21 de diciembre de 2013

MI EXPERIENCIA CON LA MUERTE.


Hay quien tiene miedo a la muerte, a morir a esta vida.
Hay quien dice no tenerle miedo y hay quien realmente no le teme.
Nada mejor que ponerse delante de ese miedo y mirarle a los ojos para comprobar qué pasa, qué nos pasa.
Nunca he tenido miedo a la muerte, desde pequeña siempre supe que no era el final de nada, que pasamos a otro estado y aquello que nos espera, es más auténtico que las experiencias que vivimos aquí, es lo que siempre he creído.
Tampoco he vivido hasta ahora la experiencia de ver partir a seres cercanos a mi, solo una, la de mi padre.
Pero antes o después, llega el día en que hay que pasar la prueba.
Tenemos mucha teoría que apenas ponemos en práctica y lo que cuenta, son los hechos, no las palabras.
Me había apuntado a un taller práctico de tres días en el que haríamos un recorrido por las tres etapas del ser humano: "Nacer, Vivir y Morir".
¡Nunca imaginé hasta que punto sería tan práctico!

El primer día y el segundo, muy bien.
Ya habréis descubierto que el tema del tercer día sería la muerte, ¿verdad?
Voy en coche por una carretera secundaria que me lleva hasta la autovía principal.
Es un domingo por la mañana, soleado y tranquilo, quizá por eso hay más tráfico, mucha gente sube a las montañas a pasar el día.
Sigo conduciendo por la carretera secundaria y de pronto escucho alto y claro una voz masculina que me dice: "En la siguiente curva, encontrarás la muerte".
Solo faltaban 150 metros para llegar a esa curva.
A partir de ese momento el tiempo se dilató, un recorrido que haría en menos de 1 minuto me pareció que duró unos 15 como mínimo.
Mi primera reacción fue mental, me preguntaba: "¿Ya está? ¿Voy a morir en un accidente? ¡Nunca sentí que sería así!
Lo segundo que vino a mi mente fue: ¿Puedo salir de la carretera? Imposible, no hay arcén y tengo coches delante y detrás.
Fue entonces cuando me entregué totalmente.
Pasado el momento de confusión, recuerdo que me relajé, me relajé tanto que tuve la sensación de que estaba hecha de un material ligero y esponjoso, era consciente de que seguía conduciendo el coche pero sin saber muy bien cómo a la vez que me iba despidiendo de mi familia, amigos, de todas las personas que se aparecían en forma de pequeños destellos luminosos.
Me entregué y dije: "OK, vamos allá".
Fue decir esa frase y la experiencia que estaba viviendo, desapareció.
Termino de hacer la curva para incorporarme a la carretera principal y... ¿Qué creéis que ocurre?
¡Por la carretera está pasando un cortejo de coches fúnebres!
Me entra la risa tonta, una mezcla de risa loca y disparatada.
Lloraba de la risa mientras  les decía "A los de arriba" que fueran más explícitos con sus mensajes.
No podía parar de reír.
Llegué al lugar donde se hacía el taller, conté lo que me había sucedido y hubo comentarios para todos los gustos. Había quienes se reían con la anécdota, quienes decían que del miedo que les hubiese dado seguramente ellos mismos, hubiesen provocado un accidente, los que insistían en mostrarme que hubiese podido evitarlo y salir de la carretera, en fin, hubo de todo.
Al día siguiente, reflexionando sobre lo ocurrido, encontré dos lecciones importantes para mi.
La primera, el haber constatado que realmente no tengo miedo a morir a esta forma de vida, que cuando llegue el momento, es posible que vuelva a entregarme a la experiencia de pasar a otro estado, de una forma serena.
La segunda reflexión es en cuanto a los mensajes que recibimos.
El primer destinatario de los mensajes, siempre somos nosotros mismos. Es a nosotros a quienes van dirigidos, otra cosa es que nos digan claramente a quién o a quienes quieren que los hagamos llegar.
En ocasiones, los mensajes que se reciben, terminan siendo "contaminados" por el receptor, ya sea de forma consciente o no, los pasamos por nuestro filtro personal y pueden llegar tergiversados.
El mensaje que escuché era simple y claro: "En la siguiente curva encontrarás LA muerte" y así ha sido, literalmente encontré la muerte, pero no la mía.
No me han dicho: "Encontrarás TU muerte", entonces ¿Por qué la única opción que interpreto es la de mi muerte? ...
Me he puesto en la situación de qué hubiese ocurrido si recibo un mensaje, en apariencia tan claro como el que recibí, y se lo digo a una persona que me consulta sobre algún tema. Si la persona no lleva bien el tema de la muerte es probable que se asuste y evite conducir su coche por si acaso ocurre algo, que le entre la paranoia y vea la muerte en cada curva, o se lo tome a risa, puede reaccionar de muchas maneras pero el mensaje ya se le ha dado de forma incorrecta.
El mundo sutil está más activo que nunca y muchos estamos viendo y escuchando lo que antes no era posible.
Siempre recibiremos aquello a lo que estamos preparados y necesitamos pero, los mundos sutiles tienen otro lenguaje y otra forma de expresarse y todavía necesitamos afinar nuestras percepciones sin olvidar que, lo más importante es no interferir, ser neutrales y honestos, dar un paso atrás y escuchar y ver sólo a través del corazón.
Lo sagrado no debe ser enturbiado por la personalidad.
Todos podemos ser canales pero no todos, son buenos mensajeros.
Semillas Solares.  Así me lo han dicho.

1 comentario:

  1. Increible la experiencia y muy buena la reflexión. No se cómo hubiese reaccionado si me pasa algo asi a mi. Gracias por la labor que haces, me encanta, besos. Alicia

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