9 de junio de 2011

DANIEL MEUROIS-GIVAUDAN. SEGUNDA PARTE.

CONTINUACIÓN DE LA ENTREVISTA...

¿Qué es lo que ocurre con los mensajes canalizados que tanto abundan en nuestros días? ¿Son veraces?En mi opinión la mayor parte de los mensajes canalizados no lo son. Ello no quita que no haya mensajes maravillosos. Más que por el origen, delante de cada uno de esos mensajes es preciso preguntarse: ¿Esto me aporta algo?
¿De qué depende su veracidad?
Depende todo de la pureza del canal receptor. En función de la calidad de éste, es decir de la del “aparato” conectado, se captarán diferentes niveles de información.
Háblanos de la “Ciudad del resplandor”, del libro en que relatas el noble ensayo del faraón Akenatón de levantar una civilización solar…
Esta ha sido una de las experiencias más difíciles de escribir. El tema me tocaba muy directamente desde el punto de vista emocional, demasiadas similitudes entre mi vida de ahora y mi vida de otro tiempo.
(El libro está narrado por Nagarté, un alto sacerdote de Akenatón, que vuelve a su casa en Siria, después del intento fallido, truncado por las fuerzas oscuras del antiguo clero, de levantar en pleno desierto la “ciudad del resplandor”. Tras largo viaje por el desierto, Nagarté se encuentra con Tyrsa, su hermana, que le aguarda a las afueras de su ciudad, pastoreando un rebaño, sentada en una piedra. Tras muchos años sin verse, Tyrsa le pide a Nagarté que le narre su historia. Éste, invadido por la emoción, vacila…)
¿Fuiste Nagarté?
Sí y mi hermana Tyrsa de entonces es alguien a quien yo conozco en esta vida, una persona muy allegada a mí.
Analógicamente yo me he hallado en la misma circunstancia de entonces. Cuando me he reencontrado con ella en esta vida, me ha dicho : “¡Cuéntame tu vida!” y yo se la he contado.
Se trata de un paralelismo increíble. Acababa de escribir ese relato cuando me tocó vivir esa experiencia. Ella me dijo que había soñado conmigo y que se encontraba, al igual que en el relato, sentada en una piedra del desierto, aguardándome para preguntarme por lo que había sido de mí. Entonces le di la página que sobre Tyrsa acababa de escribir… Es así la vida, llena de magia…

 ¿Le ha ocurrido en otras ocasiones hechos semejantes?
No sé si semejantes, pero cuanto menos mágicos. Cuando escribía el “Otro rostro de Jesús”, en el momento en que Jesús moría sobre la cruz, me encontraba en la cocina de un pequeño apartamento en el Norte de Francia.
Se me acabó la tinta del tintero y no podía seguir. Era viernes santo. No era a propósito la elección de la fecha para escribir ese pasaje. Era la concurrencia de una circunstancia. Debía salir a buscar tinta a la calle. Me levanto y encuentro en el balcón tres palomas. Se trata de una zona donde no hay palomas. A menudo me tropiezo con este tipo de señales.

¿Por qué esa distancia con respecto a las nuevas tecnologías?
Encontramos dos aspectos con respecto a las nuevas tecnologías. Por un lado, nos ayudan indudablemente en el despertar de la conciencia, aceleran la comunicación y la transferencia de información. Por otro, están procurando también una saturación de información. El saldo, de cualquier forma, es positivo.
Personalmente me sirvo del ordenador para la gestión del trabajo, preparación de conferencias, para el ordenamiento de mi agenda, para el correo con los lectores… Pero para el trabajo de escritura me es imposible. Soy muy artesanal. Necesito mi papel, mi pluma de ave y mi tinta. No puedo utilizar el ordenador.

¿Le ha encontrado una razón?
En la lentitud de este ejercicio hay algo especial, sagrado. En el segundo en que yo cojo la tinta del tintero, ocurre algo mágico que se añade a la calidad del escrito. Me coloco más fácilmente fuera del tiempo. “El rey del desierto” es por ejemplo un libro con tapas de madera y 750 páginas, escritas de esa forma. No hay ninguna tachadura en sus paginas. No corrijo nada. Hago las fotocopias y se las dejo a una persona que las pasa al ordenador.
En alguna obra puede haber alguna pequeña corrección por alguna palabra repetida, pero poco más.

