Dorothy Maclean es una de tres fundadores de la Fundación Findhorn, en Escocia. En 1963, luego de su llegada a Findhorn, contactó con el reino dévico, quienes le ayudaron a establecer el legendario huerto de Findhorn en las arenosas dunas del norte de Escocia. A partir de 1973 Dorothy recorrió gran parte del mundo dando charlas y conferencias; en 2010 Dorothy se retiró de la vida pública y nuevamente reside en Findhorn.
“Aprender a hablar con los ángeles es, en realidad, aprender a hablar con nosotros mismos y con nuestros semejantes de un modo nuevo y más profundo”.
Sí, hablo con ángeles, admirables seres cuyas vidas inspiran y crean todo en la Naturaleza. En otra época y cultura podría haber sido enclaustrada en un convento o una iglesia, o, mucho peor, quemada en una hoguera como una bruja. En esta época y cultura de escepticismo, es casi seguro que tal afirmación sea recibida con descreimiento burlón o considerada como las divagaciones de una soñadora. Siendo una persona práctica y realista, nunca me propuse aprender a hablar con ángeles, ni jamás imaginé que tales contactos podrían resultar posibles o útiles. No obstante, cuando esa comunicación comenzó a producirse, lo hizo de una manera irrefutable.
La prueba concreta se desarrolló en la huerta de Findhorn, que se transformó en las bases de lo que llegaría a ser la Comunidad de Findhorn.
Esta huerta se plantó en arena, en condiciones que ofrecían escasas posibilidades para el crecimiento de otra cosa que no fueran resistentes arbustos y pastos escoceses que requieren poca humedad y alimento. Sin embargo, mediante un contacto telepático con los seres angélicos que supervisan y dirigen el crecimiento vegetal, obtuve instrucciones específicas y asistencia espiritual. La huerta resultante, que incluyó además variedades de plantas tropicales, fue tan asombrosa en su crecimiento y vitalidad, que expertos en suelos y horticultores que la visitaron no fueron capaces de encontrar ninguna explicación dentro de métodos conocidos de producción agrícola orgánica, y finalmente debieron aceptar la interpretación nada ortodoxa de que había mediado ayuda angélica.
Esta huerta se plantó en arena, en condiciones que ofrecían escasas posibilidades para el crecimiento de otra cosa que no fueran resistentes arbustos y pastos escoceses que requieren poca humedad y alimento. Sin embargo, mediante un contacto telepático con los seres angélicos que supervisan y dirigen el crecimiento vegetal, obtuve instrucciones específicas y asistencia espiritual. La huerta resultante, que incluyó además variedades de plantas tropicales, fue tan asombrosa en su crecimiento y vitalidad, que expertos en suelos y horticultores que la visitaron no fueron capaces de encontrar ninguna explicación dentro de métodos conocidos de producción agrícola orgánica, y finalmente debieron aceptar la interpretación nada ortodoxa de que había mediado ayuda angélica.
Aprender a hablar con los ángeles es, en realidad, aprender a hablar con nosotros mismos y con nuestros semejantes de un modo nuevo y más profundo. Es aprender a comunicarnos más abiertamente con nuestro universo y a estar más sintonizados con nuestro rol de co-creadores y participantes en su evolución. Las comunicaciones modernas se han desarrollado maravillosamente y con rapidez en el aspecto físico y tecnológico, pero otras formas de comunicación más profundas y sutiles permanecen aún inexploradas. En pro del futuro de nuestro mundo y de nosotros mismos, debemos comenzar ahora por utilizar esas formas más profundas de comunicación. Es por mi propia experiencia de ello que deseo compartir con los demás esos descubrimientos, para que también puedan establecer esa comunicación que es, en realidad, una comunión con la esencia, con la alegría y con el poder de la vida.
Hacerlo no requiere técnica alguna. En culturas industriales la gente parece esperar y desear resultados instantáneos, pero la verdadera comunicación surge de nuestro propio ser y de la totalidad de nuestra vida. Es algo en que nos transformamos en el transcurso de nuestra existencia y no algo que aprendemos. Lo que realmente comunicamos es aquello que somos, no tanto lo que podemos expresar con palabras. Comunicarse con los ángeles requiere, en verdad, una particular actitud de totalidad hacia la vida, hacia nuestros semejantes y hacia nosotros mismos. No puedo enseñar esto, pero puedo mostrar a través de mi propia vida y mi propia experiencia en qué consiste esta actitud, y cómo se desarrolló y expresó en mí.
