¿Puede darnos pruebas de lo que dice?
He escuchado de manera recurrente esta pequeña frase a lo largo de mis ya treinta años de testimonio...
«Tengo un sobre escondido en un lugar. He escrito en él una frase. Si consigue conocer el contenido a través de la de-corporación, entonces podré creerle...» También me han planteado esta frase, lanzada a la manera de un desafío, muchas veces a lo largo de los años.
Nunca he querido responder a ellas, ni a otras del mismo estilo. Conozco demasiado la perversidad de las mismas, o más bien la del ser humano cuando pretende pasar el alma y el espíritu por la criba de una aparente razón, cueste lo que cueste.
¿Por qué digo «aparente»? Porque precisamente nunca he encontrado demasiada razón en los que dicen utilizarla. Tampoco imparcialidad, por otro lado.
Hace unos treinta y cinco años, cuando comencé a hablar de manera privada de mi capacidad para proyectar mi alma fuera de mi cuerpo, en seguida me pidieron pruebas de ello. Acepté de manera ingenua, pensando que ello iba verdaderamente a hacer avanzar la reflexión. Así que di pruebas a quien quería tenerlas. No entraré en detalles, habría demasiados.
Esto duró uno o dos años, el tiempo que hizo falta para que me diera cuenta de lo inútil de mi conducta, de su estupidez incluso.
Siempre, o casi siempre, me pedían: «¿Puedes hacer eso de nuevo? Me gustaría estar seguro... Creo que no lo he entendido bien, que me he perdido un detalle...» Ingenuamente, los primeros tiempos lo hice, dando pruebas de nuevo de mi capacidad, y por ello de la realidad de ese principio sutil que llamamos alma.
Lo hice hasta que terminé por darme cuenta de que eso no cambiaba nada a ojos de mis interlocutores. No cambiaba nada en su percepción del ser humano, nada en su comprensión de la vida. En efecto, ninguno de ellos manifestó nunca la necesidad de saber más.
Como mucho habían asistido a un buen número de encuentros que les probaba que era un tipo un poco raro.
Hoy doy las gracias a todos estos amigos, a todos los conocimientos de la época. Me enseñaron, sin que ni siquiera me diera cuenta, que pocos de entre nosotros quieren realmente saber más sobre la vida y sobre sí mismos... simplemente porque no están listos para moverse.
No siendo suficientemente maduros ni conscientes para comprender y avanzar, se contentan con algo que resulta espectacular. Tres decenios más tarde no empleo ni más tiempo ni más energía en intentar probar, aunque no se me tome en serio. Hay mejores cosas que hacer: ayudar al corazón a crecer y a ir más allá de todas sus viejas fronteras.
La verdad es que el mundo del espíritu no se deja capturar por el de nuestra sociedad razonadora. Es inútil imaginar que podamos un día cambiar las miradas humanas a golpe de pruebas de esto o aquello. Eso sería tomar el problema a la inversa.
Las pruebas de la realidad del alma y del espíritu no son algo que la Vida nos deba a nosotros. Se merecen, se nos dan por añadidura, se nos ofrecen cuando no las necesitamos, cuando hemos caminado lo suficiente en nuestro interior hacia el descubrimiento de lo Sagrado. Es el camino lo que cuenta y lo que otorga el secreto.
Una puerta no se abre si no nos tomamos la molestia de ir hasta su umbral y empujarla. Evidentemente eso requiere valor, perseverancia y amor, es decir, en resumen... una verdadera Inteligencia.
De igual modo, esto requiere que dejemos de ser espectadores, burlones, socarrones, astutos y cínicos frente a lo que no comprendemos, y que comencemos a ser actores honestos, humildes y sinceros del desarrollo armonioso de nuestro mundo.
¿Quién tiene ese valor? Hay que reconocer que una minoría de entre nosotros.
Sí, como dice la canción «La vida me da lo que espero de ella». Dicho de otro modo, «Que el que quiera algo bello que comience por sembrarlo».
En realidad, estas palabras resumen por sí mismas lo esencial, lo que nos queda hacer hoy día, en un tiempo en el que nos gusta entrar en polémica, criticar, y en el que cada vez es más difícil distinguir lo verdadero de lo falso.
Ninguna prueba de ningún tipo que sea exterior a nosotros hará de nosotros mejores seres humanos, más conscientes de lo sagrado de la Vida. Es desde el interior desde donde tenemos que emprender nuestra metamorfosis. La mutación urgente que se impone a nuestra especie solo puede iniciarse ahí, en el interior.
Por fanfarronería, por pretensión de ser racional o por inconciencia, podemos burlarnos de la Divinidad que descansa en nosotros... finalmente tendremos que descubrir que esta no es algo opcional.
Traducción: Equipo Isthar Luna-Sol.
Genial como siempre,Daniel. Gracias semillas solares por traérnoslo... y traducírnoslo ;-)
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