¿Así todas sus obras…?
El evangelio de María Magdalena lo escribí en tres sesiones de dos horas. Con todas las explicaciones tardé un mes y medio. Es el más rápido de todos mis libros. Aún con todo ello es un libro para mí mágico.
Lo escribí en medio del libro de Luis IX, pues así me vino la información.
Este último me llevó dos años y medio. La vivencia del libro de Luis IX fue también muy intensa. Emocionalmente muy difícil.
¿Si no es algo privado, nos puedes contar el porqué?
El tema es bastante privado, pero en líneas generales, puedo decir que he vivido como dentro de su cuerpo, con su memoria. Por esa razón he podido escribir el libro como en presente y en primera persona.
He podido incorporar su conciencia y ello me permitió escribir sobre la complejidad de sus sentimientos.
¿Cómo operó dentro de él semejante metamorfosis?
Luis IX hijo de Blanca de Castilla, con toda su educación conservadora, primero se convierte en rey y después se autodespoja de todo su poderío y se convierte en peregrino del desierto en una búsqueda más directa y sincera de Dios.
Se trataba de una búsqueda absoluta y muy auténtica. El concluye que al otro lado de la mar hay también seres humanos. Se percata de las aberraciones que él mismo había cometido con la persecución de los denominados “infieles”.
Comprueba que había más apertura de espíritu y tolerancia de la parte de los musulmanes que de la parte de cristiana, hasta el punto que los templarios llegan a amenazar en pasarse al lado musulmán. Ahora puede parecer al contrario, pero el Islam de entonces era más abierto y se encontraba más cerca del sufismo.
¿Qué proyectos tenemos por delante?
Ahora me propongo escribir sobre la vida de San Francisco de Asís. Hay aspectos desconocidos en sus biografías. Particularmente me he encontrado con un elemento que ha sido ocultado por la Iglesia y que ha marcado definitivamente su forma de pensar: tuvo un gran contacto con los sufíes y concretamente con una mujer sufí, muy conocida entonces, que se llamaba Rabia.
Hay muchos libros sobre el santo de Asís. Si yo ahora he de escribir algo referente a él, debe ser sobre su relación con los sufíes. Creo que el viajó más de lo que se piensa.

¿Porque todo en francés?
Yo no lo sé. La lengua es muy rica y permite muchos juegos de palabras, también a la hora de reflejar realidades espirituales.
¿Por qué Francia en esta encarnación…?
Cierto que Francia ha sido un polo de espiritualidad, refugio de místicos durante siglos, que ha albergado una tradición de alquimistas muy importante, vital para Europa. Pero todo ello ocurrió en el pasado, pero en mi opinión ya no es la realidad.
¿Cómo lee la actualidad mundial?
Si hay mucha sombra sobre la tierra es también porque hay mucha luz. Se trata de una ley física: cuanto más alumbra un poderoso sol un objeto, tanto más intensa será la sombra. Si apenas hay sol, apenas hay sombra. Si hay tinieblas sobre la tierra es porque está llegando una luz resplandeciente.
Los acontecimientos luctuosos anuncian la llegada de una gran ola de luz, pero aún no estamos en el fondo del agujero.

