28 de agosto de 2011

ENTREVISTA A SUZANNE POWELL.

QUE NADIE TE QUITE LA ESPERANZA.

La gente no cabe en las anchas salas donde esta jovial irlandesa, afincada desde hace veintiocho años en Barcelona, diserta sobre lo divino y lo humano. Las listas de sus cursos y talleres se llenan con centenares de personas desde meses de antelación. Más que sus propias y sabias palabras es el entusiasmo con que las baña, es su discurso alegre y positivo volcado en un perfecto castellano.

Su español cervantino no está exento de jerga coloquial. Quizás ella no sea consciente de la gracia singular que manifiesta cuando habla en términos de “tela marinera”, “momentos de chute”, “flipando un rato” o te confiesa que en alguna otra vida ha sido “porrera”… Suzanne Powell tiene el poder de derribar desde el primer momento, con su perenne sonrisa, las barreras que entre las personas establece el convencionalismo. Su única arma es su lenguaje sencillo, coloquial, pero a la vez profundo, sentido y sincero. Ella gusta decir que no es más que “una pueblerina irlandesa”, sin embargo nos consta que ha contribuido a inaugurar una conciencia universal y holística en la mente de muchas personas que han llamado a sus consultas, charlas y talleres, siempre gratuitos.
Apenas nos conoce, pero no duda en brindarnos un buen trozo de una tarde de verano…

¿Dónde nace tu vocación de entrega desinteresada al mundo?
A la edad de 20 años me diagnosticaron cáncer mortal.
Me prescribieron también un tratamiento muy estricto en cuanto a los movimientos. Me dieron una posibilidad entre cien de sobrevivir, si no pasaba por todo el protocolo médico. Tenía tantas ganas de vivir que no pude comprar esa historia que me vendía el médico. Sentía un gran deseo de salir de mi pueblo natal en Irlanda y descubrir mundo, así recuerdo que le dije al médico: “Lo siento pero es que no tengo tiempo para morirme. No voy a pasar por ningún protocolo médico.” Tenía mi año sabático en España ya programado y estaba dispuesta a que ni un diagnóstico de cáncer me privara de ese sueño.

¿En esas condiciones viniste a España?
Sí, firmé entonces un papel eximiendo al médico de responsabilidades. Otro tanto les comuniqué a mis padres. Fue entonces cuando pegué un grito al Cielo: “Oye, majos, ¿hay alguien ahí arriba…? Es que tengo muchas ganas de vivir” “Por cierto, que si realmente hay alguien ahí, en caso de que yo me cure, dedicaré mi vida para dar esperanza, no a curar, a otras personas que sufran y se puedan encontrar en una situación similar”. Arriba debieron decir: “¡Oído cocina…! Marchando una sanación para la Powell que acaba de hacer una promesa”. Al cabo del tiempo se me fueron poniendo las soluciones delante y yo como una niña, fui tomando nota, siguiendo las pistas, cumpliendo las pautas.
¿Qué dijeron los médicos?
Se desorientaron mucho con mi caso. Ellos me confesaron que algo estaba haciendo bien y me animaron a seguir con mi propia terapia. A los siete años me citaron en el hospital con un grupo de médicos. Cada cual estaba más asombrado. Me preguntaron: “Pero ¿qué has hecho…? No nos cuadra tu caso para nada. Estás limpísima.” Les expliqué con pelos y señales lo que había hecho, pero ellos no hacían más que sacudirse la cabeza, como diciendo: “Eso es imposible…”. Al final se rindieron. Cada año llaman a mi casa para preguntar a ver si sigo viva. Han pasado 28 años de aquello y mi madre dice: “Aquí está la llamada del hospital. La llamada rutinaria anual.”
¿Ahora toca cumplir, por lo tanto?
En efecto, ahora hay que cumplir. Creo que estoy cumpliendo. Soy consciente de ese compromiso. En ese camino se me fue el asma, la alergia al sol, alergias alimentarias y ambientales… Han llovido bendiciones desde aquel día.

