4 de abril de 2011

NO HAY UN ÚNICO CAMINO.

Enfrente de casa están construyendo, con lo cual, no siempre resulta fácil caminar por aquí o entrar y salir de casa con el coche. 
Hoy ha sido un día de esos...
Abro la puerta del garage, salgo con el coche y, hasta ahí he llegado. Los camiones impedían que pudiera salir como lo hago siempre.
Me quedo observando. Comienza el "parloteo" mental. ¿Y ahora qué hago? ¡YO SIEMPRE SALGO POR AHÍ!
Exacto! Nueva lección, nuevo aprendizaje. En la exclamación que acababa de hacer, estaba la respuesta.
Es verdad, SIEMPRE SALGO POR AHÍ, pero hoy no.
Muchos son los caminos que te llevan a un mismo destino. Sea por costumbre, por falsa seguridad, por miedo a cambiar, repetimos patrones, actitudes, hábitos...
Seamos honestos y exploremos las verdaderas razones de algunos de nuestros aparentes fracasos.
Cuando escucho: "Es que, siempre estoy haciendo lo mismo y no consigo nada", "Llevo años dedicándome a ésto y no veo resultados", "Es que, siempre lo he hecho así", entonces pregunto: ¿Has probado cambiar?.
Si continuamente hacemos lo mismo, el resultado será siempre el mismo. Dáte la oportunidad de cambiar, de experimentar, prueba. ¡Te sorprenderás!
Si estamos atentos, la comprensión llega con las cosas más simples, la vida nos habla con sus códigos, y si estamos abiertos, también nos dá las claves para descodificarla.
He recordado un cuento de Jorge Bucay, inspirado en un relato de un monje tibetano: Rimpoché.
Ilustra de una forma clara y divertida, lo absurdo de algunas actitudes humanas que se repiten y no permiten avanzar ni explorar nuevas alternativas.


Me levanto por la mañana.
Salgo de mi casa.
Hay un socavón en la acera.
No lo veo
y me caigo en él.
Al día siguiente
salgo de casa,
me olvido de que hay un socavón en la acera,
y me vuelvo a caer en él.
Al tercer día
salgo de casa tratando de acordarme
de que hay un socavón en la acera.
Sin embargo,
no lo recuerdo y caigo en él.
Al cuarto día
salgo de casa tratando de acordarme
del socavón en la acera.
Lo recuerdo y,
a pesar de eso,
no lo veo y caigo en él.
Al quinto día
salgo de casa.
Recuerdo que tengo que tener presente
el socavón de la acera
y camino mirando al suelo.
Y lo veo y,
a pesar de verlo,
caigo en él.
Al sexto día
salgo de casa.
Recuerdo el socavón en la acera.
Voy buscándolo con la mirada.
Lo veo,
intento saltarlo,
no calculo bien y
caigo en él.
Al séptimo día
salgo de casa.
Veo el socavón.
Tomo carrerilla, salto,
rozo con la punta de mis zapatos el borde del socavón,
caigo en él.
Al octavo día,
salgo de casa.
Veo el socavón, tomo carrerilla,
salto, ¡Llego al otro lado!
Me siento orgulloso de haberlo conseguido y lo celebro
dando saltos, saltos de alegría...
Y, al hacerlo,
caigo otra vez en él.
Al noveno día,
salgo de casa.
Veo el socavón,
tomo carrerilla, lo salto
y sigo mi camino.
Al décimo día,
recién hoy, sólo hoy,
me doy cuenta de que,
era más fácil, buscar otro camino.

No podemos seguir dilatando en el tiempo la decisión de cambiar, de dar el salto.
El mejor momento para hacerlo es AHORA.
Todo está evolucionando a un ritmo imparable y el escenario está cambiando a cada instante. Si sigues esperando, es probable que, al abrir la puerta, ya no encuentres ni acera ni socavón en el cual caerte.
Semillas Solares.
ASÍ ME LO HAN DICHO.

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