En la caída de un objeto, cuanto mayor es la velocidad, mayor es después el rebote. Ahora estamos cerca de tocar el fondo. No creo que se pueda decir con exactitud cuando, pero ciertamente es en los años que vienen. Aguardo grandes acontecimientos en un futuro próximo.
¿Facultades de adivinación?
Para percatarse de ello no es preciso tener capacidades supranormales. Si no cambiamos de paradigma y de hábitos puede que vayamos a la catástrofe, pero puede ser también necesaria esa catástrofe. Predecir un proceso de purificación, no implica una visión pesimista. El cambio será para mejor.
Cierto que habrá muertes, epidemias y todo lo que se pueda uno imaginar…, pero yo no lo observo como algo negativo.
¿Esperanzado ante la debacle?
No tengo una visión pesimista de la muerte, aunque pueda resultar un tránsito duro a nivel humano. La muerte no es la derrota de la vida. En el itinerario, tanto del alma particular como de la humanidad, es una metamorfosis indispensable. Lo que puede ser duro y doloroso son las condiciones de la muerte, no la muerte en sí.
A pesar de todo ello, estoy muy confiado con respecto al futuro de la humanidad. Hemos venido al mundo en una época dolorosa, pero al mismo tiempo privilegiada, pues tenemos la oportunidad de protagonizar un cambio extraordinario. El reto estriba en no dejarse ganar por el ambiente de convulsión y agresividad general.

¿Anticristo a la vista?
A la vista. Es una presencia real, pero al mismo tiempo positiva, porque nos obliga a reaccionar. Si no hubiera sombra, no habría tampoco toma de conciencia de la necesidad de la luz. Esta presencia de la sombra nos obliga a trabajar sobre nosotros mismos para crecer.
Apenas hay referencias a los Maestros de amor y sabiduría en su obra…El Tibetano por ejemplo es uno de los grandes místicos de nuestro tiempo. Hablo poco de ellos, pues así lo piden ellos mismos. Insisten en que es preciso no focalizarse en exceso en los nombres. Sin embargo hablo más de ellos en los seminarios, hasta el punto de que uno de los cursos que imparto lleva por nombre: “Mis experiencias con los Maestros de sabiduría".
¿La mayor satisfacción de tu trabajo de escritor?
El de Luis IX. Si debería de guardar un solo de mis libros, sería ese, “El Rey del desierto”. Es del que yo estoy sin duda más satisfecho.
¿Después ?
Despues el de Akenatón, también “Memoria de esenio”, y el “Evangelio de María Magdalena”.
Algo que me emociona es el comprobar la fidelidad de aquellos que me leen y la relación de proximidad y de amistad que tengo con ellos. Al dirigirse a mí, no me dicen “Vd. Monsieur Meurois Givaudan”, sino “tú Daniel”. Incluso cuando no me conocen, no me tratan de Vd.
Para mí es una gran recompensa, pues está en la misma línea de proximidad y confianza que auspiciaba Jesús hace 2000 años: crear un ambiente familiar. La gente que viene a mis conferencias y que me lee es de todas las edades y niveles sociales.

No hay prototipo de lector. Se acercan hasta chavales de diez años a escucharme. Por supuesto se ven más mujeres que hombres, pero la diferencia está disminuyendo. Normalmente se trata de hombres con una sensibilidad también de lo femenino que les habita, no se trata de “hombres macho”. Los “hombres macho” están delante del fútbol. (risas)
¿Caminará Él de nuevo entre nosotros?
Ya camina Jesús en tanto que Maestro de sabiduría, no como Cristo. Hay una clara diferencia. Jesús ha sido el receptáculo del Cristo. El recibió la energía crística. Hablo de ello en el libro “Por el Espíritu del sol”. Abordo en él la experiencia de cuando me tropecé con Jesús en Siria.
¿Qué falta para que descienda el Cristo?
El Cristo como presencia física no va a encarnar hasta que el Cristo interior no renazca en una importante cantidad de seres sobre la tierra. Hace falta previamente la conformación de un egregor crístico suficientemente importante, generado por un número grande de seres. De esa forma puede manifestarse un ser con plena presencia crística. Ello puede ocurrir no necesariamente muy tarde.
¿Cómo le reconoceremos?
Ahí está la cuestión. No se trata tanto de si va a aparecer, como si seremos capaces de reconocerle. Hace 2000 años no fue del todo evidente, pues de ser así no le habrían crucificado. Por supuesto hay que quitarse la idea de que Él va a aparecer de nuevo con túnica, largos cabellos y barba.
Imagina que encarna como gran deportista u actor para poder llegar así mejor a las masas. Muy probablemente no nos demos cuenta de ello en el momento, sí mas tarde.

