Un extracto del libro Advaita, de Daniel Meurois.
En esta parte habla de lo que él llama las Avenidas…
Esos caminos que se transitan en algún momento hacia el despertar, y aunque no es obligatorio recorrerlos… el conocerlos, hace que podamos vislumbrarlos y evitar pasar por ellos.
En esta parte habla de lo que él llama las Avenidas…
Esos caminos que se transitan en algún momento hacia el despertar, y aunque no es obligatorio recorrerlos… el conocerlos, hace que podamos vislumbrarlos y evitar pasar por ellos.
…”Los inicios de este viaje, cuando este se vuelve consciente y voluntario, están constituidos generalmente por unos descubrimientos extraordinarios.
Aprendemos una multitud de cosas de carácter sutil y vamos así, de sensación de revelación, a certeza de revelación.
Aprendemos una multitud de cosas de carácter sutil y vamos así, de sensación de revelación, a certeza de revelación.
Es un período mágico en el transcurso del cual percibimos claramente y con deleite, cómo se rasga en nosotros una especie de velo. Entonces, clamamos haber encontrado nuestra dirección, haber reencontrado nuestra familia y estar en marcha hacia nuestra Liberación.
Naturalmente ignoramos, no de forma teórica, que nuestra meta no se sitúa delante ni encima de nosotros, sino exactamente en nosotros.
Por falta de experiencia y arrastrados por el aspecto emocional de nuestros descubrimientos, no hemos tenido todavía tiempo de comprender e integrar el hecho de que, es descendiendo como subimos.
La mayor parte del tiempo, estamos convencidos de la linealidad trascendental de nuestra trayectoria cuando en realidad, nos encontramos siempre en la encrucijada de nosotros mismos. Sin duda, esta es una encrucijada mayor, pero una encrucijada a fin de cuentas, con las elecciones, los tanteos y las pruebas que ello implica.
Por consiguiente, deberemos vivir todo su despliegue de caminos, es decir, recorrer todas las avenidas que aparezcan.
A todos nos tentará visitarlas, cada uno a su manera y a su ritmo, y según su personalidad y su bagaje.
He aquí, de forma desordenada, cómo se presentan algunas de ellas…
Como es muy glorificadora y por tanto muy atrayente, he aquí en primer lugar la Avenida de los Iniciados.
Todos la recorremos algún día, porque es la avenida de la pretensión, la de aquellos que se sienten por encima de la multitud, que han leído todo, lo han comprendido todo de la vida, de aquellos también que imparten lecciones y que hablan de la Maya como si ellos mismos la hubieran superado.
Todos la recorremos algún día, porque es la avenida de la pretensión, la de aquellos que se sienten por encima de la multitud, que han leído todo, lo han comprendido todo de la vida, de aquellos también que imparten lecciones y que hablan de la Maya como si ellos mismos la hubieran superado.
En realidad, son muchos los que constantemente toman esta avenida, sobre todo hoy en día en estos tiempos de “Revelación”.
Pero como es muy amplia, es difícil encontrar realmente a alguien. La mayoría de aquellos que la frecuentan, no hacen más que analizarse y mirarse de arriba abajo…
Pero como es muy amplia, es difícil encontrar realmente a alguien. La mayoría de aquellos que la frecuentan, no hacen más que analizarse y mirarse de arriba abajo…
La Avenida de la Soledad también se abre ante nosotros en un momento dado. Es difícil evitarla… Esta avenida, no se sabe muy bien si atrae o asusta, si conduce a un refugio o a una cárcel. Se la puede sentir protectora o destructora, reparadora o, por el contrario, generadora de amargura.
Por dicha avenida nos cruzamos, pero sin encontrarnos con ellas, toda clase de siluetas. Algunas meditan, otras rezan, ayunan o se dedican en silencio a extrañas actividades. Las hay manifiestamente depresivas, frustradas, miedosas, angustiadas y también hipócritas. Afortunadamente, las hay incluso muy luminosas…
Por supuesto, tendremos que recorrer un pequeño tramo aunque solo sea para descubrir sus virtudes y peligros, pues en esta avenida se experimenta tanto el letargo como la limpieza del ego y, al final, los gozos del renacimiento.
