El impacto en la Tierra este martes 24 de Enero, de una eyección de masa coronal, una enorme nube de plasma magnetizado por la atmósfera solar, resultado de la gran explosión solar registrada el pasado lunes, ha causado una tormenta geomagnética que finalmente no ha tenido efectos sobre las infraestructuras terrestres.
La Agencia Espacial Europea (ESA) incluye entre las infraestructuras más sensibles a la actividad solar, las redes eléctricas o redes de telefonía, donde no se han observado alteraciones reseñables.
Como medida de precaución, algunas compañías aéreas como Delta desviaron la ruta de algunos aviones comerciales entre Asia y Estados Unidos que sobrevolaban los polos para evitar el impacto de la erupción solar, una medida que ocasionó retrasos en los horarios.
El principal impacto de esta tormenta se ha traducido en espectaculares auroras en latitudes altas en las zonas polares.
La llamarada solar del lunes también provocó una fuerte corriente de protones, la más potente vista desde 2005. Esta corriente llegó a la Tierra en la mañana del lunes y continuó el martes.
Como una erupción energética de este nivel pueden alterar los satélites, los equipos de 48 horas de funcionamiento de la ESA estaban en alerta para monitorear la tormenta.
Según la ESA, hasta la tarde del miércoles no se registraron incidentes. Mientras que la intensidad fue más fuerte que la media y la tormenta de protones fue la más fuerte desde 2003, estos eventos no tuvieron un impacto en la superficie de la Tierra.
Las llamaradas solares y eventos de protones son principalmente de interés para los operadores de satélites y también son vigiladas de cerca por los astronautas a bordo de la Estación Espacial Internacional (ISS).
En el hemisferio norte se conoce como aurora boreal, y en el hemisferio sur como aurora austral, y siempre se forma en lugares concretos de la atmósfera con apariencia de arcos llameantes.
Los cielos árticos, y sobre todo en el norte de Canadá, Alaska, y Noruega, son el escenario más frecuente de estas exhibiciones, ya que son mucho más oscuros y despejados que los cielos de las regiones más pobladas de otras ciudades europeas.
La primera señal de que va a producirse una aurora suele ser la aparición de un arco de luz verde en el cielo del norte poco después de la puesta de sol, y suele durar una hora sin apenas cambio, si la perturbación magnética se extingue, el arco se desvanece, pero si se intensifica, el fenómeno entra en la fase de arco activo.
El nombre proviene de Aurora, la diosa romana del amanecer, y de la palabra griega Bóreas, que significa norte.
Europa Press.
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