¿Indispensable el silencio y la naturaleza para el trabajo que desarrollas?
Ayuda mucho pero no es indispensable. Yo vivo ahora en la naturaleza, pero puedo también escribir en medio del ruido de la ciudad. Me quedo encerrado en lo que escribo y no me entero de lo que ocurre a mi alrededor.
¿En su última entrega “Aquel clavo que clavé”, nos invita a liberarnos de pesados lastres de culpabilidad?
Hemos de perdonarnos más fácilmente los desafortunados clavos que hemos clavado en el pasado. Tras el arrepentimiento debería llegar antes la liberación. Hay que aprender a perdonarse. La culpabilidad no nos ayuda nunca.
No es quitarse la responsabilidad, sino concienciarse de que la falta debe vivirse como un aprendizaje, como una experiencia más que la vida nos ofrece para aprender.
A nivel kármico no es tanto la gravedad de la falta lo que genera ese karma, sino nuestra vivencia de esa falta. La profundidad de huella que la falta deja en nuestra conciencia depende del nivel de esta conciencia. El asesino que mata y no tiene conciencia de la gravedad de su falta no va a generar un karma excesivo.

¿Si no ves falta no generas karma?
La sensación de falta no se va a imprimir profundamente en el alma si hay ignorancia. Es exactamente igual a la visión que tienen los budistas tibetanos: la amplitud del karma depende de la conciencia del generador de ese karma. La falta que comete un maestro tendrá una repercusión mucho mayor que si la comete alguna persona ordinaria.
¿Prima por lo tanto revisar nuestra memoria?
Hay una memoria detrás de la memoria. Hay una memoria de felicidad y de dolor que subyace en nuestro interior y que nos hace actuar de una forma determinada. Hay también el egregor de la memoria colectiva, que arrastramos desde muchos años atrás.
El egregor del pecado original es un peso que actúa como un bloqueo. Se nos ha educado también en el temor a Dios. Todo ello constituye un veneno que nos vamos inoculando.
¿Es preciso, por lo tanto, quitarnos la sensación de perpetua culpa?
Así es. Debe progresar la cultura del amor de Dios. Es preciso reconciliarnos con el ser divino que nos habita, recuperar el estado de gozo orginario, reconocer la chispa divina que albergamos para llegar al estado de “entusiasmo” del que nos haban todas las tradiciones. Reencontrar el entusiasmo, etimológicamente es encontrar a Dios en nosotros.
Aprendemos un motón de cosas en la escuela, pero nada sobre nosotros mismos, sobre nuestra dimensión trascendente.

Por ello cunde la infelicidad…
Nuestro mundo occidental es cada vez menos feliz. El objetivo de la filosofía materialista es el de rechazar la condición divina del ser humano. Si nuestra sociedad arrastra este mal tan profundo es porque tiene una gran crisis espiritual. No se nos ha enseñado como funciona nuestra alma.
Durante siglos se nos ha programado para obedecer dogmas, nada nos ha sido mostrado sobre el funcionamiento de nuestro ser. Este problema se ha agravado desde hace un siglo.
¿Tiempo de profunda crisis?
Nos encontramos en una profunda crisis espiritual, no religiosa. La religión a menudo no incluye a la espiritualidad. Alguien puede ser muy religioso y muy poco espiritual a la vez. Todo lo referente al dominio del contacto con el alma, con nuestra primera esencia es tabú en nuestro mundo.
Se puede hablar tranquilamente en TV y radio de violencia, de pornografía… Todo ello es correcto, pero para nada de espiritualidad. Desde el instante que te pones a hablar de la naturaleza trascendente del ser humano o de Dios en nuestra civilización occidental…, mal asunto. “¿Quién ese ése?”, se preguntarán.
Complicado abordar estas cuestiones desde fuera de la ortodoxia..
En nuestro mundo todas estas cuestiones fundamentales son tabú y más si se habla desde fuera del cristianismo. Todo lo que concierne a realidades divinas está desplazado.
Este tipo de determinismo no es lo que la gente de verdad desea. En mis viajes por muy diferentes países he tomado contacto con mucha gente que lo que en realidad necesita es hablar de esa esfera más íntima, más espiritual.

