Emilio Carrillo vierte su percepción respecto a la espiritualidad de los nuevos tiempos: en la humanidad se halla cada vez más extendida la percepción de un Dios íntimo en vez de un Dios externo, y de ello derivan repercusiones de profundo calado.
¿En qué consiste esta nueva manera de acercarnos a Dios?
La humanidad ha venido percibiendo a Dios fundamentalmente como Algo o Alguien exterior; distante, fragmentado de nosotros mismos, que nos observa, premia y castiga. Lo que he sentido es que ahora caminamos, como humanidad, en una transición hacia la percepción de un Dios que está unido radicalmente a cada uno de nosotros. Todos atesoramos la divinidad en nuestro interior; de hecho, es nuestra esencia. El mensaje fundamental, cogiendo por ejemplo palabras del místico sufí Al-Hallaj, es que «Dios es yo», y es tú, y es todos y es todo. El Dios exterior es una figura muy teológica, muy teórica; sin embargo la percepción de Dios como unido a nosotros mismos, como algo íntimo, tiene repercusiones enormemente prácticas en cada instante de nuestra vida, de manera inevitable e irreversible.
¿Esto es así en el caso de una persona que ya tenga un recorrido místico o dirías que cualquier persona, en el punto en que se encuentre, ya puede beneficiarse de esta percepción, de esta manera de acercarse a Dios?
En las charlas que estoy dando para divulgar los contenidos del libro ‘Dios’ me estoy encontrando con personas cuyo sentimiento de la divinidad, por las razones que sea, fue encauzado hacia un Dios exterior, las cuales resuenan armónicamente con lo que aquí estamos compartiendo; sienten que este es el camino. Comparto una percepción de la divinidad desligada de la religión y hablo de una espiritualidad nueva que se vive en muchísima libertad y, para mi sorpresa, no estoy hiriendo sensibilidades, aun cuando cuento entre el público con gente muy ligada a determinadas creencias religiosas.
» Hay otro punto, y es que esas personas sienten algo que yo también he sentido: que tenemos que estar muy agradecidos a las religiones. Creo que no exagero si afirmo que, durante milenios, si no hubiera sido por las religiones la llama de la espiritualidad quizá habría desaparecido de la humanidad. Eso sí, dieron a la llama un formato que se ajustaba precisamente a ese momento evolutivo de la humanidad, con lo cual institucionalizaron la espiritualidad. E institucionalizarse representa jerarquía, luchas de poder, intereses creados, poner intermediarios en la relación del hombre con Dios, etcétera. Al institucionalizarse las religiones se pusieron a sí mismas una fecha de caducidad, que sería el momento exacto en que la humanidad estuviera madurando espiritualmente.
» Todos los atributos que se han dado a Dios a lo largo de la historia de la humanidad es lo que nosotros mismos somos. Efectivamente, la naturaleza de Dios es Amor, pero como que la naturaleza de Dios es la tuya y es la mía, nosotros somos Amor. Por tanto somos paz, pureza, libertad, felicidad… Los místicos y místicas de todas las épocas nos han mostrado este camino. Ellos y ellas fueron pocos, un fenómeno anecdótico podríamos decir, y tuvieron que vivir su experiencia en un cierto aislamiento. También, en general, sintieron la necesidad de vivir su misticismo dentro de un credo religioso, aun cuando las jerarquías de dichos credos, curiosamente, les hostigaran. Ahora no solo somos muchos quienes sentimos que la divinidad la atesoramos dentro sino que, además, ya no necesitamos vivir la espiritualidad dentro de un credo religioso.
¿Cuáles son las repercusiones prácticas que mencionabas del hecho de pasar a identificarnos con el Dios íntimo?
La espiritualidad que emana de nuestro interior en estos tiempos está muy volcada en la libertad. Me refiero a la libertad desde el punto de vista de cómo visto, de cómo me alimento, de cómo realizo mi sexualidad, etc. Esta gran libertad tiene que permitir que la divinidad que yo atesoro se exprese libremente.
» En el preciso instante en que la divinidad empieza a expresarse con toda libertad empezamos a sentir la diferencia que hay entre sobrevivir y vivir, y empezamos a darnos cuenta de que nos hemos estado centrando demasiado en la supervivencia. Sin embargo no estamos encarnados en el plano humano para sobrevivir ni para estar a la defensiva, con miedo a lo que pueda suceder, sino para Vivir, esto es, para gozar de la vida.
» La percepción de la diferencia entre sobrevivir y vivir, sumada a la toma de conciencia de la espiritualidad divinal que todos atesoramos, está impulsando una nueva vida en nosotros. Esta nueva vida se caracteriza, en resumen, por el hecho de que nos hemos percatado de que el camino no es la suma, sino la resta. Es decir, el camino no consiste en llenar mi casa de más muebles, sino en desalojarla de tantos muebles innecesarios que le he ido metiendo.
» La naturaleza de Dios es la nuestra y Dios es omnipotencia, entre muchos otros atributos; pero la omnipotencia de la divinidad no es tenerlo todo, sino no necesitar nada. Por eso mucha gente siente hoy en su interior la llamada a una vida sencilla. En esta sociedad se necesitan muchas cosas para sobrevivir, demasiadas; incluso se necesita a las personas. Sin embargo para vivir no se necesita nada; solo se necesita la vida, y la conexión con lo que realmente somos.
Athanor.
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