4 de diciembre de 2012

DANIEL MEUROIS. CIERTO SÍNTOMA.


Siempre me sorprende constatar hasta qué punto numerosas personas juzgan y condenan fácilmente. Hagas lo que hagas y pase lo que pase, eso no es así, no es bueno, es falso o no tiene sentido... por esto, por aquello...
Asistimos entonces a un despliegue de expresiones agresivas, de afirmaciones pretenciosas, en definitiva, a un estallido de maldad... como si nuestro mundo no estuviera ya suficientemente saturado de ella.
¿Nunca os habéis dado cuenta? A mi me salta a los ojos cada vez más frecuentemente. Creo que, para muchas personas, se ha convertido en un hábito de comportamiento. En el lenguaje de la psicología, se llama a esto un T.O.C., o dicho de otra forma, un trastorno obsesivo compulsivo.
Personalmente, lo llamaría « el síndrome de la maldad crónica ». Cada vez más a menudo, los que lo manifiestan se muestran muy pomposos en sus ataques... como para dar a conocer que han comprendido todo de tal manera que saben lo que es verdadero y lo que no lo es. Por tanto, es evidente que pueden distinguir con total certeza lo que es correcto de lo que no lo es.

Esto no impide que, cuando les prestamos aunque sea un poco de atención, nos damos cuenta de que la agresividad de estas personas esconde una increíble frustración, una « amargura » del alma tan evidente que casi sentimos pena por ellas.

Por poco que intentéis argumentarles con el fin de hacerles comprender que no tienen necesariamente la verdad  ni la clarividencia respecto a todo, todos sus rayos se desencadenarán aún más y reclutarán entorno a  todo lo que se mueva y sea influenciable...
En realidad, acabáis de caer en su trampa, en su terreno predilecto, el de la polémica, una polémica que, por definición, no terminará jamás... Ya que en estos casos, para estas personas no se trata de discutir, sino de herir o de destruir para afirmarse ellas mismas. Afirmarse cueste lo que cueste, ¡eso es lo que cuenta!
La voluntad de superioridad intelectual e intuitiva de la que hacen alarde las experiencias de vida que sobreentienden pretenden ser tan aplastantes que si no las has percibido en seguida es que, francamente, eres idiota. Por tanto, a sus ojos, solo puedes callarte.
Es entonces cuando te retiras del « debate », desconectas, ya que acabas de darte cuenta de que solo era una pequeña demostración de lapidación mental... acompañada de una triste búsqueda de micro-poder.
Internet es muy cómodo para aquellos a los que les gusta practicar este deporte ya que les permite permanecer anónimos, escondidos tras pseudónimos y todo tipo de « avatares ». Los foros, los blogs, son sus terrenos de juego privilegiado.
Conozco bien esta forma de actuar... A menudo pago las consecuencias en tanto que puedo ser blanco de las mismas, y es por ello por lo que puedo hablar de esto con facilidad. Evidentemente, en cierto modo es normal cuando uno se expone públicamente por tomas de posición o testimonios que no se ajustan a todo el mundo ni a todas las sensibilidades. Asumo por tanto el riesgo y las molestias.
Pero ese no es mi objetivo, sino que es más bien el de invitaros a reflexionar sobre la nefasta tendencia de nuestra sociedad de lanzar ácido sulfúrico en todas las direcciones. Me diréis que cuando estamos en ámbitos profanos como la política o la economía, esto no sorprende a nadie, y se considera prácticamente inevitable ya que no se espera encontrar ninguna ética...
Pero cuando choca es cuando esto se produce en el llamado mundo de la espiritualidad. Ahí, al igual que en otros ámbitos, parece que no se ha comprendido que hay una diferencia notable entre un juicio y una opinión, entre la expresión respetuosa de un desacuerdo y el insulto apenas velado.
No es que preconice la tibieza frente una divergencia en un punto de vista... Si yo hubiera sido un tibio jamás hubiera emprendido la aventura de mi camino interior. Simplemente quiero hablar del respeto. El respeto forma parte de la inteligencia de base de la que todo ser humano debería ser consciente, sea cual sea su lugar en la vida.
Si hay algo que los juicios incisivos expresan siempre, es la necedad. La mayor parte del tiempo esos juicios pretenden ser una especie de condena sin apelación, apoyada en suposiciones o rumores que tienen el valor de verdades.
Así que... Cuando no se sabe, una inteligencia básica nos aconsejaría no hablar, o al menos no juzgar... con más razón si uno mismo no ha realizado nada importante en el ámbito en el que se expresa... lo que sucede casi siempre.
Ya que uno de los aspectos del «síndrome de la maldad crónica» es que este hace sobre todo expresarse a personas que «hubieran querido», pero que «desgraciadamente, no han podido...». La frustración es un ácido que todo el que lo prueba no puede reprimirse de lanzar sobre otra persona.
Golpear para demostrarnos nuestra propia existencia... Golpear para provocar una réplica y engendrar un conflicto es fácil, solo hay que dejarse llevar.
Comprometerse verdaderamente en una acción constructiva y consagrar toda una vida a riesgo de equivocarse y de herirse de vez en cuando, lo es infinitamente menos. Es esta vía la que deseo a todos los que se sienten responsables de nuestro mundo y que tienen algo de valor y de lucidez. Ni siquiera hablamos con esto de amor... el amor es el estadio que viene tras el del respeto y la decencia.
Bien, lo dejo aquí... de nuevo una crónica que dará lugar a algunas polémicas, ¡lo siento ya!
Traducción: Equipo Isthar Luna-Sol

2 comentarios:

  1. Me ha encantado. No cabe añadir nada más. Cae por su propio peso. Gracias

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  2. Aix!!! ya lo dije una vez y lo repito : Este hombre me enamora. Es la lucidez y la honestidad encarnadas.

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