Dramática ruptura con lo sagrado…
Estamos en un mundo en el que impera la ideología materialista de la desacralización. Según en qué ambientes existe un temor a plantear abiertamente temas espirituales. Con este tabú se impide a menudo hablar de lo que las personas realmente necesitan.
Tenemos por lo tanto nosotros la enorme responsabilidad de hacer saber al mundo que las personas no somos únicamente máquinas. Es preciso hacer ver que somos seres multidimensionales, constituidos por dimensiones o estratos que se interpenetran unos con los otros.
¿Con esa ruptura nace el sufrimiento?
El sufrimiento viene de la distancia establecida con la divinidad. El ser humano arrastra una culpabilidad que tiene su origen en la ruptura con lo divino. La religión judeo-cristiana ha mantenido esa distancia. Ha separado totalmente a Dios, el Creador de la propia Creación. Se supone que el día en que Él lo decida, acabará con la creación.
¿Ha llegado el momento de revisar nuestra noción de falta, de pecado?
Por supuesto. Nos encontramos ante un sistema binario y dualista, cuyo origen es nuestra separación con la Divinidad. Todo nace de esa caída, que genera un sentimiento de estar perpetuamente en guerra con nosotros mismos.
¿Qué has observado con el estudio de la evolución de las almas?
Al tener la oportunidad de estudiar la evolución de un alma a través del tiempo, como yo he tenido al escribir mi último libro, uno se da cuenta de que la falta o pecado en la que uno ha participado en una vida, es un trayecto necesario para el aprendizaje de nuestro alma.
Es preciso quemarse para saber lo que es el fuego. Para crecer hay que atravesar retos y desafíos. Al familiarizarnos con esta manera de pensar, vamos tomando conciencia de que nuestra noción tradicional del juicio pierde su sentido y crece el sentimiento de compasión.

Vamos, que no hay otra que quemarse…
A lo largo de mi vida me he encontrado con diferentes guías de sabiduría, tanto aquí como en otros planos. He podido comprobar que si han llegado a ese nivel de iniciación, de realización de su conciencia no es porque se sienten elegidos por Dios, sino simplemente porque ellos han vivido y se han quemado mucho, han experimentado y explorado, se han sometido a múltiples desafíos…
¿El estado mismo de cristificación sería por lo tato una conquista de nuestra divinidad a través de reiterados desafíos?
Si un ser como Cristo ha llegado a ese nivel, es también porque ha sufrido mucho en muchas existencias. Ya lo confesó privadamente a sus discípulos hace dos mil años que Él no se había convertido de repente en el Cristo por decreto divino, sino a fuerza de atravesar múltiples pruebas y desiertos interiores.
¿A nivel de karma colectivo ocurriría otro tanto?
La falta personal está enmarcada en un movimiento de evolución colectiva. No es fácil comprender esto, pero hay seres que nacen para concretizar el karma colectivo de un pueblo.
Por ejemplo los dictadores que calificamos de monstruos, al mismo tiempo son vehículos de un conjunto de karma que es necesario se manifieste.

Un dictador que encarna en un país, sólo no puede hacer nada, necesita un gran número de cómplices. El se va a apoyar en el enorme egregor de karma de un pueblo para realizar su labor. Su función es la de materializar ese karma colectivo.
Esta visión para nada quiere decir que hemos de aceptar ese tipo de situaciones de oprobio e injusticia. Simplemente que desde esta altitud y punto de vista, la lectura de la historia de la humanidad cambia totalmente.
Vayamos al capítulo de las soluciones…
Trabajar la no separatividad es la clave para la liberación del karma y el sufrimiento. La cuestión definitiva que nos hemos de plantear a nivel colectivo es: ¿queremos realmente sanar ese karma que arrastramos? La respuesta inmediata es que sí, pero no es tan simple.
Todo esto requiere un trabajo importante, no es sólo un acto de decisión mental. Comporta un compromiso de todas las dimensiones de nuestro ser, desde lo más sutil a lo más denso, algo que va a tocar con nuestros reflejos de protección más arraigados.
Hace falta por lo tanto coraje para cambiar nuestra programación…
He ahí la cuestión fundamental: ¿Queremos permanecer en esa dinámica de pautas pre-aprendidas o hay el coraje de pasar a otro programa?
Hay que renovar nuestro “software”, ponerlo al día . Los maestros de sabiduría que han venido a este mundo nos han animado a cuestionarnos esos códigos fundamentales. Nosotros mismos creamos un peso en nuestras espaldas, que se genera al no comprender realmente quienes somos. No hay castigo divino.
Si permanecemos en el concepto de falta o pecado original, la única falta que podríamos aceptar es esa pérdida de la memoria de quienes somos, el olvido de nuestra verdadera identidad de almas y espíritus antes que de cuerpos. Nuestros cuerpos físicos son los últimos eslabones de la cadena de cuerpos.