El Maestro Tibetano apunta que cuando nos consagramos al servicio, los males se olvidan…
Efectivamente, ¿quieres olvidar tus problemas de salud, tus problemas físicos…?, ayuda a los demás, entrégate a los demás. Tu dolor de muelas desaparece, cuando ves a una persona sin pierna por un accidente de moto. Siempre hay alguien peor que tú.
He visto tus vídeos y he observado a una mujer segura, entusiasmada con lo que hace, plena de alegría… ¿Dónde nace todo ello, dónde esa paz, ese entusiasmo…? ¿Dónde te nutres?
De mi niña interior. He aprendido a no tomarme tan en serio, a reírme de mí misma, a ser observadora de mi experiencia. También me doy permiso para permanecer triste un día, si así se da el caso. Se trata de vivir la experiencia de la dualidad, valorar en definitiva el goce de estar vivo.
¿Con qué pensamiento se levanta a la mañana Suzanne?
A las mañanas me levanto pensando: “Hoy va a ser un gran día y fluyo”. Me doy permiso para ser yo misma. Me quito esa armadura de la apariencia, de lo que es preciso manifestar en cada momento. Me olvido de qué es lo que van a pensar los demás de mí. Es una forma decir a quienes me acompañan: “Yo soy así. Por favor acéptame tal cuál”. Esta posición te aporta un estado de gran relax.
“¡Relájate!”, es lo que digo también a las personas cuando las veo cargadas de muchos problemas. Por ejemplo animo a esas personas que acuden a la consulta a pensar que están en los últimos días de su vida. Ellas optan normalmente por pensar en el amor, por compartir sentimientos con aquellos seres que quieren, por decirles cosas bellas, las cosas que no les han dicho nunca… ¿Qué importancia tiene la hipoteca, incluso las tareas de la casa... en esa situación? Cuando después toman tierra de nuevo, no se les ocurre volver a los problemas que anteriormente les estaban matando.
Apurar el instante…
Así es. Intento vivir buscando el sentido a cada instante. A la hora de ayudar, trato también de transmitir esta filosofía de vida. A los enfermos terminales trato también de hacerlas sentirse vivas hasta el último minuto. Mientras que una persona respira hay una esperanza de vida, una esperanza para tomar decisiones de cambio radical.
 ¿Y la fe y la seguridad de Suzanne, dónde nacen?
Un niño confía en sus padres. Sabe que tendrá cariño, ropa, comida, abrigo…, todo lo que necesita para vivir. No anda preocupado, simplemente confía plenamente. ¿Qué es entonces lo que a nosotros nos impide tener esa fe total? La codificación mental. Si nos entregamos, debemos abrigar la seguridad que el futuro será como anhelamos.
 Se trata de coger nuestras riendas y observar que somos los cocreadores de nuestra propia existencia. Se trata de concluir que cada quien está redactando su historia, que cada quien es su propio guionista. Cada quien sostiene la pluma que escribe su relato. Cuando abrigamos dentro de nosotros esta absoluta seguridad, es cuando comienza la magia.
El día pasado compartía con mis ayudantes el deseo de hacer unos encuentros en la montaña. Al término del último curso que impartí, se me acercaron un hombre y una mujer que son monitores de esquí y responsables de un complejo deportivo en los Pirineos, concretamente en Puigcerdá, ofreciéndome toda su infraestructura. Me quedé ante la pareja con la boca abierta. Pide y se te dará. Me sorprendí de que ocurriera tan rápido. Cuando trabajamos por el prójimo vamos acumulando créditos.
 ¿Cómo opera ese Banco?
Cada quien tiene su cuenta corriente bancaria de la Divina Providencia con sus débitos y créditos. Cuanto más créditos vamos ganando a través de buenas acciones más deudas se van saldando. Llega un momento en que, saldadas las deudas, comienzan a hacerse realidad los anhelos del alma. Más evolución, más rápido el canje. Magia pura y dura. Cuanto más observador te haces de tu propia vida, más te vas dando cuenta de la matemática de la acción-reacción.
 ¿Así que te concedieron “visa oro” en el “Banco cósmico”…?
Para poder sacar de ahí, hay que meter mucho amor. Los regalos se manifiestan en todo lo que te vas encontrando. Cuando mi hija quería ir a París, a Eurodisney, vino un paciente que resulta que trabajaba allí. Me ofreció su apartamento y la estancia gratuita para las dos. Estuvimos la Semana Santa entera. Cuando le comuniqué a mi hija la noticia del ofrecimiento ella me dijo: “Sí eso yo ya lo sabía. Mis deseos son órdenes”…
¿La sabiduría oculta que compartes en tus conferencias dónde la obtienes?
La propia búsqueda me ha ido nutriendo. El anhelo de saber va proporcionando las respuestas. Yo quería aprender mucho, pero no sabía dónde. Comencé leyendo libros sobre espiritualidad, hasta que conocí hace 18 años a un ser maravilloso con el que viajé por el mundo, con el que aprendí mucho. Estuvimos haciendo obras humanitarias en Oriente y en América. Se convirtió en mi pareja, en el padre de mi hija y también en mi maestro. Falleció hace seis años, pero me dejó llena. Él me enseñó a ser mi propia maestra. Me contagió la idea de que un maestro nunca pide que le sigan, sino que pide a cada quien seguirse a sí mismo. El maestro verdadero ayuda a descubrir al maestro interior que a todo ser habita.
Lo que comparto en mis conferencias se basa, por lo tanto, en información que he ido acumulando vida tras vida en mi propio “disco duro”. Si yo he comido un mango, puedo compartir esa experiencia con toda suerte de detalles, con toda confianza. De forma que quien tengo delante, casi lo podrá saborear. No se puede escribir una tesina sobre un mango, sin haberlo probado nunca.
 ¿Has comido muchos mangos?
Sí, mi experiencia es lo único que trasmito. Cada quien es libre de creerla o no. Si mi experiencia puede ayudar a otra persona a que explore en su propia experiencia, me quedaré satisfecha. No trato de convencer a nadie.
 Hay momentos, al impartir conferencias, en que yo misma me sorprendo de los contenidos que estoy compartiendo. Comienzo a responder a preguntas desde otros niveles. Se trata de una información que comparto por primera vez y que me viene de mi propio disco duro interno. Desde otros aspectos de mí, esa información va bajando y tratando de satisfacer a la mente estúpida. Aprendo de mí misma desde otras dimensiones de mí.
Te sorprendes a ti misma de tus respuestas…
Totalmente. El día pasado me formularon una pregunta que yo mentalmente no podía responder. Sin embargo abro la boca y la respuesta sale sola. Tuve que oír la grabación para reparar en lo que yo misma había dicho.
Una y otra vez llamas a retornar sobre nosotros mismos…
Es de suma importancia conectarnos con nosotros mismos, para saber en realidad quiénes somos, para descubrir la relación que tenemos con cuanto nos rodea. Basta de acumular títulos y diplomas fuera, prima volcar dentro.
He podido incluso comprobar que si yo necesito saber algo, alguien me lo preguntará y yo misma me daré la respuesta. A menudo me veo dando consejos a terceros que en realidad van destinados a mí misma.
¿La alegría, que tú por ejemplo manifiestas, puede representar un puente de conexión interna?
En un momento de gran intensidad en el presente, de gran alegría por algo feliz que le ha ocurrido a una tercera persona, podemos alcanzar experiencias de quinta dimensión. En la quinta dimensión están nuestras familias cósmicas, está la luz. Si una amiga en la intimidad te confiesa feliz: “Estoy embarazada”, al decir tú desde tu alma “¡¡Bien!!”, ya estás rayando esa dimensión superior. En esos instantes puedes alcanzar una gran inspiración. Las ideas no nacen de la mente estúpida. Ésta sólo acumula los datos que le has ido metiendo en esta vida. Las inspiraciones nacen de tu disco duro interno a partir de experiencias y vivencias acumuladas en otras dimensiones, en otras vidas anteriores.
Puede ocurrir también que un grupo de personas experimente por ejemplo unos instantes de euforia colectiva, unas vibraciones elevadas auspiciadas por un generoso proyecto común. Esas vibraciones superiores pueden abrir un canal de inspiración también colectiva. La magia del universo confabula cuando nos encontramos en mitad de un “chute” colectivo. Sigue las señales…
¿Hasta qué punto vivimos una vida predeterminada?
Hemos decidido encarnar en tercera dimensión para aprender de todas las lecciones que esta dimensión nos proporciona. Igualmente en lo que respecta a otras dimensiones. Hemos de agotar todas las posibilidades de experiencias en cada dimensión. No hemos de juzgar a nadie. No hemos de señalar al drogadicto con el dedo. Seguramente nosotros mismos hemos pasado por esa experiencia. En el sótano del universo estamos viviendo una experiencia como si fuera la única. Nos hemos perdido en la ilusión, en el juego. Nos hemos olvidado de quiénes somos realmente.
 Como grandes seres que son, desde el más absoluto incógnito, nuestros hermanos cósmicos, que ya han hecho su propio trabajo, nos pueden ayudar. Orientan a la humanidad en este proceso. Nos protegen de los eventuales impostores.

