Andas por la vida disfrutando de todo lo que te
rodea, recordaste que la felicidad es nuestro estado natural o estás dándote cuenta de a poco, parece que todo se encamina y la vida te
sonríe.
Y de pronto pasa algo, sin previo aviso, como un
relámpago, todo se pone patas para arriba y te sumerges en un mar de dudas y
miedos donde te vas hundiendo, atado a la piedra de la mente-ego.
¿Cómo puede pasarme esto ahora?
¿En qué fallé?
¿Es que ya no avanzo nada?
Al tomar el camino de la aceptación (que
no es resignación), elegimos no enfadarnos con
la vida, a no asustarnos, porque los nubarrones, forman parte de la Naturaleza sabia que nos rodea.
Cuando en momentos de silencio y búsqueda
interior, respiro conscientemente, a
menudo se me presentan imágenes de la película “Náufrago”, exactamente la parte en la cual él decide abandonar la isla que ya
había aprendido a “dominar”, y que interiormente sabía que debía aventurarse a
dejarla, lo sentía, no lo pensaba porque si lo pensaba, no
dejaría esa prisión con apariencia de paraíso que le brindaba comodidad.
¿Podríamos compararnos con el náufrago?
Somos náufragos viviendo en la isla del consumo desmedido y la competencia donde
sobrevivimos a expensas del sufrimiento, del propio y del ajeno.
La
moneda de pago es el tiempo, tiempo que perdemos
corriendo para conseguir cosas que no
necesitamos, para aparentar personas que no somos, para lograr reconocimiento, ser exitoso en la vida, aunque todo esto sea a cambio de pisar los
sueños propios y ajenos…
La vida no es esto, interiormente lo sabes, hazte un
tiempo y adquiere perspectiva,
respira, toma aire.
Llega un momento en nuestra vida de
isleños en donde sentimos esa nostalgia de reencontrarnos con lo que
verdaderamente somos, entonces nos adentramos a la
aventura de abandonar la isla con nuestra balsa de sueños y experiencias.
Y es ahí cuando aparece...
repentinamente, frente a nosotros esa ola gigante, la
ola de la duda, del miedo, un paredón infranqueable que nos revuelca
en su superficie de pensamientos del pasado y el futuro y nos empuja de vuelta
a la isla engañosa.
Pero como somos perseverantes nos llenamos de valentía para afrontar la ola gigante, una y otra vez, pero con el mismo resultado: de vuelta a la isla.
Pero como somos perseverantes nos llenamos de valentía para afrontar la ola gigante, una y otra vez, pero con el mismo resultado: de vuelta a la isla.
Quizás quede algo por aprender o por
recordar.
Aquello que tanto buscamos se encuentra
cruzando la playa, está en la otra orilla, en eso que es desconocido y que a la vez nos parece tan
familiar.
Lo encontraremos siguiendo una brisa fresca,
sintiendo el aroma a libertad que llena nuestro Ser y nos transporta
mágicamente a las profundidades de ese océano de Espíritu donde todo es
tranquilo, hermoso y sereno.
Nos damos cuenta de que somos parte de un TODO y
como tal, podemos movernos por donde queramos y así disfrutar de la creación habiendo encontrado ya nuestra
verdadera ESENCIA DIVINA.
Diego Alcalde.
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