Afirmo que cualquiera de nosotros puede hablar con los ángeles. El hecho de que yo, con mis flaquezas y percepciones meramente humanas, haya aprendido a hacerlo, significa que el camino está abierto a quienquiera que se lo proponga y a explorar su mundo de una manera nueva. Ello requiere una gozosa ampliación de nuestra visión de la realidad, estar dispuestos a abrirnos a nosotros mismos y a lo que nos rodea, y a un movimiento consciente para abarcar nuestra totalidad.
“Fue la realidad del crecimiento de la huerta la que nos convenció de la existencia de los devas. De esto surgió un nuevo método de horticultura, y una comprensión más profunda de la vida en su totalidad. Aprendíamos los principios de trabajo grupal, la importancia de cooperar no sólo con la Naturaleza sino, también entre nosotros.”
¿Qué son los ángeles?
Obviamente representan un tipo de vida, un tipo de perspectiva del universo y un tipo de dimensión del ser que no está sujeto a comprobación, tal como la entendemos a través de nuestro conocimiento científico y tecnológico. Las culturas primitivas no parecían requerir prueba de la existencia de estos seres y los daban por sentado. Tal vez nuestros antepasados hayan sido simplemente supersticiosos, o tal vez tenían alguna forma de sentir a estos seres y aceptar así su realidad.
Podría hacer una lista de numerosos hechos interesantes sobre los ángeles que recogí a través de los años, pero tal como expresó Inayat Khan acerca de la reencarnación: “Claro que es un hecho, pero ¿qué importan los hechos?”. Importan solamente si se relacionan con nuestra vida, solamente si podemos aplicarlos. Por ejemplo, los devas decían que lo que nosotros veíamos como un pesado e inerte terrón de tierra, para ellos estaba vivo, dotado de luz y vida. Ese no-hecho, con el tiempo, se transformó después en parte fundamental de nuestra vida.
La primera característica de los ángeles de las plantas que se me hizo evidente fue su maravillosa sensación de levedad, en el sentido de estar libres y sin cargas. Tal vez esto no sorprenda en seres que no están encerrados en cuerpos físicos. Por otra parte, son responsables del desarrollo físico de las plantas que tienen dificultad en mantener su propia fuerza y al mismo tiempo de proveer de alimento a la mayoría de las formas de vida.
La segunda característica que registré fue que estos seres sabían lo que yo estaba pensando. Sí, decía mi orientación interior, ellos viven en una esfera inmediata al conocimiento. Disponen de todo cuanto necesitan saber para llevar a cabo su labor. Ellos sabían qué había en mi mente, de modo que no me hacía falta perder el tiempo formulándoles preguntas.
Los devas son inmensamente poderosos. Como reguladores de los sistemas naturales, como agentes de los patrones de la creación, uno podría casi decir que son todopoderosos. A su debido tiempo, cuando los humanos estén preparados, los devas podrán compartir más sobre este asunto, especialmente porque dicen que somos potencialmente ilimitados.
En cuanto a la forma de los ángeles, no percibí ninguna, si bien en ocasiones he tenido una impresión de color o diseño. Ellos dicen que no están limitados por la forma, que su forma cambia mientras se mueven, participando de las cualidades de los reinos que transitan. Como no son perceptibles por nuestra vista normal, y como cambian y se mueven tanto, refiriéndolos a nuestra noción de forma resultan amorfos. Creo que hay momentos, cuando desean comunicarse con los humanos, en que adquieren una forma densa con el propósito de que podamos percibirlos… después de todo, la mayoría de nosotros ni pensaría en comunicarse con una forma en movimiento. Aplicando este principio, los espíritus de la Naturaleza más pequeños (es decir, duendes, elfos, hadas) son a veces vistos por los niños vistiendo a la moda tradicional de la Edad Media. Este tipo de vestimenta proviene de aquel período en que algunos humanos estaban aún por lo general suficientemente próximos a la Naturaleza como para relacionarse con el mundo de las hadas.
David Spangler.
Traducción: Semillas Solares
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