19 de marzo de 2015

ENTRE EL TEMPLO Y LA IGLESIA. DANIEL MEUROIS

La Vida viene a buscarnos siempre ahí donde nos duele. 
Pone infaliblemente el dedo en la llaga, ahí donde somos más sensibles. E insiste…

Como todos aquellos que están atentos a la manera en cómo se desarrollan las cosas que conforman su existencia, no puedo dejar de echar un vistazo a menudo sobre lo que jalona el recorrido de lo que llamo “mi compromiso”.
Y eso es bastante significativo…
Regularmente, a lo largo de los decenios, se me ha puesto en contacto, por diferentes caminos, con personas que, o bien eran científicos o tenían un cierto vínculo con el mundo científico.
¿El objetivo de esas personas? Demostrar.

¿Demostrar qué? Pues de forma global, la existencia activa de la conciencia o del pensamiento fuera del cuerpo y la supervivencia de esa conciencia después de la muerte. Con mi larga práctica de de-corporación, yo debería ser, en principio, un buen sujeto de estudio.
¿Qué método se utiliza para eso? Sencillamente, colocarme unos electrodos sobre el cráneo -y quizá también en otras partes del cuerpo- conectadas a no sé qué máquina -experimental o no- y ver qué pasa sobre unos gráficos mientras salgo de mi cuerpo.
Según parece, eso ayudaría a hacer avanzar “las cosas”.
Naturalmente, esta propuesta se la han hecho a muchas otras personas. Algunas han aceptado, otras no. Unos experimentos han sido concluyentes, otros no.
¿Ha hecho eso avanzar las “cosas”? No, definitivamente no.
Estamos en el mismo punto. Después de casi medio siglo de testimonios, a veces asombrosos, y de investigaciones sobre lo que llamamos los EMI (experiencias de muerte inminente) y del famoso libro del Dr. Raymond Moody y de muchos más, sigue habiendo el mismo status quo.
Incluso el Dalai Lama, que aceptó jugar el juego, no cambió mucho las cosas. Apenas se hizo publicidad…
No, por muchos millones de testimonios surgidos de todas las culturas a lo largo y ancho de este mundo y las innumerables experiencias llevadas a cabo con rigor, tanto en el este como en el oeste, aquellos que tienen derecho al “Capítulo oficial” siguen declarando que todo esto no prueba nada, porque: “sí pero esto… y tal vez esto otro…”
En definitiva, no se avanza, aunque se diga que sí. Sí, se hacen muchos congresos, muchos coloquios, hay apretones de manos entre “especialistas”… y se aprovecha para excluir de los debates futuros a los pocos “aficionados” que, por ejemplo, han tenido la temeridad de emplear la palabra “alma” en su exposición. Sí, lo he oído… y, creedme, eso ha bastado para ser excomulgado de la comunidad de personas serias. Rigor científico obliga…
¿Especialistas? ¿Pensáis que puedan existir con relación a la muerte? Son muchísimas las personas que han vivido en su carne y en su interioridad los fenómenos que conducen a la muerte, también existen las otras, las que estudian y que ayudan con su escucha, su respeto y su amor y, finalmente, están las que miden, graban, contabilizan y en general hacen todo lo que pueden para no salir de la ortodoxia, salvo rarísima excepción. 
Personalmente, tras haber consentido hacer algunas “demostraciones salvajes” al principio de mis descubrimientos, siempre he rechazado prestarme a los experimentos de laboratorio y seguramente esa seguirá siendo mi posición.
¿Por qué?
Primero, por lo que acabo de exponer. Es decir, porque no conduce a nada y porque, si realmente se quiere hacer avanzar en la visión que se tiene de la vida y de la muerte, pues bien… con la infinidad y la diversidad de testimonios que han sido recogidos, ya hay con qué hacerlo.
Después, porque la respuesta a esta pregunta no tiene nada que ver con la cantidad de datos que se puedan técnica y oficialmente recibir, sino que tiene que ver con un cambio global de las mentalidades.
Y finalmente, porque cuando me encuentro en un estado de de-corporación, es decir que experimento el fenómeno desde dentro, sé íntimamente que estoy a las puertas mismas de lo Sagrado y que eso, eso, no se mide.
