28 de mayo de 2014

CELEBRAR LO COTIDIANO.



Descubrir la magia del día a día, depende más de nuestra forma de ver las cosas, que de lo que sucede a nuestro alrededor. 
Cada instante encierra un tesoro.
Crear y sostener aquello que amamos. ¡Y disfrutar mientras lo hacemos!

A veces tenemos la sensación de que ocurren pocas cosas extraordinarias en nuestra vida. 
Nos acordamos de algunos  acontecimientos: una boda, un largo viaje, el nacimiento de un hijo y no apreciamos los regalos que, momento a momento, nos ofrece cada día.
En una de las escenas de Alicia en el país de las maravillas, el Sombrerero Loco celebra el «día del no cumpleaños». 
Es decir, cada fecha del calendario, cada día, merece una celebración, ya que la existencia se vive día a día. 

Si tomamos conciencia de ello, estaremos en disposición de celebrar lo cotidiano.
A menudo, pasan inadvertidas las pequeñas maravillas que dan sentido a nuestros días. La magia de la vida se muestra en lo sencillo y sutil.
Como reza un viejo proverbio oriental: «Estás aquí de paso, detente a mirar las flores.»
Es necesario reflexionar sobre esta falta de atención del ser humano actual, siempre atareado, hacia los momentos de profunda belleza y significado.

10 motivos diarios de celebración:
Momentos. Dado que cada instante es único, el mejor modo de honrarlo es darle el valor de irrepetible y saborearlo .

Lugares. Apreciar el espacio donde nos encontramos, admirando sus detalles y matices con ojos siempre nuevos.  « El paraíso está sobre nuestra cabeza y bajo nuestros pies».

Elementos. Damos por supuesto bienes imprescindibles para nuestras vidas  como el agua o el sol, elementos que son escasos en muchos puntos del planeta.  Al recibirlos y disfrutar de ellos,  podemos experimentar gratitud.

Reino Vegetal.  Nos nutren cotidianamente, así como las plantas que nos ayudan a sanar o las flores que alimentan nuestro espíritu, son también motivo de celebración.

Animales. Tanto si convivimos con ellos como si gozamos contemplando el vuelo de las aves, nuestros compañeros de planeta son maestros en el arte de la sencillez y la espontaneidad.

Lo material.  Valorar lo que tenemos en vez de anhelar lo que desearíamos tener, es la clave de la satisfacción presente.

Cuerpo. Percibimos el mundo y lo disfrutamos a través de los sentidos, de nuestro cuerpo. Por lo tanto, cuidar de nuestro único vehículo para esta vida, es prepararlo para una fiesta diaria.

Mente. Es imposible apreciar las maravillas que nos rodean si interponemos entre nosotros y el mundo, los velos de la negatividad y las ideas preconcebidas. Somos lo que pensamos.

Corazón. Indagar en nuestros sentimientos y motivaciones nos permite profundizar en la propia esencia, lo cual beneficiará la relación con nosotros y nuestro entorno.

Alma. Cultivar la vida espiritual en el día a día, y para ello, no es necesario seguir ninguna religión. Amplía el ancho de banda de tu conciencia para una celebración de la vida más plena.

En una ocasión preguntaron a Cary Grant cuál era su secreto para llevar una existencia dichosa y con sentido. Su respuesta fue: «Mi fórmula para la vida es muy simple: me levanto por la mañana y me acuesto porta noche; entre medio, trato de ocuparme lo mejor que puedo.»

UNA CUESTIÓN DE ACTITUD
Contrariamente a los que creen que para disfrutar de la vida es necesario mucho tiempo libre, las investigaciones sobre la capacidad de fluir placenteramente con lo que hacemos, demuestra que la mayoría de momentos de felicidad, se dan en situaciones de actividad, a menudo en el trabajo. 
La diferencia entre hacer de él un reto excitante o una pesada carga, es la actitud anímica con la que se aborda.

¿Cómo podemos celebrar lo cotidiano en el trabajo o en las labores repetitivas del hogar?

El monje y licenciado en filosofía Keisuke Matsumoto ve en estas tareas una oportunidad de crecimiento y purificación espiritual. 
En su curioso Manual de limpieza de un monje budista explica: «Nuestra jornada comienza con la limpieza. Se barre el interior del templo, el jardín, y se friega el suelo de la sala principal. Pero nosotros no limpiarnos porque esté sucio o desordenado, sino para librar al espíritu de cualquier sombra que lo nuble.»

Del mismo modo que todo viaje exterior acaba siendo también interior, cuando damos un significado profundo a lo que hacemos, por humilde y sencilla que sea la labor, con ello logramos destensar el cuerpo y aquietar la mente, abriendo espacio para la creatividad.
Por este motivo el zen clásico, así como otras técnicas de meditación, insisten en poner los cinco sentidos en lo que se está haciendo, como si fuera lo más importante del mundo. 
En vez de torturar la mente y fatigar el cuerpo con la dispersión, centrar la atención en una sola cosa, lleva a un estado de quietud y paz.
Mucha gente cree que la libertad es hacer realidad lo que uno quiere. Pero eso no es libertad. Desde el momento que deseas hacer algo, tu corazón queda prisionero del deseo. 
La libertad es vivir en paz día a día.

UN REGALO QUE NO SIEMPRE SABEMOS PERCIBIR
Esta misma atención por la limpieza de la que habla Matsumoto, puede aplicarse a todo lo que nos rodea, con lo que convertiremos la gris rutina en un espacio para la serenidad y la plenitud.
Dado que el resplandor de lo cotidiano depende de nuestra percepción de las cosas, veamos cuáles son las actitudes que llenan de polvo y nubes la mirada:
La falsa creencia de que no hay tiempo para disfrutar de este instante. Si analizamos la jornada a posteriori, descubriremos que hemos entregado parte del día a asuntos secundarios.
Anclarse al pasado o recrearse con el futuro son dos formas de evadirse de un ahora que es nuestro único momento.
Desear que las cosas sean de otro modo. 
Esta es otra trampa mental para no responsabilizarnos de nuestra vida.
Bastará con abrir bien los ojos y el resto de sentidos para entender que todo lo que sucede a nuestro alrededor, es un regalo irrepetible.
Frances Miralles.

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