16 de marzo de 2012

DANIEL MEUROIS. LOS DESBORDAMIENTOS DEL DESPERTAR.


Crónica de Febrero 2012.

Hace más de treinta años, cuando entré de lleno en el llamado mundo de la espiritualidad, imaginaba muchas cosas... Iba a conocer seguro a "iniciados" (era el término de moda entonces), así como a mucha gente que volaba a gran altura. Estaba convencido de penetrar en un entorno excepcional en el que reinaba la ética, en el que se cultivaban los más hermosos valores humanos y en el que el nivel de conciencia era necesariamente superior a la media y, sin duda, orientado hacia el servicio a los demás.
Hoy día, cuando contemplo en mi memoria todos esos años pasados, me digo que, en efecto, mi compromiso y las distancias que he recorrido me han llevado a conocer a personas de excepción... almas hermosas, llenas de bondad, llenas de pureza. Almas que han hecho que crea en la humanidad y que me han alentado (a menudo sin saberlo) a seguir mi camino.

Pero, al penetrar algo más en esa memoria, me doy cuenta también de que esas almas no frecuentaban necesariamente las llamadas esferas espirituales. Eran sencillamente almas buenas, con miradas generosas y sonrisas auténticas. Almas que no tenían "cajones de doble fondo", como suelo decir.
Hablando con sinceridad, es de ellas de las que me acuerdo sobre todo, ya que son ellas las que todavía hoy, muchos años más tarde, siguen ocupando mi alma y mi corazón. Veo hasta qué punto nunca necesitaron para ello teorías o discursos. Desconocían muchas cosas que se consideran luminosas, y sin duda era mejor así ya que, sencillamente, eran ellas mismas. La ausencia de pretensión es algo digno de respeto, pero poco habitual en el ser humano.
Quiero confiaros el fondo de mi pensamiento... aunque sé de antemano que no gustará a todo el mundo: hace mucho tiempo que estoy algo cansado del llamado mundo de la espiritualidad. ¿Por qué?
Porque, con todas las tendencias confundidas, sin duda no es más espiritual que otro. Porque, al igual que el resto (a los que calificamos de profanos) tiene sus dictadores, sus personas dormidas, sus estafadores y sus actores. Porque en él encuentro demasiado a menudo, al igual que en el resto, inconsciencia y pretensión... e incluso, de manera recurrente, maldad.
Pero no os preocupéis... ¡No tengo intención de caer en una crisis de amargura! Sigo enamorado de la vida y confío en el potencial de la luz que todos llevamos en nosotros. Con esto solo quiero deciros que cuando queremos ocuparnos del crecimiento de la conciencia debemos estar más vigilantes y ser más exigentes con nosotros mismos que en ningún otro ámbito.
... Porque nuestras preocupaciones no bastan para hacer de nosotros mejores seres humanos y tampoco nos convierten en miembros de una especie de elite, ni menos aún en los candidatos sistemáticos para la "ascensión".
El orgullo, la pretensión y la arrogancia son muy insidiosos en el "mundo del espíritu". Diría incluso que son temibles, ya que se supone que son "sabios". El espíritu que descubre su existencia a menudo solo es un ego que explota...
Por tanto, en este tipo de contexto el atributo más escaso es la humildad. Soy testigo de ello por lo que observo constantemente: por todas partes hay maestros improvisados y personas que dan consejos sin haber vivido aquello sobre lo aconsejan.
¿Cuál es el motivo de todo ello?
Creo que se debe a lo que llamo "desbordamientos del Despertar". Son una especie de arrebatos de calor que experimenta el alma humana cuando empieza a fermentar, es decir, cuando de repente aspira a crecer y a adivinar Lo que la habita.
Aparentemente es una crisis difícil de evitar por la que, en efecto, pasamos todos en un momento u otro de nuestra evolución. Una crisis patética porque los que la atraviesan se centran en su "mí-yo" para denunciar la dualidad y el lado ilusorio de nuestro mundo... en el que por supuesto ellos han descifrado la vanidad. Una crisis que toma la amplitud de una epidemia en estos años de desbarajuste general en los que vivimos.
Si hoy me dejo llevar y hago estas observaciones no es para lamentar ni para tirar la piedra a nadie en particular ya que, al igual que el cuerpo, la conciencia debe pasar por crisis de adolescencia.
Si trato el tema es para que todos asumamos nuestra responsabilidad, para que aspiremos a la sencillez, para que cada vez seamos menos numerosos los que queramos interpretar papeles que no somos capaces de mantener. Es para que se inflen menos globos en todos los sentidos. Es para que volvamos simplemente a la sensatez.
Hablo de sencillez... ¿No vemos que en ella está todo lo que necesita nuestro corazón?
La sencillez presupone la espontaneidad, la generosidad, la bondad, el perdón, el amor.... ¡La lista podría alargarse mucho más, pero se volvería complicada! La sencillez del alma... la veo como el reflejo de esa última verdad que nos habita pero a la que buscamos por todos lados.
Personalmente, no me interesa saber lo que los Maestros comen en invierno en Shambhalla, en qué nivel vibratorio estoy, ni en qué lugar de nuestra Tierra una flota galáctica se llevará a "los mejores de entre nosotros" a un planeta de acogida. Con esto quiero deciros (más bien para volveros a decir), mientras nuestro mundo se agrieta, que es urgente darnos cuenta de que ha llegado la hora de ser auténticos y humildes.
Definitivamente, será cuando estemos entre la espada y la pared cuando expresaremos lo que hayamos comprendido e integrado, con valentía, lucidez, confianza... y alegría, por supuesto.
Traducción: Equipo Isthar Luna-Sol.

2 comentarios:

  1. Confieso no haber leido nada de este autor y sin embargo comparto totalment lo que acabo de leer. Si tuviese su capacida para escribir y expresar lo que siento ... seria muy parecido.
    antonai

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  2. Es verdad, Daniel Meurois es un ser especial. Amoroso, lúcido, sabio y compasivo como pocos he conocido. En el Blog siempre publico artículos de Daniel. En temas del Espíritu y del Alma, sigue habiendo quienes aún confunden lo Sagrado con lo profano. Hay que continuar sembrando.
    Abrazos.

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