Los científicos, y no sólo la ciencia ficción, comienzan a tratar sobre los universos paralelos, implicados en varias teorías matemáticas sobre la estructura de nuestro mundo.
Ya no son tan sólo una idea loca propia de novelistas visionarios.
En la física de partículas o gravitación, se habla de mundos alternativos y universos múltiples para resolver muchas de las incógnitas que no obtienen respuesta en nuestro mundo lineal.
¿Somos una gota de agua bien vestida en medio de un indescriptible multiuniverso diversificado? Si no es así, ha llegado el momento de añadir otro golpe más a nuestro narcisismo: después de descubrir que el sol no gira alrededor de la Tierra; de que no venimos directamente de Dios sino de una cierta evolución; de que el subconsciente dirige nuestra vida y los sueños reflejan nuestros anhelos profundos; encima no estamos en el centro de la creación sino en una esquina alejada…
Con el principio de los universos paralelos se podría explicar por qué nuestro mundo tiene leyes y constantes físicas capaces de crear planetas e incluso la vida. Porque si todas las versiones de la realidad que podamos imaginar existen en algún lado, podemos explicar fácilmente nuestro origen sin referirnos a una fuente divina creadora.
La investigación de los universos paralelos surgió como recurso para interpretar diversas situaciones anómalas que se producen en física cuántica, y de esta manera fue desarrollándose formalmente este concepto que nos ocupa.
E. Schrodinger, padre de la física cuántica, descubrió que un cierto estado de la energía se hace realidad justo en el momento de la observación, entonces ¿por qué no pensar que las otras probabilidades se plasman en otros universos?
Al principio todos los universos tendrían un foco común y luego progresivamente irían divergiendo. En un momento dado, varias cosas son posibles y, al instante siguiente, sólo una se produce y el resto no existe. Salvo que otros mundos nazcan...
Emilio Fiel
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