24 de febrero de 2015

ANDAR ES UNA FILOSOFÍA DE VIDA.

Entrevista a Fréderic Gros.

A Kant, Rousseau, Rimbaud y Nietzsche les gustaba salir a andar. 
Todos lo hacían de forma diferente. 
Los paseos del joven Rimbaud, dispersos y desordenados, estaban llenos de ira, mientras que Nietzsche buscaba en ellos la tonicidad y lo energético
Kant era metódico y sistemático: tomaba cada día, a la misma hora, la misma ruta. 
Todos trasladaron en algún momento su despacho de trabajo al campo, donde las ideas fluían libres, en plena naturaleza. 


¿Cuándo empezó usted a andar, dar paseos?

Relativamente tarde, a los 20 años. Fueron unos amigos los que me aficionaron. Ya cuando era niño me gustaba irme solo a las colinas pero lo cierto es que el andar sistemático, como excursión, me llegó más tarde. Mi primera experiencia importante fue el verano que hice la vuelta a Córcega. Recorrí el camino GR-20. Es difícil, pero la alianza entre alta montaña y el mar lo convierten en algo precioso.

¿Cuántos kilómetros hizo?


Éramos siete personas y lo recorrimos en 15 días, no sé cuántos kilómetros hicimos. Lo cierto es que cuando uno anda, no cuenta los kilómetros.

Los jóvenes tampoco caminan.


Las nuevas generaciones consideran, que hay que estar loco para ir andando a los sitios. Para ellos, caminar es algo monótono, en parte porque las pantallas nos han acostumbrado a cambiar de imagen muy rápidamente y cuando andamos, los paisajes evolucionan muy lentamente. Además, cuando andamos, siempre hacemos lo mismo.

Y eso se percibe como algo aburrido.

Para algunas personas, caminar es lo más opuesto que puede haber al placer porque de manera espontánea tendemos a comparar el placer con una excitación. Y para que haya excitación se necesita novedad. Dicho esto, descubrir el placer de andar puede ser algo totalmente exótico. Uno descubre una dimensión de la existencia que hoy en día está prácticamente proscrita: la lentitud, la presencia física. Durante la marcha, todos los sentidos están presentes: se escuchan los ruidos del bosque, se ven las luces...

¿Qué le parece que sean los mayores los que más andan?

Los sabios de la antigüedad tenían un dicho que hoy podría sorprendernos, que es: «ten prisa por llegar a la vejez». Porque ellos consideraban que la vejez era ese momento de la vida en el que uno podía liberarse de todo y dedicarse al ciudado de uno mismo, le souci de soi, en latín cura sui. La marcha, además, no tiene nada de violento ni de brutal. Hay una regularidad en ella que apacigua, calma. Y se aleja de toda búsqueda de resultados. No hay que hacer marcas, no hay que superarse a sí mismo. Andar es una experiencia de lo más auténtica, aunque quizá no moderna.
Leticia Blanco.  Foto: JOAN MANUEL BALIELLAS



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