Una reflexión sobre lo que alimenta el cuerpo y el espíritu.
Los alimentos no son solamente el combustible necesario para mantener vivo al cuerpo: no somos máquinas procesadoras de proteínas, vitaminas y carbohidratos.
Nuestro cuerpo también presenta un extraño e increíble fenómeno: el de la conciencia.
Se sabe que alimentarse de forma saludable, aporta notables beneficios en nuestro cuerpo, mente y emociones.
Hay estilos de alimentación basados en las dietas raw (consumir alimentos crudos para aprovechar todos los nutrientes), la privación de alimentos (ayunos) y hasta el consumo de algunas plantas con efectos psicotrópicos.
Pero no es necesario hacer todo esto para experimentar un cambio de conciencia a través del consumo de alimentos.
Desde un pequeño cacahuate hasta una mesa de lujo servida por un chef lleno de estrellas Michelin, todo lo que entra en nuestro cuerpo modifica su funcionamiento, aunque no nos demos cuenta por completo de ello.
Y es que el ritmo acelerado en el que nos hemos metido, nos hace ver la alimentación como un trámite engorroso por el que debemos pasar varias veces al día, con la misma rapidez con la que realizamos el resto de las actividades.
Sin embargo, ya sabemos que existen ciertos alimentos que desencadenan emociones agradables y otras indeseables: preferimos el chocolate cuando estamos tristes, algo crujiente cuando estamos alegres.
Un poco de cardamomo logra despertarnos mejor que una orquesta tocando bajo la ventana de nuestra habitación.
La elección de los alimentos en nuestros días, cada vez tiene menos de sagrado y más de obligación. La acción consciente de elegir cómo y con qué alimentaremos nuestro cuerpo, nuestra mente, emociones y nuestra Alma hará que se instaure en nosotros un acto sagrado cada vez que comamos un alimento.
Si lo hacemos, llegaremos a transmutar la materia en una sustancia divina a diferencia del acto mecánico al que nos hemos acostumbrado: masticar-tragar.
Tenemos hambre pero no es de alimentos precisamente, tenemos hambre de despertar y escuchar este llamado, si lo hacemos, nos daremos cuenta de que: "No solo de pan vive el hombre".
Faena Aleph
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