La Avenida de las Tiendas será igual de difícil de evitar, pues nos va a seducir con sus escaparates que nos proponen una multitud de técnicas y de equipos de efectos aparentemente milagrosos.
Algunos la llaman la Avenida de la Ascensión, justamente porque nos encontramos con un gran número de kioscos que nos ofrecen prometedoras recetas transcendentales para que podamos reunirnos sin demora con los Maestros realizados con sus llamas de colores…
Es muy concurrida esta avenida, con sus futuros “elegidos”. Descubrimos personajes muy singulares emitiendo discursos pseudo-científicos y pseudo-filosóficos. Vemos también a algunos buscadores, con aire de estar un poco perdidos… y finalmente muchos ingenuos y sonámbulos.
Y después está… la inevitable Avenida de lo Extremo.
Los que se detienen aquí están en su fase excesiva e intransigente. Algunos se entregan a toda clase de ejercicios de posturas rígidas, con la mirada persistente y fanática, mientras otros pronuncian discursos en voz alta, con el dedo señalando al cielo.
Los que se detienen aquí están en su fase excesiva e intransigente. Algunos se entregan a toda clase de ejercicios de posturas rígidas, con la mirada persistente y fanática, mientras otros pronuncian discursos en voz alta, con el dedo señalando al cielo.
Es una avenida que desemboca a una plaza circular llamada Plaza de la Impaciencia. Por ella se accede al “Ashram Kundalini”.
Se trata de un edificio bastante pomposo construido estos últimos decenios por algunos de los habitantes de la Avenida de los Iniciados.
Es la Escuela con muchos profesores en la que se dice cómo acceder rápidamente al séptimo Cielo riéndose de las etapas.
La meta suprema que declaran es la subida de la kundalini… pero omiten decirnos que no existe un “servicio post-venta”.
Por último y felizmente, existe también una Avenida de la Templanza.
Hay que señalar que es mucho menos concurrida que las anteriores debido a la mala publicidad que se le hace. En efecto, algunos cuentan que es la avenida del tedio y del aburrimiento.
Hay que señalar que es mucho menos concurrida que las anteriores debido a la mala publicidad que se le hace. En efecto, algunos cuentan que es la avenida del tedio y del aburrimiento.
En realidad, los que afirman tal cosa no se imaginan que las almas que frecuentan la Avenida de la Templanza solo han llegado a ella porque se han demorado en todas las demás; ignoran que han agotado sus pretextos, sus hechizos y sus falsos destellos.
De hecho, no hay verdaderamente paseantes en la Avenida de la Templanza. Los que allí encontramos son más bien residentes. Si alguno de ellos os invita a su casa, sin duda os sorprenderá la modestia de su fachada.
Sin embargo, en cuanto traspaséis su umbral, os sorprenderá más aún la inmensidad de la morada y el perfume reinante. No vais a querer iros más… especialmente porque en ella reina una alegría evidente.
Allí no encontraréis ninguno de los gestos estudiados que habéis observado regularmente en las demás. Tampoco oiréis expresiones sentenciosas como “He venido a la Tierra para…” porque en la Avenida de la Templanza y sus moradas, no hay espacio respirable para los egos henchidos ni para los pseudo-maestros.
Solo encontraréis personas sencillas que buscan la transparencia. Aunque no hayan sabido aún realizar la Unidad en ellos, se dirigen hacia ella y esta certeza les hace dichosos pues siempre hay la misma divisa que adorna el frontón de sus casas:
“La serenidad, es una dicha que ha aprendido a volar solo por encima de las nubes”
Fragmento del Libro Advaita
Daniel Meurois
terapiaseseniasyegipcias.com
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