¿Hay plan general superior?
La humanidad avanza tras un plan. Cada quien tiene su propia familia cósmica y sus propios orígenes. Las personas han de aprender a descubrir la luz verdadera, no las apariencias. Cuando la familia cósmica se manifiesta no necesita siquiera presentación.
¿Y hay plan personal?
Antes de venir a encarnar en el planeta cada quien ya hemos diseñado nuestro plan de vida. Existen acuerdos previos a la encarnación en los que nos hemos repartido los roles, en los que hemos acordado ayudarnos en caso de que nos despistemos en el camino. Estamos jugando ahora a descubrir quién es quién, pero no podemos descubrir quiénes son los demás hasta que no descubramos quién es uno mismo. Cuando ya sabes quién eres tú, se retira el velo y es más fácil descubrir quienes son los demás.
¿El plan de Suzanne hasta dónde se pueda saber…?
Podemos elegir devolver bien por mal y así provocar un cambio crucial en el supuesto malhechor, podemos elegir llevar la linterna que alumbra a los demás, podemos, al haber vivido ya determinadas experiencias, ser orientación de otros, pero siempre animando a que cada quien viva su propia vida. Como ahora las almas tienen prisa agradecen esa linterna. Sigo enseñando lo mismo que hace quince años, pero ahora hay más premura.
¿Existen los Maestros, los custodios de ese plan?
Sí y aunque son incomprendidos, saben responder con compasión. Abrazan con amor a los seres más oscuros.
El problema de los maestros es que los veremos rodeados de gente, pero en su corazón, en su interior se sienten solos. Quienes les rodean aún no han descubierto esos vínculos que vienen de atrás. Se te pueden aparecer incluso esos grandes seres. Se manifestarán de la forma más sencilla. Jesús te dirá: “¿Has pasado mala noche, no, tía?”. No te animará a que te pongas de rodillas, sino que se sentará contigo al borde de la cama.
¿Cómo entiendes la consagración al prójimo? ¿Entra la palabra sacrificio en tu vocabulario?
Cuando vives la entrega a los demás desde el amor, no contemplas ese servicio como un sacrificio. Cuando saboreas los beneficios espirituales que te proporciona esa entrega a los demás, compruebas que no hay nada en la tierra que te pueda reportar más beneficios.
¿No has tenido que realizar una ejercicio de renuncia?
Una madre por amor a su bebé, no le importa sacrificar su sueño, su libertad, su hambre… Su amor es tan grande que se entrega incondicionalmente. Si le preguntas a esa madre, cómo puede sacrificar su vida por su bebé, ella te responderá que para ella no hay sacrificio. Ella no siente que pierda nada, sino que está ganando. Te dirá: “Mira, mira ese bebé que salió de mi vientre... ¿Cómo no me voy a entregar a él?”
En estos momentos me encuentro como la madre. No sé hacer otra cosa que no sea esto. No me planteo el estar sacrificando una vida social, el estar sacrificando una casa grande, preciosa con un montón de comodidades… Realmente todo ello supondría para mí una distracción.
Puedo estar sacrificando, eso sí, que un Richard Gere llegue a mi vida y me haga mimitos y cariñitos, pero aún confío que ese hombre pueda llegar. Me lo llevaré de viaje y aunque sea en los descansos estaré muy a gusto con él… (Grandes risas)