¿Qué lugar ocupa Dios en toda esta reprogramación?
Dios no es alguien, sino un cambio de conciencia que nos nutre a la vez que nosotros Le nutrimos. Los maestros comienzan por purificar el cuerpo, para ser absolutamente conscientes y transparentes, para que en cada una de sus células encarne la chispa divina.
Se trata de resucitar la verdadera naturaleza en nuestro cuerpo, de que cada célula sea consciente de la divinidad que le habita. De la misma forma, por analogía cada uno de nosotros es una célula que pertenece al cuerpo divino.

¿Aspiramos a ser parte consciente de Dios?
Correcto. Somos seres unidos a la Divinidad, seres autónomos que participan de la realización de un cuerpo infinitamente más importante. Cuando esa toma de conciencia es total, tenemos la posibilidad de acceder a un estado de fusión con la divinidad. Los místicos hablan de ese detalle en el que se hacen cuerpo con lo divino. Ya no hay faltas, ni karmas, se es parte de un enorme motor de aprendizaje.
¿El primer paso sería desidentificarnos del dolor y la culpa?
A veces las propias enfermedades forman parte de nosotros mismos hasta tal punto que no queremos replanteárnoslas. Hay personas que viven conformes con ese sentimiento de víctimas de la vida. Para algunos es cómodo el estatus de víctima, porque permite eludir el compromiso y la responsabilidad del crecimiento: “Los otros se ocupan de ti, porque tú sufres”. El sufrimiento se convierte en la propia definición de ese ser.
Tarde o temprano hay que afrontar la multitud de retos que la vida comprende…
Exactamente, superar lo que denomino “victimitis aguda”. Desde ese aparente estado de inferioridad ejercemos una presión sutil para con quienes nos rodean.
Es preciso afrontar el peso de la responsabilidad que cada quien tiene, reconocer el contrato de nuestro alma, para encontrar lo que constituye nuestro verdadero desafío, descubrir al fin y al cabo lo que nuestra carga kármica nos está diciendo que trabajemos. ¿Qué es lo que me indica esta carga, que me quiere enseñar esa dificultad que me encuentro? Ello me obliga a estar atento, a tomar mucha conciencia. Es preciso ser seres audaces y abandonar el estado de tibieza y conformismo con el ego.

Sustituimos entonces la palabra castigo por la de enseñanza…
La vida no nos ha sido dada para castigarnos, sino para poder comprender algo que antes se nos escapaba. Hasta que no lo comprendamos, la vida nos irá colocando sucesivamente las mismas barreras.
A causa de la educación que se nos ha dado, pensamos que hay una deuda a pagar, pero sólo hay una lección a aprender.

La felicidad no consiste en no tener dificultades por delante, sino de observarlas de modo diferente.
Mucha tarea la que nos pone…
Esto no es el trabajo de una sola vida, sino el de todas nuestras vidas. Ha llegado el momento de que tomemos conciencia de que no somos culpables, sino responsables en período de aprendizaje. Al culminar este aprendizaje podremos constatar que no sólo la divinidad está en nosotros, sino también de que nosotros estamos en ella. En la medida que aprendemos, participamos del crecimiento de esa gran fuerza que llamamos Dios.

Koldo Aldai.

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