Ah… ¡lo Sagrado! ¡He aquí otra de esas palabras que desacreditan a alguien! Lo Sagrado…
He hablado de un cambio de mentalidades… Un cambio así pasa sin duda por el hecho de aceptar que podrían existir uno o varios campos en los que lo que llamamos la Ciencia no puede penetrar, al menos mientras sea lo que es hoy. 
¿Qué quiero decir? Pues que actualmente, el enorme edificio que lleva por nombre “Ciencia” no ha hecho, ni más ni menos, que reemplazar la no menos enorme catedral que representaba ayer aún la Iglesia.
Igual como hemos sido condicionados y sometidos durante milenios a los dogmas e inmovilismos de la Iglesia, incapaces de un pensamiento autónomo, hemos entrado en una era en la que observamos una actitud análoga ante el Templo de la Ciencia y su indiscutible soberanía.
Por tanto, si durante los siglos pasados declarábamos: “Eso es contrario a los mandamientos de la Iglesia” hoy, encontramos muy natural afirmar: “¡Esto no es científico!”
Hemos cambiado simplemente de un “Buen Dios” por otro. Pero nosotros, ¿hemos cambiado?
En otros términos, ¿somos más maduros?
A juzgar por nuestras reacciones habituales, nuestros miedos diversos, la globalidad de nuestras relaciones con la vida y el estado de nuestro mundo, es evidente que no… 
No tengo nada en particular contra la Ciencia de cuyos descubrimientos, como todo el mundo, me beneficio, pero no ceso, desde hace tiempo, de denunciar las mentiras de las religiones y su aspecto manipulador.
La Ciencia no tiene porqué volverse tan omnipotente y “reguladora del pensamiento correcto” como ha sido la Iglesia durante demasiados siglos.
No más que a esa Iglesia, a la que no le atribuyo el derecho de ser el filtro determinante de lo que es y de lo que no es. 
En este momento, con tantas cosas que nos toca redefinir, quizás hay un nuevo coraje que nace o que debería nacer en el corazón mismo de nuestra sociedad, si queremos que ésta se mueva, de verdad, es decir, que se ilumine desde el interior.
Este coraje se encuentra en el hecho de atrevernos a posicionarnos tanto fuera del Templo de los “científicos de todo tipo”, como fuera de la Iglesia de los “sacerdotes con orejeras”.
Evidentemente, no negaré que dentro de estos dos “partidos” existen seres de calidad, hombres y mujeres de excepción que han aportado mucho o aportan todavía mucho a la Humanidad. Los respeto, indiscutiblemente.
Pero lo que intento decir, es que deberíamos por fin pensar por nosotros mismos y experimentar por nosotros mismos, sin delegar nuestra relación con la vida a la “Creencia global dominante” de nuestra época, como quien obedece a una moda.
¿Tan irracional es tener fe en la existencia de la conciencia fuera del cuerpo y en la realidad del alma?
Alguien dijo una vez: “Parece que nuestro mundo es dirigido por personas inteligentes y responsables. Si eso es verdad, entonces prefiero ser idiota”. Estoy totalmente de acuerdo con él…
Mi idiotez, es la de hablar de mi experiencia “improbable” y de afirmar la realidad del alma y de la supervivencia de esta tras la muerte.
Quizás esta idiotez no científica haga crecer a algunos de los que me leen y me escuchan… Es lo que me dicen con frecuencia y me atrevo a creerlo… aunque, desgraciadamente para otros, este crecimiento interior no sea tampoco demostrable. 
Hay “cosas” así, que crecen en el interior de uno y le hacen más fuerte. Son siempre las cosas más bellas. Hay que ser osado…
Daniel Meurois.


2 comentarios:

  1. Como me gusta este hombre. Gracias semillas solares por traducirnoslo !!!
    Firmado. Una irracional:-) :-D

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  2. ¡Me alegro! Para eso estamos... para difundir y compartir.
    Gracias a ti también, una irracional???
    Abrazos.
    Semillas Solares

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