“Suzanne, a veces me dicen los alumnos, ¡cuánto amor, cuánta entrega, cuánto sacrificio…!” “¿Quién, yooo…?”, les respondo. Yo disfruto mucho con lo que hago.
¿Proyectos cercanos dentro de ese proyecto de entrega?
Me han ofrecido recientemente un gran edificio para instalar un centro holístico que beneficie a la comunidad. Siento que me han entregado un gran regalo. Deseamos formar allí una plataforma holística de cuerpo alma y espíritu, que proporcione esperanza a personas que no la tienen. Este centro se llamará Zenity, así la ha bautizado mi hija. Vamos a crear el sueño de muchos, no el mío.
Estamos abiertos a voluntariado para el proyecto, así como a profesionales, médicos y terapeutas. Mi aportación se mantendrá altruista. Seguiré impartiendo los cursos de forma gratuita y solidaria. A largo plazo, la idea es que Zenity sea el comienzo de una red de centros holísticos de semejantes características que se expanda por todo el mundo. Ya nos han hecho propuestas para comenzar a trabajar en Madrid y en Argentina.
Se trata de juntar a profesionales convencionales, ortodoxos, con otros adheridos a la medicina alternativa o complementaria. También queremos reunir a terapeutas de la medicina energética, psiquiatras, psicólogos…, todo dentro de una misma filosofía de vida, es decir de ayuda al paciente de una forma holística. Queremos dar cabida también a talleres de cocina, alimentación, espiritualidad…, así como formaciones diversas. No faltará tampoco un bar de zumos…
¿Cuál es, por último, la esperanza que quisieras contagiar al mundo?
Que una persona mientras respira alberga esperanza. Si una persona está enferma y desea vivir y encontrar un nuevo camino, agarre la esperanza por más que los médicos no se la proporcionen. Que nadie te quite la esperanza, por fatal que sea el diagnóstico que te hayan dado. Zenity se llamará “el centro holístico de la esperanza”.
Si yo hubiera hecho caso a los médicos que hace veintiocho años me dijeron que tenía un noventa y nueve por ciento de posibilidades de morirme, ¿dónde estaría hoy? Yo digo siempre a los pacientes: “Si yo puedo, tú puedes. Siempre hay un ángel presto a llamar a tu puerta. Que nadie te quite la esperanza”.

Koldo Aldai.

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