2 de mayo de 2013

JACOB BARNETT. UN NIÑO MÁS INTELIGENTE QUE EINSTEIN.


¿Qué hacer cuando se le diagnostica a un hijo de dos años autismo y se te asegura que nunca podrá llevar una vida normal? ¿Y qué haces cuando, años más tarde, los expertos te desvelan que ese mismo niño tiene un coeficiente intelectual de 170, superando a Albert Einstein, que tenía 160?
 La madre de Jacob,  Kristine Barnett, no se rindió, siempre veía el futuro de su hijo, muy diferente al pronóstico de los médicos y ha decidido compartir su experiencia en un libro: The Spark: a Mother’s Story of Nurturing Genius, no sólo eso, sino que Warner Bros trasladará la historia al cine.
“Mi nombre es Kristine Barnett, y mi hijo Jacob es considerado un prodigio en matemáticas y ciencias”,  “Empezó a estudiar matemáticas, astronomía y física a nivel de universidad a los ocho años y fue aceptado en la universidad a los nueve. No mucho después empezó a trabajar con la teoría de la relatividad”. Por aquel entonces, el pequeño había comenzado a desarrollar una teoría que, si es capaz de desarrollar hasta el final, puede hacerle ganar el Premio Nobel, tal y como aseguran algunos de los astrofísicos más destacados.

Sin embargo, cuando tenía tres años, los profesores consideraron que nunca aprendería a leer. No había pronunciado ninguna palabra hasta los dos años y sus padres comenzaron a pensar que quizá algo no marchaba bien. El diagnóstico inicial fue síndrome de Asperger y, a medida que pasaba el tiempo, la situación “fue de lo triste a lo desalentador”.

Las mejores expectativas, por aquel entonces, era que fuese capaz de atarse los cordones a los dieciséis años. Jacob pasaba las horas mirando fijamente un rincón de su casa y, poco a poco, los padres veían cómo perdían a su hijo. Kristine decidió, en ese momento, apartar a su hijo de todo tipo de educación especial y afrontar su educación únicamente desde su intuición. Y lo consiguió.
La madre de Jacob envió una carta a Princeton con los apuntes que iba haciendo su hijo, y un astrofísico le respondió diciendo que sus teorías tenían todo el sentido del mundo, eran correctas. Conscientes de que quizá no sería capaz de relacionarse de manera correcta, su madre decidió fomentar sus grandes aficiones, que eran las matemáticas y la astronomía, ya que pasaba horas y horas llenando folios y los cristales de las ventanas de ecuaciones y fórmulas que no tenían ningún sentido para sus padres. No se equivocaron.
Kristine nunca había sospechado que su hijo pudiese levantar tanta expectación, por lo que decidió enviar a Princeton un video en el que Jacob  aparecía relatando su versión de la teoría de la relatividad.
Recibió la respuesta del astrofísico Scott Tremaine que señaló que su teoría, no sólo tenía todo el sentido del mundo, sino que además era de una originalidad sin parangón en las investigaciones contemporáneas.
Un genio desde los ocho años.
Una de las peculiaridades de Barnett es que, a pesar de su autismo, su facilidad para explicar de manera sencilla lo más complejo, resulta pasmosa. Por eso mismo, el pequeño ha decidido que de mayor quiere ser profesor. Todos sus compañeros dan por hecho que será uno de los grandes investigadores del futuro reciente, ya que desde hace un par de años, ha publicado en algunas de las revistas científicas más importantes del mundo.
Jacob, no obstante, ha aprendido a desarrollar sus capacidades sociales con el tiempo: juega junto a sus amigos,  le gusta ver películas, además, ha impartido charlas en el TED.  
No es sencillo cuidar a Barnett. Cuando se encuentra ensimismado en sus ecuaciones, es frecuente que se le olvide comer y no sienta la necesidad de dormir, sufre problemas de sueño y en ocasiones ha manifestado que no puede dejar de ver números en su cabeza.
Todo gran poder conlleva una gran responsabilidad
Una de las paradojas que más preocupa a Kristine, su madre, es que siente una responsabilidad diferente a la de otras madres que la obliga a desarrollar el talento de su hijo, pero que sigue gozando de los mismos recursos que cualquiera.,
La historia de Barnett recuerda poderosamente a la de John Forbes Nash, protagonista de 'Una mente maravillosa'.  Aunque Barnett ha avanzado en el camino de superación,  reconoce que a veces determinadas situaciones le confunden.
En la introducción del libro, Kristine cuenta una de las primeras experiencias de su hijo en la universidad, algo que causaba estupor e incomprensión entre sus compañeros. El episodio resume bien cómo es tratar con una persona como Jacob, tan brillante como contradictoria. En aquella ocasión, un profesor se acercó a la  madre del pequeño, y le dijo: “Señora Barnett, llevo tiempo queriendo decirle lo mucho que disfruto teniendo a su hijo en mi clase. Está sacando lo mejor de todos los alumnos; no están acostumbrados a ser superados de esa forma. Para ser honesto, ¡ni siquiera sé si voy a ser capaz de seguir su ritmo!” ¿Cuál fue la respuesta de la madre? “Oh, Dios mío, acaba de resumir la historia de mi vida”.
"Su educación continúa siendo especial, la forma de relacionarse no es fácil pero, al verlo, doy gracias por haber seguido mi instinto y no hacer caso del pronóstico de los médicos. Nunca creí en lo que nos decían, siempre supe que el futuro de mi hijo sería muy diferente a lo que ellos nos mostraban".
Héctor G. Barnés.

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