Hoy, temprano por la mañana, cuando salí a dar mi
caminata habitual, me topé con una elegante señora que con todo cinismo estaba
esperando que su perro defecara junto a la puerta de mi edificio.
La miré.
Cuando el can terminó de obrar, la dama, sin dar una mirada de excusas, se alejó
dando pasos estilo dueña del mundo. Me hubiera gustado contarle esta
historia:
Los propietarios de una gran casa decidieron
hacer un largo viaje de placer a través del mundo. Buscaron a un casero para
que les cuidara su mansión mientras estuvieran fuera.
Una vez firmado el
contrato, los dueños se fueron dejando todas las habitaciones cerradas con llave. El
cuidador se instaló en el cuarto de sirvientes, desde donde veía sólo el jardín.
El césped había sido invadido por ortigas, los árboles eran devorados por
hormigas y las flores languidecían. “¡Cómo es posible -pensó- que tan ricos
propietarios hayan despreciado este rincón de buena tierra!”.
Y cada día dedicó
la mayor parte de su tiempo a cultivar el jardín hasta convertirlo en un hermoso
vergel. Sus amigos, que no lo habían visto hacía mucho, se treparon a un muro y,
al sorprenderlo trabajando con fervor, estallaron en carcajadas. “¡Eres un
necio! ¿Para qué salvas un jardín que no es tuyo?”.
El guardián contestó: “Estas
plantas no crecen en el jardín de alguien, crecen en la tierra. Simplemente las
cultivo porque las amo”.
Y por discreción, no agregó: “El planeta, nuestro
cuerpo, nuestra mente, la vida misma, son un jardín prestado. Las cosas parecen
tener propietario pero con el tiempo resulta que son de nadie y son de todos. Y
esa propiedad común, a su vez, sólo pertenece a la Causa Primera que la anima".
Muchos se sienten ajenos a esta realidad.
Tienen la dolorosa sensación de que
nada les pertenece y ven con tranquilidad el daño que sufre la Naturaleza porque
‘pertenece a los otros’.
"Yo no soy un individuo separado, soy parte de la
Humanidad y estoy convencido que lo que hacemos en provecho del planeta y de los
otros es en beneficio del alto destino de la raza humana.”
El jardín abandonado también puede ser el símbolo
de nuestro espíritu.
Aunque influencias sociales exteriores, los malos amos,
hayan hecho que los valores humanos se desvíen, a nosotros nos
toca limpiar las malezas, pensamientos erróneos implantados para ser usados en beneficio de todos, y paso a paso, con trabajo de jardinero apasionado, hacer florecer
en nuestro espíritu las auténticas verdades.
Alejandro Jodorowsky
Sencillamente conmovedor. Cuando trascendemos lo ilusorio todo se vuelve fácil, bello, armonioso...
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