3 de septiembre de 2011

DANIEL MEUROIS. ¿DÓNDE ESTÁN LAS LUCES?

Crónicas de Daniel Meurois-Givaudan.

Siempre me ha gustado la ya antigua canción de Gerard Manset titulada "Luces". La escuchábamos a veces en las radios que se llamaban "modernas" de los años 80. Su estribillo tenía un gran contenido y me tocaba el alma. Como una larga queja llena de nostalgia, proclamaba "¿Dónde están las Luces que en otro tiempo nos guiaban...?"
Por "casualidades" de la vida, ha vuelto a buscarme hace poco tiempo, puede que con más fuerza todavía en su pregunta, unos treinta años más tarde, mientras que nuestro mundo no parece haberse embellecido ni pacificado, más bien al contrario... Sí, ¿dónde están esas Luces?
Hoy quiero y necesito decir que siempre han estado ahí, no hay que dudarlo. No se esconden... somos nosotros los que las escondemos por el oscuro alcance de nuestra suficiencia. Es nuestra humanidad en su conjunto la que continua, con más fuerza, mirando hacia un lado. Una humanidad que persiste en hacer como si no existieran y que más bien elige intensificar su camino hacia el Absurdo.

¿El Absurdo? ¿El verdadero Absurdo? Lo veo en primer lugar como la pérdida generalizada del sentido de lo Sagrado. Ese absurdo se expresa por nuestra deficiencia en distinguir lo Verdadero, por nuestra incapacidad en maravillarnos... y por nuestra propensión a querer nivelarlo todo por lo bajo. Recientemente le he escuchado hacer su trabajo de zarpa a merced de una conversación captada al azar.
Alguien afirmaba de manera pomposa que no hay, o que ya no hay Maestros, y que en cualquier caso ya no eran necesarios... Mi propio camino de vida, que ya comienza a ser largo, me ha enseñado a estar atento frente a los que mantienen tal discurso, así como frente a los que hacen referencia sin cesar a un Maestro y no pueden hacer nada sin su asentimiento.
Así como es infantil aferrarse mentalmente a un Sabio como a una muleta, negar la presencia inspiradora y el resplandor excepcional de ciertos seres es igualmente revelador de otra forma de inmadurez, de la que se hace alarde con el orgullo.
En efecto, siempre he observado que los que afirman que no hay Maestros o que ya no son necesarios son generalmente a los que les gustaría ocupar su lugar. Si pretenden rebajarlos haciendo de ellos personas corrientes, es invariablemente con la esperanza de realzarse ellos-mismos. De este modo, afirman ser más lúcidos, más libres que el prójimo. De hecho, sutilmente, están buscando discípulos.
Lo que llamo la «democratización» de la noción de maestría es la señal de una inmensa pretensión, y por ello, de una no menor inconsciencia. Existe un clásico reflejo humano que consiste en intentar empequeñecer al otro cuando uno no se consigue elevar por sí mismo.
Mi propio temperamento nunca me ha hecho un devoto «fanático» de uno u otro Maestro o Sabio. La independencia forma parte de mis herramientas y de la identidad de mi alma... Sin embargo, soy de los que piensan que hay que tener la humildad de reconocer la Maestría allí donde se encuentra, y también la humildad de buscar su huella... ya que normalmente se disfraza con el fin de trabajar más libremente.
Por supuesto, afirmo alto y claro que en primer lugar es nuestro "cristo interior" el que tenemos que revelar... pero ello no impide que exista un Cristo histórico, de carne y hueso, para hacernos tomar conciencia de ello.
A decir verdad, ¿dónde estaría nuestra Humanidad si los Maestros no existieran o si la hubieran abandonado?
Lo que creo poder afirmar es que los Maestros, sea cual sea su nombre, han cambiado su "estrategia" en tanto que "jardineros" de nuestras conciencias. La libertad de acción que algunos de entre ellos han elegido introduciéndose en este mundo encuentra su contraparte en otra: la que nos dejan entregándonos más aún a nosotros mismos. La libertad incrementada al quemarse en todas las brasas del ego pone en evidencia las que a veces creíamos apagadas... La Luz no se contenta con el claroscuro...
Cuando en 1982 tuve la suerte y el privilegio de hacer una incursión en el universo de Shambhalla, los Seres que encontré allí insistían en el hecho de que todos los aspectos pesados del ego debían ser vividos y agotados hasta el final ya que son la señal de la ignorancia y esta debe ser confrontada a sí misma para transmutarse al fin en motor de conciencia.
Su conclusión era que las raíces del espíritu que consigue revelar finalmente su verdadera grandeza se hunden siempre en el abono de la humildad. ¿De dónde procede ese abono? Nace precisamente de la descomposición de todos los orgullos.
Así que, ¿dónde están las Luces que nos guiaban? Están al final de nuestro vagabundeo en este fin de ciclo. Esperan que los usurpadores, los que podemos presentir en nuestro exterior así como los que alimentamos nosotros mismos, se cansen.
Sobre todo no olvidemos que Aquellos que han alcanzado el estado de Maestría han encendido pacientemente el Fuego que portan.
Una última reflexión... Me sorprende ver de qué manera muchos de entre nosotros rechazan el principio de "Maestro", mientras que dejan su propio poder de "ascensión", incluso su salvación, en las manos de algunas presencias extra-terrestres a bordo de una flota de naves espaciales.
De manera extraña, eso me hace pensar en los cristianos católicos que, cansados del dogmatismo de su religión, he visto a lo largo de los años abrazar el budismo con un celo que reproducía esquemas análogos a aquellos de los que habían huido.
¿Seremos pues seres de contradicciones?
Fuente: Daniel Meurois-Givaudan.
Traducción: Equipo Isthar Luna-Sol.

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