30 de mayo de 2011

LAS EDADES DEL SER HUMANO.


LA LEY DE LA OCTAVA EN LA BIOGRAFIA HUMANA.

Igual como ocurre con las siete notas musicales, los siete colores del arco iris, o tantas situaciones de la vida en que se repite el ciclo de “siete”, también en la biografía humana podemos observar esta ley.
Cada siete años se cierra un ciclo y algo nuevo nace en el ser humano que lo eleva a una octava superior.

De 0 a 7 años: es una etapa regida por las fuerzas lunares. Así como la luna refleja la luz del sol, también el niño/a de esta edad solo aprende por imitación. Su cuerpo vital se ocupa de perfeccionar la función de cada órgano, finalizando esta labor en la parte más dura, el cambio de dientes. En ese momento se liberan las fuerzas vitales para ser utilizadas en el aprendizaje. Cualquier intento de hacerle usar el intelecto en este periodo va en detrimento de su salud.
De 7 a 14 años: acompañan al niño/a las fuerzas de Mercurio, que le otorgan curiosidad por aprender y dinamismo en el movimiento.
Es la etapa donde se pone de manifiesto el temperamento predominante que ya llevaba el niño/a como potencial al nacer.
De 14 a 21 años: las cualidades de Venus acompañan la etapa de la adolescencia. Es el momento de poner la aspiración en ideales – reales o utópicos – que al final de este septenio van declinando y suelen quedar en el recuerdo como “ideales de juventud” pero que, si han existido, volverán a emerger – transformados – en el séptimo septenio.
De 21 a 28 años: aquí empieza la etapa Solar de la vida, que durará tres septenios, es decir, hasta los 42 años. A los 21 años se acaba la educación y comienza la autoeducación. Tradicionalmente se establecía aquí la mayoría de edad.
Es el momento en que el yo inferior – reflejo del Yo Superior, es decir, nuestra parte espiritual – se encarna del todo en nuestro cuerpo físico. Como consecuencia surge – más o menos consciente – la primera pregunta como adulto: “¿Quién soy yo?”
De 28 a 35 años: estamos plenamente encarnados en el mundo material. Es la etapa en la que más nos organizamos. Nos importa sobretodo: la profesión, la familia, la vivienda,… Nos sentimos plenamente involucrados en el mundo.
De 35 a 42 años: empieza una etapa de cuestionamiento. La pregunta que nos hacemos es: “Ya sé que soy capaz de hacer, pero ¿es esto lo que he venido a realizar?” Es un momento de frecuentes crisis, sobretodo si no estamos alineados con nuestra verdadera labor. Además de cuestionar el sentido de nuestra vida, también nos preguntamos por la vida interior de aquellos que conviven con nosotros.
De 42 a 49 años: se acaba el período Solar y comienza una etapa regida por las fuerzas de Marte. Aquí se produce un cambio notable, en el cual surgen fuerzas anímicas “extras” que nos ayudaran a ser más independientes y a poder realizar – si queremos – el proyecto de nuestra vida.
De 49 a 56 años: a nivel anímico, las fuerzas de Júpiter nos piden menos movimiento externo (propio de la etapa de Marte) y más movimiento interno. Solemos seleccionar lo que de verdad es prioritario en nuestra vida y adoptamos un ritmo más tranquilo.
Nuestras reacciones son – o deberían ser – menos viscerales.
De 56 a 63 años: la influencia de Saturno nos vuelve más profundos. Nos hace ser más sensibles a las preguntas existenciales (¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?)
Las Leyes de la Biografía Humana son mucho más extensas, pero con esta pequeña muestra se puede intuir ya como cada siete años hay una pequeña crisis que nos conduce a un nuevo ciclo, a una octava superior.
Así mismo, el “tres” tiene también una notable presencia. Por ejemplo, los nueve septenios están divididos en tres etapas de tres:
De 0 a 21: acabamos de perfeccionar el cuerpo físico.
De 21 a 42: se trabaja en profundidad la parte anímica.
De 42 a 63 (y los años que siguen…): deberíamos poner la energía en el trabajo espiritual.
Esta triformación parte de la imagen del ser humano como un ser compuesto de: cuerpo, alma y espíritu.

Montserrat Montané.

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