2 de agosto de 2013
DANIEL MEUROIS. SUSCRIPTOS A LA DESGRACIA.
¿Has notado cuántas personas existen a las cuales, parece que siempre, todo le va mal? Estoy seguro que conocerás a alguna en tu entorno familiar o de amigos. En general, no hay que buscar mucho, generalmente se identifican por sus pesadas lamentaciones.
¿No hay nada positivo que ocurra en su existencia?
Aprovecho la ocasión para comentar algo de una persona que conozco desde hace algún tiempo y que le regalé 50 rosas el día de su cumpleaños.
Recuerdo el día después del cumpleaños. ¿Qué crees que ocurrió?
Ella se quejaba porque... 50 rosas para mantener, era mucho, mucho trabajo! Tendría que recortar los tallos, reemplazar el agua cada día, etc. y además, ocupaban mucho lugar, sin olvidar que tenía que tener cuidado de no golpear el florero y se cayeran.
La anécdota es inofensiva, por supuesto, pero si la cito es porque resulta muy representativa de un determinado estado de ánimo que se aplica constantemente a destruir la vida.
No, el término no es demasiado fuerte. Algunos de nosotros, parece que han decidido hacer del derrotismo su profesión, independientemente de las circunstancias con las que se enfrentan.
Constantemente lloriquean y arrastran sus pies allá donde van.
Y la ironía de lo que yo llamo "suscripción a la desgracia" de estas personas puede, en última instancia, culparnos a nosotros de sus males.
No entiendo que oscuros pensamientos se adueñan de nuestro jardín particular, de nuestro pequeño universo hasta convertirse en una interminable cosecha de pesimismo. Entonces, llega el estancamiento...
Es la energía en acción el motor que mueve la vida y da forma a cada momento.
Es así como todos somos responsables del paisaje en el que vivimos. Las imágenes de aquello que vivimos no están sólo en nuestra cabeza, sino también en nuestro corazón.
Por lo tanto, somos nosotros y nadie más que nosotros, los que generamos los eventos y las circunstancias que aparecen en nuestro camino.
Si ofrecemos alegría y esperanza, volverán a nosotros más rápido de lo que creemos y será nuestro combustible diario, independientemente de las dificultades.
¿Cuántas veces hemos oido decir y suspirar: "Nadie me ama, no veo a nadie, nadie viene a visitarme"...
Es posible que, la primera vez, con lágrimas en los ojos tratemos de encontrar palabras de consuelo o surja de forma espontánea la necesidad de ayudar y aliviar esa terrible carga de la persona.
Actuar así, es caer en un pozo sin fondo.
Hay que poner el dedo en la verdadera naturaleza del problema, hay que hacerse consciente de que será nuestra propia capacidad de ser generosos con la vida lo que determinará el sabor y el color de las experiencias.
El Amor invoca al Amor.
¿Por qué no me amo? ¿Hay algo que me guste de los otros? ¿Por qué me preocupo? ¿Por qué siempre estoy buscando que vengan a mi? ¡Estas son las verdaderas preguntas!
Repito, la alegría y la esperanza se siembran, se dicen, se viven.
Cuando esto se ha entendido, incluso en la adversidad, siempre se verá el vaso medio lleno.
El principio de la abundancia del que se habló mucho en los últimos años, no se aplica sólo al aspecto físico o material de nuestras vidas.
Se basa en un estado de ánimo que nos revela como los creadores de nuestro destino. Es él quien alimenta nuestro Ser.
Si decides que nunca irá nada bien, entonces será cierto que cada vez se acumularán más nubes negras encima de tu cabeza y llegarán tan lejos como tú quieras, aunque el Sol continúa ahí para todos.
Debemos entender que suscribirse a la infelicidad es un tipo de virus que el alma se auto-inocula. Todo es darse cuenta y tener la humildad de hacernos las preguntas adecuadas.
Entiendo que las necesidades de nuestra alma es experimentar lo que la vida nos ofrece, incluso si a veces necesita visitar un gran número de dificultades, especialmente aquellos en los que abunda el pesimismo.
Atreverse a ser lúcidos, nos permite ser conscientes no sólo de la comprensión de las leyes de la vida, sino especialmente, de lo generosa que es.
Nuestro gran modelo debe ser la Vida con una gran V... porque ella es un permanente intercambio.
Daniel Meurois.
Traducción: Semillas Solares.
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