdemos muchas cosas por el camino.
Movernos con un único personaje es como estar sobre un carril de un único sentido.
Desde ahí, no vemos el paisaje que nos rodea y el mundo de posibilidades que existe más allá de ellos.
Los personajes nos hacen miopes.
Por ejemplo, buscamos aparentar ser los más listos y esto nos impide descansar en el maravilloso espacio del no saber.
Otro problema con nuestros personajes son los conflictos.
Muchos de ellos son contradictorios (me gustaría que mis compañeros me vieran como muy buena gente y, al mismo tiempo, qué pocas ganas tengo de hacer lo que me piden) y esto nos lleva a una tensión interna incómoda.
Y, por último y más importante, el problema de identificarnos con un personaje es que confundimos el hacer con el Ser.
Pensamos que somos de un modo y nos olvidamos de que somos más grandes que ese cascarrabias, que el exitoso o que la mujer elegante.
Muchos de ellos son contradictorios (me gustaría que mis compañeros me vieran como muy buena gente y, al mismo tiempo, qué pocas ganas tengo de hacer lo que me piden) y esto nos lleva a una tensión interna incómoda.
Y, por último y más importante, el problema de identificarnos con un personaje es que confundimos el hacer con el Ser.
Pensamos que somos de un modo y nos olvidamos de que somos más grandes que ese cascarrabias, que el exitoso o que la mujer elegante.
Así pues, un paso para sentirnos mejor con nosotros mismos es reconciliarnos con nuestros personajes.
Algunas claves para ello:
Algunas claves para ello:
- Da las gracias a tus personajes. Nacieron por algo, recuerda, para que nos quisieran o para protegernos (todo ello, fundamental para nuestra supervivencia). Aunque esos mecanismos posiblemente se hayan quedado un poco obsoletos, tuvieron un sentido. Por ello, sé amable contigo mismo, no te machaques porque seas de un modo u otro.
- Acoge a tus personajes pero "no firmes pactos de lealtad con ellos". Aceptar que eres de una manera, pero elige cuándo quieres serlo. Si por ejemplo, te sale el “pronto nervioso”, déjalo para “más tarde”.
- Juega con tus personajes. Elige tú a los personajes antes de que ellos te elijan a ti. Te aburre tu trabajo pero te fascina ir en bici o esquiar. ¿Qué ocurriría si llevaras al ciclista o al esquiador al mundo de la empresa? Juega contigo mismo. Dentro de nosotros tenemos un universo de posibilidades, no lo olvides.
- Date permiso para ser de otro modo. No estás atrapado. Explora qué hay detrás de la apariencia de lo que muestras. Ten curiosidad por esa persona que de repente es capaz de dejar de controlar, de quejarse o de estar eternamente sonriente. Dentro de nosotros habita alguien maravilloso, que no siempre conocemos. Identifica en qué momentos puedes ser de otro modo y te sientes bien con ello.
El País Semanal. Foto: Brad Zimmerman
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